domingo, 22 de enero de 2017

Más Shostakovich del Fitzwilliam

Hace unos meses realicé un acercamiento a la integral de los Cuartetos de Shotakovich que grabó el Fitzwilliam entre 1975 y 1977 comentando el disco que contenía las dos primeras páginas de la serie. No voy a escucharla completa, pero he querido dar un segundo paso repasando el CD que contiene los nº 5, 6 y 7, realizando asimismo algunas comparaciones para adquirir perspectiva.


En el comentario anterior hablaba de "un cierto sentido de la distinción británica" y de una óptica "digamos clásica, esencial, muy depurada; con aristas y con mucha tensión interna, ciertamente, pero sin necesidad de resultar visceral". Algo parecido se puede decir de la lectura del Cuarteto nº 5. En este sentido, ni el obsesivo primer movimiento resulta en exceso expresionista, ni el desolador segundo muy negro, ni el presuntamente luminoso tercero rebosante de dobles lecturas; pero el conjunto funciona merced a la perfección técnica e irreprochable gusto de unos señores que frasean con una depuración, una cantabilidad y una musicalidad “objetiva” impresionantes. Dicho esto, me gusta más aún la interpretación del Borodin de 1983, sin la elegancia ni la depuración sonora del Fitzwilliam, pero bastante más tensa, conflictiva y amarga.

Me parecen ideales para una obra como el Cuarteto nº 6 las maneras del Fitwilliam, quienes ofrecen esencialidad, equilibrio, belleza sonora, cantabilidad extrema y un lirismo en absoluto luminoso –menos aún consolador–, sino más bien onírico, fantasmagórico e inquietante. Aquí los británicos me han gustado tanto como el Borodin –propuesta radicalmente distinta, llena aristas y de amargura–; algo por debajo me parece que queda en esta página el Jerusalem, mientras que decepciona seriamente el blando e incluso llorica Emerson.

Lejos de las tensiones extremas y de la negrura del Borodin, quienes de nuevo ofrecen una interpretación de referencia (dos más bien: la de 1981 y la de 1990), para el Cuarteto nº  7, los chicos del Fitzwilliam proponen una lectura ágil y nerviosa, de tempi más bien rápidos, que excluyen la densidad sin dejar de atender a la incomodidad y a la desazón que debe producir la partitura. Todo ello servido, nuevamente, con la belleza sonora, la elegancia y la clase que distingue las realizaciones del cuarteto británico, quienes a mi entender quedan por delante del Hagen –que está sensacional en los cuartetos nº 3 y 8, como explicaré en otra entrada– y, por descontado, del Emerson.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo, en contemporánea (ya verás...), voy a las raíces, los Kolisch para Schoenberg, y los Beethoven para Shosty:

https://en.wikipedia.org/wiki/Beethoven_Quartet

La Bella Susona: el Maestranza estrena su primera ópera

El Teatro de la Maestranza ha dado dos pasos decisivos a lo largo de su historia lírica –que se remonta a 1991, cuando se hicieron Rigoletto...