Vyšehrad es lo que menos me ha convencido, por no encontrarlo del todo inspirado, pero en este primero de los seis poemas sinfónicos que integran el ciclo ya queda claro que el tantas veces rutinario maestro bávaro va a ofrecer aquí lo mejor de sí mismo conjugando los dos aparentemente antagónicos componentes de este retablo musical de Smetana, a saber, rusticidad –en el mejor sentido del término– tanto sonora como expresiva, y sensual refinamiento poético. Precisamente poesía de los más altos vuelos es la que despliega Sawallisch en un Moldava dicho con verdadera magia sonora (¡sublime la sección central!), para luego mostrarse como un perfecto narrador de los acontecimientos de la leyenda de la amazona Šárka, explicada con verdadero sentido dramático.
Hay quizá exceso de nervio en De los bosques y prados de Bohemia, que el maestro aborda desde un punto de vista muy escarpado, pero la enorme fuerza expresiva que emana de su batuta termina triunfando. En el díptico formado por Tábor y Blaník, finalmente, hay que destacar la portentosa planificación del tejido orquestal, desmenuzado –como en el resto del ciclo– con pinceles muy finos, pero impregnado de una rocosidad y de una tensión interna apabullantes hasta culminar en un final lleno de grandeza trágica.
Gran disco, cuya recomendabilidad les transmito a ustedes. Y si quieren una interpretación muy diferente a ésta, pero no menos admirable, acudan a Dorati.
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