Sigue En blanc et noir, del propio Debussy. En su grabación de 1977 junto a Stephen Kovacevich para el sello Philips quedaba claro que una obra curvilínea como esta resulta ideal para el estilo felino de la Argerich, quien se preocupaba de acentuar las tensiones (¡qué modernidad la de la partitura!) pero también de ofrecer enorme concentración en el segundo movimiento; por desgracia, su toque resultaba en exceso percutivo para el impresionismo, mientras que tampoco terminaba de ofrecer la sensualidad, el sentido del misterio y la poesía que la obra demanda.
Ahora las cosas, sean por madurez de la pianista de Buenos Aires o por la compañía de Barenboim, han cambiado sustancialmente. La pulsación es mucho menos seca, más flexible y variada; la fuerza visionaria de los clímax siguen ahí, pero ahora se llega a ellos no tanto por trallazos de electricidad como por la acumulación subterránea de tensiones; el segundo movimiento, por su parte, ha perdido considerablemente en lentitud pero resulta más rico en sugerencias, también en inspiración y, en general, la lectura se eleva con mayor vuelo poético. Parecería que el resultado es insuperable si no fuera porque a las hermanas Labèque, en un estilo distinto –más tenso, más nervioso y más extremo en los contrastes– se le han escuchado dos grabaciones extraordinarias de esta obra.
Queda la descomunal Sonata para dos pianos y percusión de Bartók, y de nuevo hay que hacer aquí referencia al registro de Argerich con Kovacevich. En principio, el toque percutivo y fiero de la pianista de Buenos Aires parece ideal para esta obra, pero lo cierto es que su enfoque resultaba en aquella grabación, además de adecuadamente incisivo y electrizante, en exceso violento –también por parte de la percusión–, además de seco y un punto cuadriculado. El segundo movimiento, aun dicho con concentración extrema, resultaba antes frío que misterioso. Pues bien, aquí se produce otro considerable cambio a mejor, y en el mismo sentido que en la obra de Debussy: toque apreciablemente menos duro, fraseo más variado y abundante en matices. Los colores son más ricos, las texturas más sugerentes. Hay menos electricidad y mucho más atmósfera, sentido del misterio y vuelo poético –incluso en la breve coda hay una atractiva pincelada humorística–, sin que la interpretación deje de estar llena de nervio y de garra, de verse impulsada por una rítmica muy vigorosa –el sabor folclórico se hace evidente– y de estar marcada por los claroscuros.
Lo más curioso es que al escuchar la grabación por momentos puede parecer que Argerich está en el lado izquierdo, cuando viendo las filmaciones pirata que circulan en YouTube resulta que quien se encuentra en esa posición es Barenboim: tal es el grado de fusión interpretativa que alcanzan los dos artistas. Los percusionistas salen de la WEDO y son excelentes, pero la edición escamotea los nombres. Navegando por internet he podido localizarlos: Lev Loftus y Pedro Manuel Torrejón González. De Jerusalén el primero, y miembro de la Filarmónica de Israel. De Isla Cristina el segundo. ¡Ole!
Ah, en la descarga de Peral Music falta la maravillosa propina tchaikovskiana, pero aquí les dejo yo la piratada. Disfrútenla antes de que la quiten.
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