sábado, 25 de noviembre de 2017

Edición Celibidache de EMI (II): sinfonías

Fíjense ustedes si este blog es un caos, que comenté el primer volumen de la edición Celibidache con la Filarmónica de Múnich en EMI allá por enero de 2013 y hasta ahora no la retomo. Bien está, en cualquier caso, si me ha servido para volver a escuchar el glorioso contenido del segundo: las seis últimas sinfonías, el Te Deum y la Misa en fa menor de Anton Bruckner. O sea, una auténtica especialidad de la casa en la que se siguen unas maneras bien conocidas por la mayoría de los aficionados: tempi lentísimos, fraseo muy concentrado, extraordinaria claridad polifónica, concepto orgánico del discurso musical, absoluta reivindicación del legato para obtener una extrema delectación melódica y, ya en lo puramente expresivo, una mezcla prodigiosa entre nobleza, elevación espiritual y grandeza humanística que no se queda en lo meramente contemplativo, sino que incluye también una importante dosis de tensiones y de fuerza dramática, como también de atmósfera y de brumas, hasta el punto de que podemos definir a este Bruckner como "gótico".
 

Un Bruckner, pues, construido a base de grandes bloques sonoros, poderoso y concentrado, más organístico que nunca, de belleza suprema pero en absoluto preciosista, de claras resonancias panteístas y por momentos muy visionario, que exige al oyente una atención y una resistencia tan considerables como la que sin duda Celi debió de exigir a los miembros de su orquesta, que a veces se las ve y se las desea para ofrecer la plenitud sonora que la batuta demanda. Y un Bruckner, también hay que decirlo, muy distinto del último que anda ofreciendo Daniel Barenboim, quien frente a la Staatskapelle de Berlín ha sabido restar brumas, aportar luminosidad y responder a la meditadísima construcción celibidachiana con una fluidez, una ligereza bien entendida y una apariencia de espontaneidad que nos dan una muy distinta visión de este maravilloso universo.

La Sinfonía nº 4, registrada en octubre de 1988, recibe una interpretación plagada de momentos mágicos, como el arranque de los movimientos extremos, plenos de misterio, o toda la coda final, un verdadero prodigio de cómo alcanzar la más increíble mezcla entre transfiguración espiritual y fuerza dramática a través de una increíblemente lógica, minuciosa y amplia construcción de las tensiones. Sin embargo, la comparación con el testimonio que nos dejaría Celi al año siguiente (que se extiende hasta unos increíbles 82':0), comercializado en audio por Sony Classical, relega este registro a un segundo plano; muy particularmente por el increíble Finale, una de las mejores interpretaciones de Bruckner que haya escuchado en mi vida.

Grandísima la Quinta. Aunque algo más lenta que su filmación ocho años anterior (87:40 frente a 84:04), el resultado es, siempre dentro del concepto espiritual y reflexivo pero no por ello precisamente resignado ni escaso de tensión interna, más bien similar. Por eso mismo, lo menos interesante es un primer movimiento dicho con extraordinaria nobleza pero carente de ese espíritu combativo y de esa garra dramática que parece pedir. Lo mejor vuelve a ser un Adagio paladeado al límite y dicho con infinita poesía: la exposición del tema coral resulta sublime e irrepetible. El Scherzo posee fuerza y tensión más que suficientes, si bien el maestro prescinde de sus posibilidades más inquietantes y destila una poesía llena de encanto en sus temas líricos. El Finale es impresionante a pesar de su enorme lentitud –solo superada por Klemperer en EMI–, estando construido con mano verdaderamente maestra –los picos de tensión son abrumadores– y ofreciendo una amplitud y una solemnidad grandiosas sin caer nunca en lo retórico.

La Sexta, al parecer, es la misma interpretación que la editada por Sony en DVD y SACD, solo que aquella corresponde a tres días y esta de EMI solo al último, el 29 de noviembre. Interpretación profunda, humanística y de un admirable equilibrio entre la vertiente épica y la lírica. Eso sí, sorprenden de manera considerable sus tempi moderados, diríase que "normales", salvo en un Adagio paladeado hasta el límite en el que Celi hace hala de un fraseo noble, cantable a más no poder, lleno de inflexiones tan sutiles como sensibles, y destila una sublime poesía en la que carnalidad humanística y elevación espiritual se dan sorprendentemente de la mano. La claridad es admirable, como también la arquitectura global de la pieza y la total ausencia de pesadez o retórica, por lo hablar de la plasticidad con la que están tratados las diferentes masas orquestales.

La Séptima, de 1994, sufre la tremenda competencia de la suya en con la Filarmónica de Berlín dos años anterior, aquí comentada Los tempi no son ahora tan lentísimos, 79:10 frente a 86:15. Quizá por eso no se consiga la misma increíble elevación poética del primer movimiento, pero a cambio los clímax del mismo son más escarpados y rebeldes. Quizá también los dos últimos movimientos sean aun más convincentes, aunque la orquesta manifiesta unas limitaciones que no tenían los berlineses. A destacar el hallazgo lírico que supone el trío del scherzo y la monumental construcción polifónica del Finale.

La Octava es de 1993. Aquí Celi repide el concepto de su filmación en Tokio dos años anterior, editada por Sony, ahora con unos tempi sensiblemente más lentos en los dos últimos movimientos, aunque con resultados igualmente memorables. Personalmente prefiero un enfoque más rebelde, ominoso y terrible en los dos primeros movimientos, menos espiritual y esencializado que el que adopta aquí nuestrp artista, pero es imposible resistirse ante tan genial muestra de planificación –las tensiones están construidas de manera milagrosa a pesar de la enorme lentitud–, de dominio de la masa orquestal y, en general, de convicción expresiva. El tercer movimiento difícilmente encontrará parangón en la discografía en su perfecta fusión de emotividad y control de la arquitectura, mientras que en el cuarto, pese a resultar poderosísimo y avanzar de manera implacable, se iluminan multitud de recovecos de lirismo que suelen pasan desapercibidos.

En la Novena, por increíble que parezca, el maestro pincha relativamente. Al menos en el primer movimiento, sin duda lo menos logrado de todo el Bruckner de Celi en Múnich. Aquí las lentitudes sí que le juegan una mala pasada. Aunque no es solo cuestión de velocidad, sino también de lógica constructiva, lo que resulta extraño para tratarse de la batuta que se trata: la exasperante parsimonia con la que está paladeado el tema lírico tanto en su primera enunciación como en sus diferentes reapariciones contrasta con el tempo más sensato de otras secciones, de tal modo que el movimiento pierde continuidad y parece trazado a pedazos sin lógica interna. Su final, en cualquier caso, posee una fuerza abrumadora, y todo él está sonado con la asombrosa perfección polifónica esperable. El Scherzo está mucho mejor, ciertamente lento pero no exento de fuerza interna, amén de portentosamente clarificado –qué trabajo más perfecto con las maderas– y ricamente cantado en el trío. El Adagio, aun con algún que otro pasaje más moroso de la cuenta y unos metales que no dan del todo la talla en los momentos más escarpados, sí que ofrece esa magia poética, mezcla de reflexión mística y poesía doliente, que necesita esta música venida del más allá. Y no crean que Celi se queda en la mera contemplación: aunque su enfoque sea en buena medida espiritual, los clímax alcanzan una fuerza visionaria abrumadora. El final, concentradísimo y lleno de belleza, no nos quita el agridulce sabor de boca que nos deja esta recreación.

En la Misa en fa menor se puede hablar más que nunca de un Bruckner catedralicio. Más concretamente, se podría hablar de una catedral gótica. El genial compositor diseña una arquitectura inmensa, pero de una rara perfección en su estructura, con unas líneas tectónicas perfectamente estudiadas que sostienen con firmeza el edificio sin que este dé la sensación de pesadez. La luz se filtra por las vidrieras generando sutilísimos matices cromáticos que contribuyen a que el interior se llene de misticismo al mismo tiempo estremecedor, solemne e inquietante. Celibidache hace aún más grande esa arquitectura, recrea con insólita naturalidad la estructura de fuerzas internas y acentúa la experiencia sensorial de este monumento, trátese de la súplica fervososa –Kyrie–, la exaltación visionaria –Et resurrexit– o la contemplación lírica del encuentro entre lo divino y lo humano –increíblemente bello Benedictus–, bien secundado por una orquesta al borde de sus límites y por un coro, el Philharmonischer Chor de Múnich, que canta con sorprendente unción sagrada. En el cuarteto flojean un Peter Straka un tanto incómodo y un Matthias Hölle monolítico y engolado, pero Doris Soffek y, sobre todo, Margaret Price, son para hincarse de rodillas.

El Te Deum desconcierta un tanto, ya desde un arranque en el que sorprende no encontrar ese fulgor rotundo y visionario al que estamos acostumbrados. Celi va a ofrecer una visión muy personal en la que, aun estando las tensiones muy presentes a través de una lógica, natural y perfectamente organizada planificación horizontal, el arrebato queda en segundo plano para poner de relieve el lirismo al mismo tiempo humanista y altamente espiritual que anida en la obra. Con Celi, las melodías vuelan más lejos que nunca y la belleza trascendida se imponen frente a otras circunstancias, dando como resultado una lectura sin duda discutible por su enfoque –no así en el idioma bruckneriano, sencillamente perfecto–, pero en muchos aspectos reveladora. Funciona muy bien el cuarteto formado por Margaret Price, Christel Borchers, Claes H. Ahnsjö y Karl Helm. Los coros realizan un trabajo muy entregado, aunque las sopranos pasan apuros en las notas más agudas. Por desgracia, se ven relegados por una toma sonora algo problemática, realizada en la Lukaskirche de la capital bávara en julio de 1982.

Los demás registros se realizaron, siempre en directo, con mucho más satisfactoria toma sonora en la Philharmonie de Múnich entre 1987 y 1994. Quien quiera más datos sobre duraciones y otros testimonios fonográficos del maestro, puede acudir a esta extraordinaria web imprescindible para todo bruckneriano que se precie. Por lo demás, la conclusión está clara: volumen obligatorio en cualquier discoteca.

12 comentarios:

Nemo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con los detalladísimos comentarios. Tengo esta colección desde que salió, y la de DG también, más algunos registros del Altus (Quinta, Octava). No conocía los de Sony. Hasta donde yo sé no se ha comercializado la Séptima de Berlín, en audio de alta calidad (CD o SACD), pero según parece la grabación sonora no es muy buena, a pesar de que el acontecimiento fue histórico y levantó expectación en toda Europa. Es curioso que Celibidache eligiera precisamente esa obra para ese momento.

Me encanta el Bruckner de Barenboim también, muy diferente e igualmente fascinante.

Mis favoritas son: Barenboim/Chicago para la 0; Solti o Barenboim/Berlín para la 1; Giulini o Barenboim/Berlín para la 2; Celibidache, Böhm o Barenboim/Berlín para la 3; Celibidache o Böhm para la 4; Celibidache, Solti y Klemperer para la 5; Celibidache, Solti o Barenboim/Berlin para la 6; Celibidache, Solti, Barenboim o Böhm para la Séptima; Celibidache, Klemperer (con cortes en el Finale), Karajan/Viena o Barenboim/Berlin para la Octava; Giulini/Viena, Klemperer y Barenboim/Berlin para la Novena.

Me gusta también la Primera de Sawallisch o de Wand, las grabaciones de Wand en Berlín, la Tercera de Szell, las grabaciones de Dohnanyi, las de Giulini en general, las de Kubelik...

Escuché pero no tengo las del ciclo de Barenboim en Chicago, y por desgracia no tengo las de su tercer ciclo reciente, que en general parece (decía Carrascosa creo) que no mejora el anterior (magnífico) de Berlín. No obstante, lo que he escuchado (la Séptima, con su actual Staatskapelle) sí me ha gustado mucho y vuelve a ser diferente a Berlín... así que creo que merecerá la pena dedicarle tiempo a estas últimas aproximaciones.

No sé si queda algún gran bruckneriano vivo, o si lo habrá. Solo queda Barenboim, que ha sido capaz de tocar el máximo nivel desde los años 70, y siempre evolucionando además.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

GRacias por compartir tus impresiones, Nemo. Entiendo que Barenboim hace un Bruckner diferente al de la etapa Teldec: aquél era más Celibidachiano, este es más rápido, más ágil y transparente, también más luminoso. El de la etapa Chicago (tengo comentado el cliclo en este blog) era el más nervioso y escarpado de todos.

No es mala idea dar también mi lista de versiones favoritas:

Cero: Barenboim/Chicago.
1: Barenboim en Teldec y Peral, o Solti.
2: Giulini o las dos últimas de Barenboim.
3: Celibidache/Múnich, Sanderling 1963 o alguna de las dos últimas de Baremboim. No tanto la de Böhm.
4: obviamente Böhm. Pero también Celibidache 1989 (Sony) o alguna de las dos que tiene Barenboim con su Staatskapelle (2008 y 2010).
5: Solti, Klemperer/Viena, esta de Celibidache en EMI o la última (solo la última) de Barenboim.
6: cualquiera de las dos de Celi en Múnich y la última (de nuevo, solo la última) de Barenboim.
7: Celibidache/Berlín, o las otras de Celi.
8: Karajan en San Florián, Giulini en Berlín (Testament), Celibidache o la última de Barenboim.
9: Giulini/Viena, Giulini/Chicago, Giulini/Concertgebouw. Y quizá también la recientísima de Barenboim en París.

Julio César Celedón dijo...

Da gusto ver como se habla de Bruckner por aquí, ya sea por Fernando o por nosotros sus lectores. Es triste como en otros lugares y hasta de boca de "críticos especializados" se menosprecia a su magnífica obra. Hace 2 años que me descargué esta edición de Celi y estuve 1 mes oyendo todo a fondo, no dejo de encontrarme con detalles que paso desapercibidos en la primera escucha y no dejan de sorprenderme, un agazajo.

Nemo dijo...

Deduzco Fernando que, en términos netos, el último ciclo de Barenboim/Bruckner te parece superior a los anteriores. Solo de ese ciclo escogerías entre tus favoritas la Quinta, Sexta, Octava. Además, para otras sinfonías, escogerías ese ciclo o el segundo de Teldec indistintamente (1, 2, 3, 4).

Estoy escuchando este tercer ciclo de Peral en Spotiffy, y me gusta mucho... en efecto es más camerístico, más espontáneo (aparentemente), más ligero y alegre. El segundo ciclo con Teldec me parece más denso, quizá más perfecto técnicamente y más oscuro, pero también es magnífico. Sin embargo, este cambio de enfoque me ha sorprendido... y la verdad es que engancha mucho.

Anónimo dijo...

Justamente tuve la enorme suerte en el 92-93 de escuchar varias veces en directo la Filarmónica de Berlín y la de Munich. Teniendo en cuenta el superior virtuosismo individual de los berlineses, el sonido y el equilibrio sonoro de Munich no lo he vuelto a escuchar jamás. Unas masas orquestales irrepetibles, sobre todo en cuerdas y algunas secciones de metal. El disco palidece y es incapaz de recoger eso, en mi opinión. Por todo ello, y lamentando mucho disentir, la grabación de la séptima en Berlín, se me antoja tosca y poco refinada, en muchos momentos, como el momento violas del primer movimiento, la reexpedición de los chelos también en el primero, el pedal sostenido de los bronces en el segundo, las dinámicas en general, y tantos y tantos detalles. Ya lo dijo el propio Celibidache, el cual nunca estuvo muy satisfecho de los resultados sonoros de Berlín. Siento mucho tener una opinión diferente al respecto, los recuerdos son los recuerdos.

Nemo dijo...

Sobre las versiones preferidas que ha anotado Fernando, me ha sorprendido ver la Octava de Giulini con la Filarmónica de Berlín (Testament). No la encuentro comentada en el blog. ¿Tan buena es? ¿Superior a la grabación oficial?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No, no comenté la de Giulini, pero le copio aquí mis anotaciones:

"Tres meses anterior a su grabación oficial con Viena, Giulini ofrece una interpretación que hace gala de esa naturalidad en el fraseo que caracteriza al maestro, que luce un legato admirable, una cantabilidad de la mejor ley y una sensualidad para derretirse, pero también la tensión interna y la garra dramática que exigen esta música, amén de el particular sonido bruckneriano –ideal aquí la orquesta- y su perfecto empaste polifónico.El primer movimiento resulta todo lo tenso y escarpado que debe, pero posee también una profunda espiritualidad que se hace aún más evidente en el segundo, no particularmente visionario pero revelador, por su lirismo, plasticidad y flexibilidad, de una nueva cara de esta página. El adagio, bastante menos lento que el posterior de Viena, resulta hermosísimo, ya que no muy doliente. El movimiento menos admirable es el último, no todo lo visionario que pudiera haber sido, sobre todo en la coda."

Observador dijo...

Estimado Fernando,

Luego de años de la publicación del DVD Sony de la séptima de Bruckner de Celibidache de 1990, el mismo sello discográfico publicó la misma obra y versión -creo- del rumano, pero en audio CD:

https://www.amazon.es/Bruckner-Symphony-No-7-Sergiu-Celibidache/dp/B00SRVC66A/ref=pd_rhf_gw_p_img_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=S78W7WW1WXP6P0TDSKHN

Ahora bien: ¿Debo suponer que tanto el DVD como el CD Sony comprenden la misma versión de 1990 de Celibidache? De ser así, y como yo prefiero toda la vida las interpretaciones en audio CD, le pregunto: ¿Cuáles de las dos publicaciones en audio CD de Celibidache de 1990 -Sony- y de 1994 -EMI- sería para usted la más lograda o redonda?

Claro está que excluí la mítica berlinesa de 1992 por NO estar publicada en audio CD.

¡Muchas gracias!

Saludos cordiales,
Mario
P. S.: También le hice la misma pregunta a don Ángel, pero como él está de viaje todavía no me pudo responder.

Observador dijo...

Le hice esta pregunta sobre la séptima, don Fernando, ya que usted anteriormente dijo sobre la Romántica que prefería la versión de Sony antes que la de EMI.

Observador dijo...

Además, la versión de Sony entra en un solo CD, mientras que la de EMI en 2 CDs.

Fouquier de Tinville dijo...

Sony publicó a finales de 2021 en CD/SACD la Séptima de Bruckner de Berlín:

https://www.hraudio.net/showmusic.php?title=15065&showall=1

En los comentarios a esa página se explica que esto es una digitalización del máster que se hizo para el Laser Disk que se preparó pero nunca llegó a comercializarse, mientras que el Blu-Ray, que sí se comercializó con Celi ya muerto, es un máster distinto, y de peor calidad, curiosamente.

Se puede comprar desde aquí:

https://www.cdjapan.co.jp/product/SICC-10372

Fouquier de Tinville dijo...

Sony publicó a finales de 2021 en CD/SACD la Séptima de Bruckner de Berlín:

https://www.hraudio.net/showmusic.php?title=15065&showall=1

En los comentarios a esa página se explica que esto es una digitalización del máster que se hizo para el Laser Disk que se preparó pero nunca llegó a comercializarse, mientras que el Blu-Ray, que sí se comercializó con Celi ya muerto, es un máster distinto, y de peor calidad, curiosamente.

Se puede comprar desde aquí:

https://www.cdjapan.co.jp/product/SICC-10372

El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani

Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50.  Completada en ene...