Creía uno, ingenuamente, “saberlo todo” sobre 
Heroicas de referencia: 
Furtwängler, Klemperer y Kubelik, con mención especial para el segundo de los 
citados. Nada más, que no en balde nos encontramos ante las más difícil de 
interpretar de las sinfonías beethovenianas. Pero en 2011 le pude escuchar a 
Barenboim en directo una interpretación que superaba a todas las anteriores, 
incluidas las suyas propias; no más personal ni renovadora que las de sus 
colegas, en las que se encuentran hallazgos que ni él ni los demás rebasarán nunca, pero sí más redonda, más perfecta y, por ende, más indiscutible. Porque 
lo que hizo aquella noche el de Buenos Aires junto con los chicos de la WEDO fue explorar todas las diferentes posibilidades expresivas, desde el desgarro 
dramático puro y duro hasta el más emotivo humanismo, integrarlas en una lectura 
de enorme riqueza conceptual, moldearlas con un sonido beethoveniano cien por 
cien, servirlas con un fraseo tan flexible como perfecto en su construcción y 
llevar a cabo todo ello con la mayor convicción posible. Esa es la versión que editó 
Decca en audio –la del vídeo de los Proms, un año posterior, no llegará a 
semejante nivel de excelsitud– y que para un servidor sigue siendo la número 
uno.

 
Parecía imposible ir más allá. Pero de pronto Warner rescata de los archivos 
una grabación de 1967 hasta ahora olvidada en el mundo de compacto por los 
ineptos responsables del sello EMI, que llevaban lustros ninguneando a su 
protagonista: Sir John Barbirolli. Y resulta que se convierte en “primus inter pares” junto con las 
citadas, aun siendo la más discutible de todas ellas al alzarse como la 
Heroica más negra de la historia del disco. Lenta, a veces lentísima, pero de una 
fuerza abrumadora. Gótica a más no poder. Plagada de ataques ásperos e incisivos 
por parte de unas maderas no precisamente sensuales. Fraseada con una 
cantabilidad cargada de amargura, particularmente en las frases líricas del 
primer movimiento. Portentosamente planificada hacia unos clímax de fuerza 
abrumadora, indescriptible (increíble crescendo a partir de 15’03’’ en el 
primer movimiento, por no hablar de los momentos más rebeldes del segundo, especialmente el de 7’10’’). Trabajada con una plasticidad asombrosa a la hora 
de moldear a la cuerda (solo un ejemplo: de infarto la melodía a partir de 
1’18’’ de la marcha fúnebre) o de equilibrar planos sonoros. Todo ello sin 
rastro de ese humanismo, esa ternura y esa humanidad de un Furtwängler, un 
Barenboim y, especialmente, un Kubelik. Aquí no hay concesiones.
Pero bueno, ¿no está usted describiéndonos más bien alguna de las 
interpretaciones de Herr Klemperer en lugar de a Barbirolli? Efectivamente, 
mucho del de Breslau hay aquí. No sé si es casualidad que el mismo año de esta 
Heroica el uno le prestara al otro a su formidable instrumento para 
grabar una 
Sexta de Mahler que tiene mucho que ver en lo conceptual (¡y 
en la genialidad!) con el presente Beethoven. Pero hay al menos dos diferencias. 
Una en lo que se refiere al sonido: el de Sir John es mucho menos granítico, 
menos masivo, más áspero, mucho menos entroncado con la "gran tradición germánica". Otra en la expresión: mientras Klemperer cargaba de 
sesuda hondura filosófica a su recreación, y por ende se mantenía a cierta 
distancia del sufrimiento que destilan los pentagramas, aquí solo hay espacio 
para el dolor. Insisto: una lectura muy negra. Nigérrima.
Se me olvidaba decir que la Sinfónica de la BBC se encuentra a distancia de 
las grandísimas orquestas que han grabado esta página, pero que aún así realiza 
una formidable labor bajo una batuta que la trata con mano maestra. Cuestiones 
expresivas aparte, ¡qué técnica la de Barbirolli! Escuchen el cuarto movimiento: 
ni un solo director, Klemperer incluido, lo ha desmenuzado con tan increíble 
claridad. Y probablemente nadie ha cantado con mayor inspiración el tema sacado 
de 
Las criaturas de Prometeo, ni lo ha integrado con mayor coherencia en 
un todo que, aun manteniendo la más depurada elegancia en la exposición, desprende tremenda potencia sonora y expresiva.
En fin, no sé qué más añadir. Mientras escribía estas líneas he estado 
escuchando otra vez la lectura. Vuelvo a no dar crédito, e 
incluso radicalizo mi opinión: ni Furt ni Klemperer llegaron tan lejos en 
aspereza dramática.
Una cosilla adicional sin importancia: esta 
Heroica suena 
de escándalo. La tienen en las plataformas de streaming habituales, así que no 
dejen de escucharla: estamos hablando de una de las más grandes interpretaciones 
beethovenianas que existen. Y si quieren perder el tiempo, también tengo mis 
recomendaciones: Leibowitz, Harnoncourt, Gardiner, Antonini, Tilson Thomas, Rattle, Chailly, Abbado...
 
3 comentarios:
Fabulosa Fernando Gracias por recomendarla!!
la encargué hace unos meses y recién ahora me sentí en sintonía para estrenarla: asombrosa, GENIAL! creía que Don Otto tenía la última palabra pero no! aquí está Sir John para disputarle el cetro. Creo que ambas interpretaciones están en la cúspide ¿cual está arriba? debo volver a escuchar a Klempi a ver qué sucede,
Cordial Saludo
Julián
Me alegra muchísimo haberle servido de ayuda, Julián. Entiendo que Klemperer llegó aún más lejos, porque al amargor de Barbirolli (aunque no tan intenso como el del maestro británico) añadió una hondura reflexiva y una potencia trágica descomunales. Tampoco Furtwängler y Barenboim son precisamnete para olvidar en esta sinfonía. Pero bueno, la de Barbirolli me parece genial e imprescindible. Un cordial saludo.
Voy a hacer una aportación: escuchen la Eroica de Horenstein con orquesta Pro Musica (la Sinfónica) de Viena grabada en 1953 para Vox. El planteamiento es tan terrible, rabioso y ofuscado que, creo, reina en las tinieblas absolutas desde el principio hasta el final.
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