Creo que pocas veces he estado tan en desacuerdo con una crítica publicada en esa revista. Por lo pronto, conviene revisar las duraciones de los tres movimientos de la Arpeggione en otras grabaciones:
Rostropovich, Britten (Decca, 1968): 13’33 – 4’35 – 10’30
Maisky, Argerich (Philips, 1984): 11’57 – 4’33 – 9’30
Ma, Ax (Sony, 1995): 11’11 – 4,21 – 9’04
Queyras, Taraud (HM, 2006): 11,26 – 4’28 – 9’09
Meneses, Pires (DG, 2012): 11’35 – 4’29 – 8’58
Capuçon, Braley (Erato, 2012): 11’58 – 4’19 – 9’18
Pues bien, las duraciones de la presente versión de Soltani y Pilsan son 11’55 – 4’19 – 9’18. Muy similares a las de todas las señaladas salvo la de Rostropovich y Britten, considerablemente más lenta que las demás. Y, por si ustedes no lo sabían, una de las más importantes interpretaciones de música de cámara jamás grabadas.
Visto que eso de las lentitudes de los músicos que nos ocupan es sencillamente mentira –el tal Moreno al menos podía haber cotejado duraciones antes de escribir semejante falsedad–, tenemos la cuestión de la afectación, la cursilería y la artificiosidad. Y ahí entramos en un terreno por completo subjetivo en el que me resulta imposible rebatir las argumentaciones contrarias. Lo que sí puedo es decir lo que a mí me ha parecido: que Kian Soltani es un absoluto fuera de serie, quizá el mejor violonchelista surgido en años, siempre con permiso de una Weilerstein no sé si más artista que el persa, pero sí dueña de un sonido aún más hermoso si cabe, por su riqueza de armónicos. Pero insisto, lo de Soltani es asombroso. Por la hermosura de su sonido, por la naturalidad y la flexibilidad de su fraseo, por la riqueza de matices, pero sobre todo por la emotividad con que es capaz de cantar las melodías. Y sin ninguna afectación. Ni la más mínima.
Dicho esto, la competencia de Rostropovich es grande para Soltani, como también lo es la de Britten (¡inmenso!) para Pilsan. Sobre todo, porque en ese mítico registro los dos artistas lograron aunar belleza y dolor intenso como solo lo más grandes intérpretes de Schubert lo han hecho; esta grabación, no menos hermosa, no es tan doliente. Es más clásica, más apolínea. Más equilibrada. Hiere menos, pero quizá se disfruta más. O al menos llegará a un público más amplio, ese que busca ante todo belleza sonora: aquí la hay a raudales. Como también ternura, dulzura bien entendida y un poso de hondura que a este compositor le conviene muchísimo. Cualquier cosa menos un Schubert trivial o meramente decorativo, tanto en la Arpeggione como en el arreglo de la hermosísima canción Natch und Träume que asimismo se incluye en interpretación poco menos que sublime.
Venturosamente, Soltani sabe distinguir a Robert Schumann del autor del Winterreise: su sonido es un punto más leve, su articulación más flexible y alada, su expresividad más espontánea, incluso más arrebatada, aunque su emotividad siga siendo la misma. En cuanto a presuntas lentitudes, permítanme comparar una de las obras que se incluyen en el disco, las bellísimas Tres fantasiestücke.
Maisky, Argerich (Philips): 3’14 – 3’15 – 3’44
Maria Kliegel, Kristin Merscher (Naxos): 3’52 – 3’45 – 4’37
Isserlis, Eschenbach (RCA): 3’23 – 3’27 – 4’09
Young Song, Aviram Reichter (Exton): 3’27 – 3’39 – 4’19
Kian Soltani, Aaron Pilsan: 3’33 – 3’16 – 4’05.
Es decir, globalmente nuestros dos chicos son algo más rápidos que sus colegas. Que Juan Carlos Moreno haya escrito que ambos dejan a Celibidache “en un amante de la velocidad” resulta por completo injustificable e inadmisible.
Sobre las piezas de Reza Vali poco tengo que decir: me han parecido muy agradables de escuchar, poco más. Más me ha gustado la Danza del fuego persa escrita por Soltani himself, aunque no creo que sea por ello por lo que pase a la historia. Porque a ella va a pasar. Escuchen el disco: está en Spotify y en Tidal, entre otras plataformas. Es de lo más bello en música de cámara que he escuchado en años.
Una cosa más. Otros de los amigos cabreados por la crítica del tal Moreno –porque son varios los que andan seriamente disgustados con lo que está pasando en Ritmo– me habla de la necesidad de enviar un correo a la redacción y cosas así. Yo lo creo inútil, porque hace tiempo que en esa revista dejó de importar la calidad de lo que en ella se escribe. Lo que fue una buena publicación con una línea crítica seria, coherente y definida se ha convertido en una revista de colorines para hacer promoción de artistas a base de entrevistas, publirreportajes y reseñas discográficas "manipuladas", por descontado que previo pago. Así que me voy a permitir una última maldad: estoy convencido de que si el disco de Soltani hubiera sido editado por Sony Classical, la crítica la hubiera escrito Pérez Chamorro y se hubiera llevado el máximo de estrellas. Y si no me creen, repasen la sección “Ritmo Parade” disponible on-line.
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