Aunque hace pocos meses tuve la oportunidad de comparar las integrales de Rachel Podger, Julia Fischer, Sergey Khachatryan y Kyung-Wha Chung, el desagradable asunto Amandine Beyer me ha llevado a profundizar en esas maravillas que son las
Sonatas y Partitas para violín solo de J. S. Bach, de tal modo que en los últimos días han desfilado por mi equipo de música, con sus integrales o con versiones sueltas, nombres como los de Szeryng, Kuijken, Hahn, Huggett, Faust, Shaham (su segunda grabación, plenamente historicista), Onofri, Michael Barenboim o la propia Meyer. Hablaré de algunos de ellos más adelante, pues quiero hoy escribir brevemente sobre el disco que registró para Decca en 1974 con la
Partita nº 2 y la
Sonata nº 3 una
Kyung-Wha Chung de veintiséis años de edad, dueña de una sonoridad luminosa –brillante el
agudo, no del todo rico el grave– y dotada de una técnica asombrosa para su edad. Ya solo por eso hay que quitarse el sombrero.
¿Y en lo interpretativo? De la
BWV 1004 la coreana ofrece
una lectura dicha con enorme sensatez y musicalidad,
fluida y sutilmente matizada, alejada de los contrastes marcados pero sin
desdeñar angulosidades ni juegos con las dinámicas, que alcanza
un apreciable equilibrio entre los aspectos líricos y dramáticos de la partitura, aunque quizá sin terminar de ofrecer personalidad, imaginación ni diferenciación entre cada una
de las pieza. Por descontado que la articulación es por completo tradicional –Kuijken tardaría aún nueve años en llegar–, pero en absoluto se puede hablar aquí de pesadez o de excesiva uniformidad: ligereza, fluidez y riqueza en la acentuación están garantizadas.
Convence más en la
BWV 1005, sobre todo por una Fuga adecuadamente aristada que contrasta con un Largo de hermosísimo vuelo lírico digamos que “femenino”, pero
en absoluto falto de carácter. El Adagio inicial sabe ser doliente, sin necesidad de resultar áspero ni terrible, manteniéndose la artista dentro en ese
lirismo elegante antes citado, mientras que en el Allegro assai conclusivo se
mueve a toda velocidad –quizá demasiada– con una fluidez y luminosidad
asombrosas.
Cuarenta y dos años después, Kyung-Wha Chung se enfrentará hará las cosas con más personalidad, pero también de manera más discutible. Este registro de Decca es hermosísima ortodoxia que le recomiendo a cualquier oyente aún no contaminado del radicalismo de la
kale barroka.
2 comentarios:
Estimado Fernando, veo que últimamente has recibido unos comentarios bastante injustos por tus acertadísimas críticas.¡Vaya que duelen éstas, cuando se subrayan las debilidades de una interpretación!
Recibe Fernando todo mi apoyo, porque eres unos de los críticos musicales más certeros que conozco.
De paso me gustaría saber tu opinión acerca de las interpretaciones de Khatia Buniatishvili.
Un cordial saludo desde Chile.
Ricardo Araya Villalonga
Muchas gracias, Ricardo.
No creo que a nadie le importe que me meta con una interpretación de Karajan, Horowitz o Grumiaux, pongamos por caso. Todo este muy desagradable asunto se ha desatado porque he me metido con algo intocable en Sevilla: sus grupos de música antigua. Tan acostumbrado están a recibir toda clase de elogios por parte de la crítica local (es rarísimo que reciban una reseña claramente negativa, cosa que no ocurre con otros artistas que visitan asiduamente las salas de concierto hispalenses, empezando por su propia Orquesta Sinfónica), que cuando alguien se mete duramente con uno de sus directores invitados, en este caso la violinista Amandine Beyer, despliegan toda la artillería. En fin, una cosa muy local y muy provinciana.
Lamento mucho no haber escuchado nada de Buniatishvili, aunque tengo por ahí pendiente su Sonata en Si menor. Un enorme placer recibir noticias desde Chile. Saludos.
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