jueves, 4 de febrero de 2016

Un recuerdo de la infancia: Peer Gynt por Fjeldstad

Hay cosas que a los mayores nos resultan indiferentes pero que a los niños les puede llamar poderosamente la atención. Seguro que ustedes albergan en algún rincón de su memoria objetos de su infancia que por algún motivo u otro ejercían sobre su mente un particular magnetismo. A mí me pasó, siendo todavía muy pequeño, con la portada de un disco en la colección de mi padre que ponía Peer Gynt – Oivin Fjeldstad – Orquesta Sinfónica de Londres. Cuando aprendí a leer los dos primeros nombres me quedaba contrariado por resultarme impronunciables, pero lo que realmente me atraía era la imagen de la portada, precisamente una ilustración de la obra de Ibsen en la que se ve al protagonista en la corte del Rey de la Montaña. No sabía de que iba el rollo, claro, pero la combinación de esa imagen con el contenido del disco, que en casa se ponía bastante, me debió dejar huella.


El vinilo aún lo conservamos, y precisamente lo tengo en este momento a mi lado. La portada es muy parecida a la que he tomado de internet, solo que la edición es española –discos Columbia– y de sonido monofónico, aunque el original fuera estéreo. La grabación, para ser concretos, se realizó en el hoy desaparecido Kingsway Hall de Londres entre el 17 y el 19 de febrero de 1958, con una toma digna para la época pero también un punto distorsionada y estridente incluso en la edición que he tenido la oportunidad de escuchar ahora, la realizada en Japón reprocesando el original a 96 kHz/24-bit. Se tuvo a bien incluir más música de la habitual: además de las Suites nº 1 y 2, se añadieron el Preludio y la burlesca Danza de la hija del Rey de la Montaña, aunque ésta colocada al final. Lo que no hay son solistas vocales ni coro.

¿Qué he ha parecido la interpretación? Pues desde luego no llega a la altura de aquella con la que muchos años más tarde de conocer el referido vinilo aprendí a amar esta música, la de Barbirolli para el sello EMI, pero aun así me ha parecido muy notable. La mayor virtud del maestro noruego es que su Grieg suena precisamente a eso, a Grieg, con toda su sana rusticidad y evitando pulir en exceso las texturas y ofrecer narcicismos sonoros. Pero tampoco es que se trate de una interpretación basta, en modo alguno: la música está bien paladeada en lo melódico, el fraseo es muy natural, se revelan detalles interesantes en la orquestación –en la Danza árabe, por ejemplo- y la celebérrima Cueva del Rey de la Montaña está tratada con adecuada sorna y planificando un amplísimo accelerando desde el arranque hasta su apoteósico final.

Un disco recomendable, desde luego, y muy superior al tan cacareado de Thomas Beecham, quien quitando su muy británico sentido del humor ofrece una recreación más bien pesadota y prosaica, dicho sea de paso. Eso sí, Barbirolli sigue siendo para mi gusto el número uno en esta música maravillosa. ¿El problema? La del Baronet se encuentra por todas partes, pero las de Fjeldstad  y Barbirolli son difíciles de localizar.

2 comentarios:

Bruno dijo...

Me va a obligar a volver a escuchar a Oivin Fjeldstad en el concierto de Sibelius con Ricci, del que tengo muy buen recuerdo.
Me imagino que ya no está en trance de muerte. Suele pasar, uno no puede estar muerto y escribiendo a la vez.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues no sé si estoy muerto ya, pero la verdad es que las cosas se han complicado por las secuelas de la epidural: el dolor de cabeza es espantoso. Uf.

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