ACTUALIZACIÓN
La entrada se publicó inicialmente el 21.VII.2016. Añadimos ahora las dos grabaciones en CD de Mehta, así como la filmación de Haitink con Viena y la de Harding con Berlín.
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Richard Strauss escribió Eine Alpensinfonie entre 1911 y 1915; no coincide en el tiempo, por tanto, con sus más conocidos poemas sinfónicos, pues el genial compositor ya había dado a la luz obras como Salome, Elektra y Rosenkavalier. Sería más bien contemporánea de Ariadne auf Naxos, lo que nos habla de un artista en plena madurez que domina como nunca nadie lo ha hecho los recursos de la gran orquesta sinfónica.
Hay varías líneas interpretativas posibles. La más ortodoxa consiste en seguir el programa y realizar una descripción de un amanecer en los Alpes bávaros, el camino a través de prados, bosques y cascadas, la llevada a la cumbre para contemplar el impresionante paisaje y el posterior descenso en medio de una terrorífica tormenta
–si ustedes han escuchado tronar en la alta montaña saben de qué les hablo–, para concluir en un atardecer meditativo y filosófico. La otra, que no resulta excluyente con la anterior, interpreta el hilo argumental como una metáfora de la vida humana: nacimiento, juventud, plena madurez –la cumbre–, tormentos de la vejez y abandono de este mundo. Al mismo tiempo, están los directores que potencian los aspectos más líricos y ensoñados de la partitura, mientras otros se muestran partidarios de marcar aristas y de hacer la interpretación lo más escarpada posible. La siguiente selección de grabaciones aspira a recoger todas esas posibilidades.
Sobre las puntuaciones, debo apuntar que en más de un caso he dudado mucho a la hora de poner una nota. Quizá debería haber recurrido a usar decimales, pero no me gusta hilar tan fino. Lo que sí debo dejar claro es que esta es la comparativa en la que más importancia le he dado a la calidad de la orquesta, cosa que ustedes comprenderán a la perfección habida cuenta de las características de la partitura de la que estamos hablando, extremadamente exigente en lo que a virtuosismo, brillantez y maleabilidad se refiere.
1. Böhm/Staatskapelle de Dresde (DG, 1957). Karl Böhm fue el más grande straussiano del siglo XX, y aunque a finales de los cincuenta todavía no había alcanzado su mayor grado de inspiración interpretativa, nos encontramos aquí ante una dirección de considerable nivel. Dirección amplia y poderosa que es llevada con perfecto pulso, absoluto control y mucha decisión hacia clímax de grandeza abrumadora y un punto opresiva: la visión del maestro es antes dramática que descriptiva. La tormenta resulta terrorífica, y a partir de ahí se podía pedir un punto más de emotividad poética en la reflexión final. En cualquier caso, el único reparo serio es la relativa calidad de la orquesta, que por mucho que fuera la que había estrenado cuarenta y dos años atrás la obra, suena bastante destemplada –particularmente en los metales– para quienes estamos acostumbrados a las increíbles máquinas de hacer música de hoy día. La toma es monofónica, pero de buena calidad. (8)
2. Kempe/Royal Philharmonic (Testament, 1966). Aun encontrándonos ante una interpretación dicha con ganas, de una pieza, irreprochable idioma straussiano y ajena a efectismos, lo cierto es que la batuta del maestro nacido en Dresde se muestra algo lineal, no aprovechando muchos pasajes que requieren mayor vuelo lírico y necesitando un tratamiento orquestal de mayor plasticidad. La claridad no está siempre conseguida, mientras que el final no resulta todo lo inquietante que debiera. En lo que se refiere a la orquesta londinense, los metales resultan algo estridentes y desabridos. La grabación es buena en lo tímbrico, pero se queda corta en gama dinámica y no equilibra bien los planos sonoros. (7)
3. Kempe/Staatskapelle de Dresde (DVD Audio EMI, 1971). Aun más lograda que su registro con la Royal Philharmonic, esta grabación no se
mantiene hoy tan vigente como su enorme prestigio nos pudiera hacer pensar.
Además de que la orquesta que estrenó la partitura sigue estando en baja forma, flaqueando sobre todo por unas
trompetas más bien estridentes, por parte de Kempe las inspiración se muestra
algo irregular: las melodías no están del todo paladeadas, hay una cierta falta
de aliento poético y al tramo final se le podría sacar más partido.
En cualquier caso, el maestro muestra un desarrollado instinto del color y de
las texturas –a destacar el incisivo y sarcástico tratamiento de las maderas–,
sabe construir el edificio sin vacilaciones y ofrece momentos de una enorme
intensidad emocional, particularmente en el desgarrado clímax tras finalizar la
tormenta. La toma sonora presenta distorsión, pero gana mucho cuerpo en el hoy descatalogado DVD
audio, sobre todo en lo que al registro grave se refiere, poderosísimo; apenas se nota la cuadrafonía salvo en las trompas fuera del escenario, que
suenan verdaderamente distanciadas, y la escena de las vacas, que pasan “por
delante” de la orquesta. Supongo que el nuevo reprocesado de Warner habrá mejorado las cosas en CD. (8)
4. Mehta/Filarmónica de Los Ángeles (Decca, 1975). El maestro indio de mueve muy a gusto en este repertorio desplegando músculo, colorido y brillantez, haciéndolo además con decisión en el trazo, pulso firme y una clara voluntad de apartarse tanto del preciosismo como de la opulencia. El resultado es vistoso, pero superficial: detrás de tan irreprochable puesta en sonidos no se perciben esa sensualidad, ese aroma poético y ese sentido reflexivo que esta música está pidiendo a gritos para demostrar que va mucho más allá de la mera descripción. Tampoco Mehta se preocupa por matizar gran cosa. (7)
5. Solti/Sinfónica de la Radio Bávara (Decca, 1979). Nadie puede negar a Solti haber sido uno de los grandes expertos en el sonido straussiano, y desde luego en este registro –en Múnich y no con su orquesta de Chicago, curiosamente– lo demuestra con creces ofreciendo un increíble dominio de las texturas, brillantez a raudales y una vitalidad portentosa. Pero lo cierto es que, tras un amanecer muy conseguido, el maestro da una de cal y una de arena alternando pasajes de enorme garra con otros lastrados por la precipitación –le dura solo 44’19’'– en los que las melodías no se desarrollan con la cantabilidad, la grandeza ni la emotividad que la partitura demanda. Eso sí: soberbiamente grabada, la orquesta funciona a pleno rendimiento bajo la batuta de un maestro que extrae de la misma unos colores más incisivos de lo que en ella es habitual. (7)
6. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1981). En el momento más inspirado de su carrera, y también en el de mayor dominio del idioma straussiano –poco después vendría su genial Rosenkavalier–, el de Salzburgo firmó uno de los mejores discos de su carrera con esta interpretación que no es personal ni creativa, pero sí irreprochable en la comprensión de la obra. Karajan encuentra el punto justo de elegancia y decadentismo, sin blanduras pero también mostrándose ajeno a los excesos, sabiendo ser descriptivo, pintoresco y amable sin renunciar a lo dramático –tremenda la tormenta– ni a lo trágico –el final desprende el adecuado amargor–. Todo ello lo plasma en sonidos con la mayor perfección imaginable, tanto en lo que al trazo se refiere –acenso y descenso planificados con absoluta naturalidad– como en lo que respecta al equilibrio de planos –se escucha todo–, al tratamiento del color –riquísimo, con portentosa sensualidad straussiana– y a la plasticidad de las texturas, expuestas con un preciosismo y refinamiento al alcance solo de las más geniales batutas. La Filarmónica de Berlín, redonda en sonoridad y con un registro grave aquí de lo más adecuado, es la ideal para esta obra. (10)
7. Previn/Orquesta de Philadelphia (EMI, 1983). Una interpretación de línea digamos “objetiva”, directa, decidida y entusiasta, admirablemente trazada, irreprochable en el idioma y brillante en el punto justo –no hay exceso alguno–, como tampoco de melifluidad o carácter en exceso contemplativo. Alguna frase podía estar un poco más paladeada, y el último cuarto de la obra podía alcanzar aún más magia y profundidad –al final se le podía sacar más partido–, pero en conjunto es una recreación de muy alto nivel, lo que tiene mucho que ver con la fantástica ejecución de la orquesta: quizá por ella le podemos poner sobresaliente al resultado, y no el notable alto que en realidad merece la batuta. La toma no es del todo clara ni natural en lo tímbrico, aunque alcanza gran gama dinámica en la tormenta. (9)
8. Karajan/Filarmónica de Berlín (DVD Sony, 1983). Extrañamente, el de Salzburgo evidencia cierta desconcentración que le lleva a no ofrecer toda la grandeza posible ni a desgranar las melodías con la mayor cantabilidad, ni siquiera a ser todo lo claro que acostumbra: el registro en estudio es superior. En cualquier caso, Karajan termina ganando la partida por su sentido del color, su brillantez, su elocuencia y, claro está, por la espectacularidad de una impresionante tormenta. La gama dinámica del DVD es realmente amplia. (9)
9. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1985). Como es habitual, el maestro holandés no se muestra creativo ni personal, pero sí perfecto en la arquitectura, irreprochable en la musicalidad, ortodoxo en el estilo y, en esta ocasión, muy sincero. La arquitectura está perfectamente trazada, los aspectos descriptivos están muy conseguidos, el clímax central alcanza fuerza sin retórica, la tormenta despliega mucha fuerza y la meditación final, ya que no muy filosófica, exhibe serena belleza. El final es más sobrio y digno que pesimista. La orquesta, fabulosa: como en el anteriormente citado registro de Previn, es por el esplendor orquestal –y no tanto por la batuta– por lo que esta interpretación se merece el sobresaliente. (9)
10. Maazel/Sinfónica de la Radio Bávara (RCA, 1988). Interesantísima aportación de un Maazel que deja de lado la delectación melódica, la ensoñación lírica y la grandiosidad épica para subrayar los aspectos más escarpados, dramáticos y sombríos de la partitura. La tormenta es más electrizante y terrible que poderosa, mientras que final resulta particularmente descorazonador e inquietante. Ahora bien, el enfoque es resulta tan unitaleral que en algún momento se echa en falta algo más de poesía. Sin duda espléndida –como con Solti– la orquesta muniquesa, aunque la batuta procura que suene más rústica que propiamente straussiana. Magnífica la toma sonora, asombrosa si se escucha en Dolby Surround. (9)
11. Mehta/Filarmónica de Berlín (Sony, 1989). Aunque el concepto sigue siendo el mismo, antes descriptivo que filosófico, esta lectura resulta muy preferible a la del propio Mehta catorce años anterior. Primero, porque la orquesta no es solo aplastantemente superior a la Filarmónica de Los Ángeles, sino sencillamente la mejor del mundo para esta partitura. Segundo, porque el maestro paladea la música con más sosiego –52’25 frente a los 48’08’’ de entonces–, alcanza mayor inspiración en los momentos clave y, siempre teniendo en cuenta la excelencia del instrumento a su disposición, desmenuza mejor el complejísimo entramado sinfónico. La toma es sensacional, y los ingenieros acertaron al grabar muy bajo para recoger la amplísima gama dinámica demandada. (9)
13. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Erato, 1992). Nos encontramos aquí ante una visión eminentemente humanística y filosófica, muy alejada de lo descriptivo y pintoresco, lo que quiere decir que alcanza sus mejores momentos en todo el tramo final, de una hondura y belleza admirables, pero también que se queda algo corta de sentido del color, de constrastes y de matización de las intervenciones solistas en otros momentos. Tales insuficiencias por parte de la batuta las compensa la ejecución difícilmente superable de una orquesta que aquí suena de modo magnífico, pero muy alejada de la opulencia y la delectación sonoras. (9)
14. Ozawa/Filarmónica de Viena (Philips, 1996). Esta interpretación deja bien claras las características del maestro japonés: fraseo fluido, flexible y muy elegante, agilidad bien entendida, tímbrica rica –antes suave que incisiva–, brillantez controlada a la perfección y, en el lado negativo, tendencia a lo superficial y lo descafeinado, o al menos a ofrecer interpretaciones más bien complacientes y no muy ricas en pliegues expresivos. En este sentido, el primer tercio de la obra resulta un tanto naif y pintoresco, antes que verdaderamente poético. Poco a poco Ozawa se va centrando y alcanza picos de tensión muy impactantes, para luego ofrecer una tormenta de gran vistosidad y clímax particularmente terrorífico. La sección final, hermosísima pero de nuevo no muy honda ni conmovedora. Menos mal que está la orquesta vienesa para arregar un poco las cosas. (8)
16. Thielemann/Filarmónica de Viena (DG, 2000). Thielemann se mira en el espejo de Karajan para construir una lectura descriptiva y colorista antes que inquietante, suntuosa en la sonoridad, refinada pero también de enorme opulencia, cantada con amplio aliento lírico e idóneo idioma straussiano. El problema es que el maestro berlinés, además de no posser el increíble virtuosismo de su ídolo a la hora de tratar las texturas, tiende en exceso a lo bucólico y ensoñado en los momentos más líricos, hasta el punto de que en algunas frases resulta no solo en exceso ternurista, sino también un tanto empalagoso, por no decir blandengue. La espléndida orquesta no parece terminar de sonar como ella suele, aunque esto puede ser debido a una toma sonora que, aun ofreciendo una enorme potencia durante la tormenta, no llega a la máxima categoría posible para la época. (8)
17. Wit/Staatskapelle Weimar (Naxos, 2005). El maestro polaco nos ofrece una singular recreación, de perfecto idioma pero en una línea mucho antes contemplativa que dramática, opción que termina produciendo algunos desequilibrios. Maravillosa resulta la primera mitad de la obra, ascendiéndose a la cumbre con una sensualidad, una comunicatividad y una nobleza admirables, cantando las melodías con una extraordinaria concentración y una gran dulzura –sin caer en el empalago– y no dejándose llevar por la descripción pintoresquista, sino optando más bien por una serena reflexión; de ahí que se pueda echar de menos mayor riqueza tímbrica y atención a las texturas. El clímax es magnífico: sereno y grandioso. A partir de ahí la batuta pierde algo de tensión interna, no siendo del todo inquietante el paisaje de calma previo a la tempestad y echándose de menos en esta última mayor electricidad, virulencia e incisividad. Eso sí, no hay la menor concesión efectista. El final vuelve a ser muy noble y hermoso, aun sin el regusto amargo y la hondura trágica de otras lecturas. La orquesta se comporta muy bien. (8)
19. Bychkov/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2008). El idioma es irreprochable, el pulso está bien sostenido –los tempi son rápidos–, no hay excesos ni melifuidad y la brillantez está garantizada, pero Bychkov se muestra bastante impersonal (¿a alguien le sorprende?), poco creativo e incapaz de destilar poesía en los pentagramas, siendo el resultado más bien plano y echándose de menos compromiso y variedad expresiva. Tampoco atiende mucho a la disección del entramado orquestal. Eso sí, impresionante la Filarmónica de Berlín, que aporta mucho a la interpretación. (7)
20. Haitink/Sinfónica de Londres (LSO Live, 2008). Esta interpretación en vivo no es mejor que la anterior en estudio a cargo del mismo director, pero sí complementaria. La jornada ya no es la de un hombre maduro en plenitud de facultades, sino la de un anciano en el ocaso de su vida. Se ha perdido buena parte de la fuerza y la jovialidad de entonces, también de la fascinación ante el paisaje y del goce ante lo pintoresco. A cambio nos ofrece el maestro holandés una mayor dosis de sensualidad, lirismo y poesía, adoptando una visión más serena, contemplativa e incluso ensoñada, más paladeada y trabajada con mayor plasticidad y sentido atmosférico. El arranque resulta particularmente brumoso. Hay alguna intervención solista algo blanda al llegar a la cima, muy ensoñada. La tormenta tiene menos fuerza que antes. El final, amplio y con una buena dosis de dulce melancolía, también con un punto de misticismo panteísta, mira hacia el último Strauss, el de los Cuatro últimos lieder, y se disuelve en las mismas espesas brumaas del principio. La toma es un poco turbia, como suele ocurrir con las realizadas en el Barbican Hall, pero en un reproductor de SACD nos ofrece un relieve y una espacialidad admirables, así como la posibilidad de escuchar las trompas “off-stage” por los canales traseros. (9)
21. Luisi/Staatskapelle de Dresde (YouTube, 2009). Repetición de la jugada –o casi: es un poco más rápida y hay alguna que otra pifia propia del directo– por parte de Luisi y la formación de la que entonces era titular en los Proms de 2009. Hay imágenes y el vídeo es gratuito, pero esta filmación de la BBC dista de poseer la asombrosa calidad sonora del registro de estudio dos años anterior, que recomiendo con mayor entusiasmo. (8)
22. Nelsons/Ciudad de Birmingham (Orfeo, 2010). El joven maestro deja de lado toda elucubración filosófica para ofrecer una interpretación juvenil, extrovertida y de marcado carácter narrativo, decidida pero fraseada con amplitud –sin caer en las premuras de un Solti–, de sonoridad muy adecuada para el compositor y de incuestionable musicalidad. Ahora bien, se encuentra realizada con más atención al trazo global, irreprochable, que al detalle y al cuidado por exponer todo el entramado polifónico, lo que implica que hay líneas que no se oyen del todo bien, con indepenencia de que las texturas estén adecuadamente tratadas. A destacar la buena planificación de tensiones hacia la cumbre, culminando en una intensísima Visión. La tormenta es nerviosa y no poco violenta. Muy concentrado el final. La orquesta, recogida de manera no particularmente brillante por los ingenieros de sonido, funciona de manera espléndida en esta toma en público. (9)
23. Harding/Orquesta Saito Kinen (Decca, 2012). El tantas veces pretencioso y mediocre Harding nos da aquí la monumental sorpresa con una lectura de perfecto idioma, excelente trazo, buen aunque no excepcional trabajo con las texturas –espléndida la cascada– y considerable inspiración poética, que se encuentra llena de grandeza sin retórica en sus clímax y, en el plano conceptual, alcanza un admirable equilirio entre lo descriptivo y lo filosófico: tras una tormenta muy lograda, toda la sección final se eleva a cotas realmente emotivas de amarga reflexión sobre la condición humana. Lo menos extraordinario es quizá la sección digamos paisajística, donde sobra algún portamento y hay ciertos coqueteos con el ternurismo, aunque sin llegar a caer en él. Espléndida la orquesta (¡con Baborák como primera trompa!). La toma sonora, siendo más que notable, no es la mejor de las posibles, aunque en HD audio la percusión alcanza un relieve abrumador. (9)
24. Haitink/Filarmónica de Viena (YouTube, 2012). El veterano maestro vuelve a dar en la diana con una lectura trazada con pasmosa perfección, dicha con el más certero idioma y de una musicalidad admirable en la que solo cabe reprochar que esta vez su conocido distanciamiento expresivo le lleva a quedarse algo corto de elevación poética en una sección final en exceso sobria, poco emotiva, más ambigua que amarga. En cualquier caso, imposible sustraerse a pasajes tan maravillosamente resueltos como los “instantes de peligro” o toda la tormenta, de una espectacularidad apabullante con la que tiene mucho que ver el virtuosismo de la orquesta vienesa. La toma es muy buena para venir del Royal Albert Hall, pero el ajuste de volumen que realiza la transmisión en el primer minuto llega a resultar perjudicial. (9)
27. Nelsons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015). Con una orquesta superior a la de Birmingham, aunque no exenta de algunas leves vacilaciones propias del directo, Nelsons vuelve a demostrar su excelencia a la hora de interpretar la obra ofreciendo un trazo global perfecto, fuerza expresiva controlada con mano maestra, apreciable sentido narrativo y brillantez tan comunicativa como ajena a la retótica. Ahora, quizá, la Visión resulte menos extrovertida y algo más madura que antes, y si el resultado final no llega a la altura de las más grandes recreaciones fonográficas de la pieza sea porque –como en su grabación para Orfeo– se echa de menos un trabajo aún más minucioso con los detalles y con las texturas; también porque sobra alguna frase algo más sentimental de la cuenta en la primera parte de la obra y, sobre todo, porque la meditación final resulta un punto más resignada, digamos religiosa en el sentido más tópico del término, de lo que hubiera sido preferible. La toma no ayuda: se queda algo corta a la hora de recoger la amplia gama dinámica que exige la partitura. (9)
28. Harding/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2018). Aunque corrige los devaneos que se apreciaban en su registro con la Saito Kinen, Harding podría dar todavía una vuelta de tuerca más en lo que a emoción y poesía se refiere –la salida del sol, los momentos más líricos de la primera mitad de la obra–. En cualquier caso, nos encontramos una interpretación formidablemente trazada en su arquitectura global, delineada de manera admirable en lo que al tratamiento de planos sonoros se refiere y dicha con un perfecto idioma straussiano, aunando la riqueza tímbrica, el refinamiento bien entendido y la riqueza sin efectismos. Quizá la secuencia final resulte menos amarga e intensa que en la anterior ocasión, aunque en contrapartida tenemos una orquesta que supera con mucho a la japonesa: ala plasticidad y la depuración sonoras resultan inmejorables, por no hablar de la opulencia, la solidez y la fuerza que es capaz de desplegar tan impresionante instrumento cuando una batuta del virtuosismo de la del maestro británico se pone a su frente. El único reparo serio sigue siendo el de la versión de Nelsons con la misma formación: la Digital Concert Hall se queda corta a la hora de ofrecer la enorme gana dinámica que demansa una partitura como la presente. (9)
3 comentarios:
Gracias por la comparativa.
Y muchas gracias por descubrirme la interpretación de Maazel de 2014.
¡Todo un descubrimiento! Aunque no me sorprende, pues el director estadounidense dejó varias interpretaciones gloriosas en sus últimos años de vida. Recuerdo una Trágica de Mahler realmente extraordinaria.
Por cierto, apreciado Fernando, ¿qué opinión le merece a usted esta lectura de la Sinfonía Alpina?
https://m.youtube.com/watch?v=zljMojzEVuU
Me cuesta recordar una interpretación mejor con orquesta y director españoles.
Le saluda cordialmente,
Antonio.
Gracias a usted por el interés, Antonio.
Lamento no haber podido escuchar esta Alpina. Tengo una pobre opinión de López Cobos como director -le he escuchado con frecuencia en directo-, y sin embargo su Salomé de Strauss en el Real me pareció sensacional, un trabajo formidable no solo desde el punto de vista técnico (¡qué manera de trabajar con una orquesta de segunda!), sino también en lo expresivo, así que es posible que esta interpretación que me recomienda me guste mucho. A ver si encuentro un rato para verla: ahora mismo el tiempo de audiciones lo dedico a prepararme mis próximos conciertos en Granada y Londres. Reciba un cordial saludo desde Jerez de la Frontera.
Otra excelente de Rafael Frühbeck de Burgos:
https://www.youtube.com/watch?v=EN3EBs6BgH4
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