Diecisiete añitos contaba
Peter Serkin –a punto de cumplir los dieciocho–
cuando en junio de 1965 registró el
Concierto para piano nº 1 de Belá
Bartók para RCA junto a la
Sinfónica de Chicago y un
Seiji Ozawa que a la sazón
alcanzaba los veintinueve. Un año más tarde –julio de 1966– los mismos artistas
grababan el
Tercero. Visto de semejante manera, uno no puede sino
descubrirse ante el hecho de que un chavalito de esa edad fuera capaz de tocar estás dos obras
con semejante nivel técnico. Pero si comparamos estas lecturas con las de otros
pianistas, el hijo de Rudolf no sale del todo bien parado. Y no tanto porque su
enfoque sea percutivo –esto parece moneda corriente en estas páginas, aunque no
resulte lo ideal–, sino más bien por lo monocorde de su toque y lo limitado de
su expresividad, resultando por lo general plano e insípido. Tampoco Ozawa
resulta ideal para el universo bartokiano: este universo requiere un
sentido de la rusticidad y una tensión dramática que no casan bien con su batuta
elegante, sensual y refinada. Así las cosas, los resultados
interpretativos, ya que no desdeñables, son irregulares.
El primer movimiento del
Concierto para piano nº 1 resulta más bien
aburrido, animándose solo un poco hacia el final del mismo gracias a una batuta
que por fin parece dispuesta a echar la carne en el asador. Mucho mejor el
nocturnal Andante: aquí Ozawa se mueve muy bien explorando atmósferas y haciendo
que las portentosas maderas de la formación norteamericana suenen de manera
particularmente curvilínea. La transición al tercero resulta lentísima y de enorme
atractivo; a partir de ahí se queda la interpretación en una notable
solvencia –director y pianista poseen un buen sentido del ritmo– sin terminar de
ofrecer el empuje y la garra que la agitada página necesita. ¡Cómo no acordarme
de la tremebunda, genial interpretación de Barenboim y Rattle que he visto
recientemente en la Digital Concert Hall y de la que espero hablarles pronto!
Ozawa se mueve mucho mejor en el lírico
Concierto para piano
nº 3 que en el atormentado
Primero. Su recreación es en todo momento
satisfactoria, particularmente en un Andante religioso paladeado con lentitud y
delectación sin que las tensiones decaigan, y cuya secuencia “ornitológica”
central le permite hacer gala de su portentoso tratamiento de las texturas. Es
precisamente en él donde Serkin parece más dispuesto a interpretar –no a
leer– los pentagramas, ofreciendo momentos de implacable y adecuada tensión
sonora. Luminosidad y buen sabor folclórico –ya que no mucha chispa ni entusiasmo al arrancar: poco a poco se va calentando–, además de una enorme atención a la hora de clarificar la sección fugada, cierran en el tercer
movimiento una interpretación a la postre muy notable.
He tenido la oportunidad de escuchar estos registros nada menos que a 192
KHz. Es decir, de manera óptima para la tecnología actual. Pues bien, hay gama
dinámica y un estupendo equilibrio de planos sonoros, pero la toma original se
ve lastrada por una relativa distorsión y cierta sequedad que impiden ponerla a
la altura de las mejores que se hacía por aquella época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario