martes, 8 de mayo de 2018

Soñando en la Sofiensaal

He regresado hace un rato de Viena. Cansadísimo, sin un euro ¡y sin probar la sachertorte! Pero ha merecido la pena. Eso sí, los conciertos y la ópera han sido lo de menos: confieso que no me esperaba una ciudad tan hermosa, ni una cantidad tan importante de obras maestras del arte en sus colecciones. Creo que me va a resultar imposible asimilar todo lo que he visto. En cualquier caso, intentaré dejar algún apunte de las cuestiones musicales, empezando por mi primeras visitas –tal vez la única por mucho tiempo, porque los precios de la ciudad no son para mí– a la Sofiensaal y a la Musikverein.


La Sofiensaal es un verdadero lugar sagrado para los amantes del disco, porque allí se realizaron la mayor parte de las grabaciones de la Filarmónica de Viena de los años cincuenta, sesenta y setenta: Solti, Böhm, Karajan… Al discófilo bien informado no hay que decirle más. La antigua sala de baile conoció la ruina en los años noventa y sufrió un incendio en 2001 que la puso al borde de la desaparición total. Pero en 2013 se culminó una restauración que ha salvado el edificio, aun convirtiéndolo en un salón para eventos privados y en un hotel.


Como mi pensión quedaba a cinco minutos y era la hora de comer, lo primero que hice fue acercarme a la Sofiensaal para tomar algo en el restaurante trendy que han construido en su lado derecho. ¡Imaginen la emoción al llegar! Como había apetito, primero me tomé el Wiener Schnitzel filete empanado típico de Viena que había que probar y luego me dirigí a la puerta principal. Jarro de agua fría: lo que te encuentras es el acceso a un gimnasio. Resulta que la Sofiensaal, como luego descubrí que ocurre con la sala dorada de la Musikverein, no es un bajo sino un primer piso. Tomé las escaleras de la izquierda, cutrísimas y todavía con restos de los carteles de antaño, pensando en cuántas veces directores, solistas y cantantes célebres habrían ascendido por ellas. Todo cerrado. Bajé y tomé las de la derecha. Ahí sí que llegué a la recepción del hotel.


Imposible pasar al interior de la gran sala, como me temía, pero muy amablemente me permitieron acercarme a una puerta acristalada al fondo y verla desde el otro lado del cristal. La verdad es que ha quedado preciosa. Me quedé soñando unos minutos y luego me dirigí al metro para no llegar tarde a la Musikverein. Pero eso se lo cuento a ustedes en otro momento, que ahora me toca descansar.

PD. Perdonen la baja calidad de las imágenes. Mi talento no da para más.

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