sábado, 13 de febrero de 2016

Los conciertos para piano de Shostakovich por Vinnitskaya (¡y Omer!)

Este registro dedicado a Shostakovich y protagonizado por la pianista rusa Anna Vinnitskaya se grabó en septiembre de 2014 al hilo del Festival Shostakovich celebrado en Dresde por iniciativa de la Staatskapelle de la capital sajona. Su peculiaridad es que para el Concierto para piano nº 1 la solista dirige desde el teclado a una formación como la Kremerata Baltica, a mi entender en exceso escuálida para este repertorio aunque ciertamente adecuada para ofrecer una visión más camerística de la pieza. En el Concierto nº 2 sigue estando ahí, aunque añadiendo los vientos de la orquesta que patrocina el evento, la mismísima Staatskapelle. Los resultados interpretativos son notables, pero solo eso.


Tanto en su labor al piano como dirigiendo a la formación de cámara fundada por Gidon Kremer –que se implica mucho en lo expresivo, sobre todo en la electricidad que demuestra en el último movimiento–, la joven pianista rusa demuestra en el Concierto para piano, trompeta y cuerda una sensibilidad certera a la hora de poder de relieve los aspectos líricos y dolientes de la obra, para lo que hace gala de un fraseo natural, flexible y concentrado al tiempo que se mantiene alejada de los juegos más o menos circenses. Esto último, quizá en exceso: para redondear la interpretación se hubieran necesitado contrastes más marcados, mayor incisividad y un cierto espíritu gamberro que no se encuentra en contradicción con el desgarro interno shostakoviano. También haría falta una vuelta de tuerca en lo que a pathos y tensión interna se refiere. La trompeta de Tobias Willner –Staatskapelle de Dresde–, se muestra antes atmosférica y doliente que mordaz, y por ende carece de toda la retranca necesaria.

En Concierto nº 2 Vinnitskaya vuelve a demostrar que le interesa mucho antes la expresión que el virtuosismo, mostrándose sensible y musical en todo momento, pero también vuelve a quedarse corta en variedad expresiva y sentido de los contrastes, ofreciendo un Allegro con empuje pero no del todo rico en matices para después pasar a un Andante muy lírico y evocador, pero en exceso “femenino”, carente de la congoja interna y de la riqueza de matices que han sabido ofrecer otros pianistas. Al Finale le falta un punto de desparpajo.


Dadas las características de la página, la solista deja esta vez la dirección a otra persona, y aquí aparece un viejo conocido de quienes frecuentamos el Palau de Les Arts: Omer Meir Wellber, presentado como director revelación en Valencia y luego caído en desgracia ante el público valenciano y la propia Helga Schmidt. Lo cierto es que aquí, en Shostakovich, no lo hace mal: comienza en exceso pimpante pero luego se va centrando para ofrecer una lectura intensa y decidida, ya que no muy imaginativa; el Andante, en perfecta sintonía con la solista, resulta tan hermoso y fluido como descafeinado.

Acompañada por un tal Ivan Rudin, Vinnitskaya completa el disco con el Concertino para dos pianos y la Tarantella para dos pianos, de 1953 y 1955 respectivamente, obras simpáticas pero muy menores que hubieran necesitado una dosis mayor de sal y pimienta para funcionar.

Ah, si alguien quiere saber cuáles son mis grabaciones favoritas de los dos conciertos, puede consultar mis discografías comparadas sobre el nº 1 y el nº 2.  Y si no desean perder el tiempo: Kissin/Spivakov para el Primero, Bernstein tocando y dirigiendo él mismo para el Segundo, Leonskaja/Wolff para los dos.

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