ACTUALIZACIÓN - 8.VII.2014
El otro día vi por televisión la entrega de la Medalla de Oro del Festival de Granada a Martha Argerich. En ella Antonio Moral, haciendo referencia a la segunda parte del programa, habló de la excelencia de Ensr Ansermet y de la Orquesta de la Suisse Romande interpretando Le sacre du Printemps. Miré en mi discografía y, vaya por dios, esa versión no la tenía escuchada. He ido a por ella -he ha gustado muy poco–, y a continuación he aprovechado para actualizar esta entrada. Tras su renovación en enero de 2022 he tenido la oportunidad de escuchar de nuevo las grabaciones de Markevitch 1959, Bernstein 1972, Karajan 1977, Maazel 1980, Boulez 1991 y Nezét Séguin, lo que me ha llevado a modificar en pequeña o gran medida los correspondientes comentarios. He incorporado a la lista a Ormandy 1955, Tilson Thomas 1972, Dudamel, Rattle 2015, Chailly 2016, Heras-Casado, Nelsons y Mäkelä por duplicado, además de la citada de Ansermet.
Nota introductoria.
La primera discografía comparada que hice de esta obra apareció en el blog
el 2 de enero de 2012. Llegué entonces a comentar treinta y dos referencias.
Ahora he incorporado comentarios sobre Bernstein 1958, Bernstein 1966, Abbado
1975, Dutoit 1984, Chailly 1985, Mehta 1985, Nagano 1990, Barenboim 1993,
Svetlanov, Tilson Thomas 1996, Boulez 1997 en Salzburgo, Maazel 1998, Jansons
2006, Rattle 2009, Rattle 2012, Nézet-Séguin, Currentzis y Rattle 2014. Dieciocho nuevas en total, hasta alcanzar un total de cincuenta.
Además, he vuelto a escuchar las de Stravinsky 1960 (esta vez en SACD), Ozawa 1968
(a ciegas, sin saber quién era el director), Boulez 1991 y Boulez 1997/LSO. Para
casi todas estas he escrito comentarios sustancialmente renovados. Además,
después de las nuevas audiciones he decidido rebajar la puntuación de las dos últimas
citadas a cargo de Boulez de 10 puntos a solo 9; ya en 2012 me lo estuve
pensando, y ahora veo con mucha más claridad que no se merecen tanta “nota”, por
mucho que la visión del maestro francés siga siendo un clásico.
Sea como fuere, son tantas las novedades que presenta esta nueva edición de
la discografía que en lugar de modificar la
entrada anterior, como he hecho en otras ocasiones, he dejado la antigua en su sitio y he realizado esta
nueva. Continúa siendo un work in progress, claro, pero estoy ahora más
satisfecho que antes.
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A estas alturas no les voy a descubrir a ustedes nada nuevo sobre el más
famoso ballet de Stravinsky, estrenado en medio de un enorme escándalo el 29 de
mayo de 1913 en el Teatro de los Campos Elíseos de París con coreografía de
Vaslav Nijinsky y bajo la dirección musical de Pierre Monteux. Lo que sí les
quiero proponer son estos apuntes que les pueden dar una idea de las tres
grandes líneas interpretativas –complementarias entre sí, eso por descontado– que ha conocido en disco Le Sacre du printemps: la dura, seca y violenta,
que es en cierto modo la “oficial” por ser la defendida por el propio autor, la
propuesta digamos intelectual de Pierre Boulez, atenta ante todo al análisis de
la portentosa escritura orquestal, y una tercera, en cierto modo inaugurada por Bernstein y Karajan, que descubre los numerosos lazos que vinculan la genial partitura con el pasado romántico e impresionista.
Como en otras
ocasiones, hemos puntuado del uno al diez. Verán ustedes
que, en la opinión de quien suscribe, el nivel medio de las grabaciones
discográficas es altísimo a pesar de la incuestionable dificultad que entraña la
interpretación de semejante obra maestra.
1. Markevitch/Orquesta Philharmonia (Testament, 1951). La pobre toma sonora no permite valorar del todo hasta qué punto el maestro ruso obtiene claridad de la fabulosa orquesta en esta interpretación magníficamente trazada sin parecer en ningún momento calculada ni intelectual, sino por el contrario ofreciendo altas dosis de frescura, calidez y emoción, hasta alcanzar una Danza del sacrificio verdaderamente frenética. Ahora bien, da la impresión de que en su grabación en estéreo –editada por Testament en el mismo compacto– Markevitch alcanzará cotas aún superiores de salvajismo y tensión interna. (9)
2. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1955). Hay que aplaudir que Ormandy defendiese –cierto es que ya lo había hecho Stokowski en Fantasía– esta música en fechas relativamente temprana, que lo hiciera desplegando un enorme virtuosismo y que inyectara una enorme energía a la ejecución. El problema es que el asunto se le va un poco de las manos: el maestro frasea con premura, no deja a la música respirar, pasa de largo ante los aspectos más atmosféricos de la página y no termina de encontrar una hilazón de tensiones entre cada uno de los segmentos, que suenan yuxtapuestos uno detrás del otro sin la suficiente lógica. La toma ha quedado muy anticuada. (5)
2. Monteux/Sociedad de conciertos del Conservatorio de París (Decca, 1956). Sinceramente, no entiendo el enorme prestigio de esta grabación si dejamos a un lado el valor, indiscutible, de que fue Monteux quien estrenó la obra. Lo más interesante de su dirección me parece su tímbrica incisiva y descarnada, a lo que aquí contribuye una toma sonora, en temprano estéreo, seca y cortante. Su claridad es también admirable. El problema, aparte de la muy discreta calidad de la orquesta, es que la arquitectura no está bien construida, y de hecho los momentos más conseguidos impresionan antes por la acumulación de decibelios que por la tensión sonora alcanzada. (6)
3. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1957). Nadie le puede discutir el pedigrí stravinskiano al maestro suizo, aquí bien evidente en el tratamiento de timbres y texturas, pero a día de hoy esta lectura solo sirve de testimonio de las enormes dificultades que durante mucho tiempo suponía enfrentarse a Le Sacre. A la orquesta le cuesta mucho, a veces muchísimo trabajo tocar lo que está en la partitura, la batuta no logra organizar el material y la discontinuidad se hace patente en una lectura a la postre deslavazada e insuficiente. Sonido ya estereofónico, con las limitaciones propias de la época. (6)
4. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1958). Por aquellas fechas Lenny –que contaba treinta y nueve años y solo cinco meses atrás había estrenado en Broadway West Side Story– no era aun un director completamente formado: la irregularidad presidía sus numerosas grabaciones para CBS. Pero lo cierto es que en Le Sacre se sintió muy a gusto desatando a la fiera y dando rienda suelta a una salvaje, feroz orgía de sonidos en la que la espontaneidad e inmediatez expresiva de su batuta, su irresistible impulso dionisíaco, su asombroso sentido del ritmo, su capacidad para planificar dando la impresión de una total espontaneidad y su valentía a la hora de desafiar nuestro oído con timbres desgarrados y violentas explosiones de la percusión, pero también su fino olfato a la hora de rastrear las raíces impresionistas de la introducción de la segunda parte, terminan ganando la partida por encima de las serias limitaciones de su orquesta. La última remasterización y la audición en HD permite disfrutar dignamente de un estéreo algo desequilibrado de planos que, pese a las limitaciones de la época, logra ofrecer una apreciable gama dinámica y una suficiente redondez en los sonidos graves. (9)
6. Stravinsky/Columbia (CBS-Sony, 1960). El compositor se reafirma a sí mismo con una lectura decididamente no solo antirromántica, sino también anti-impresionista, que procura borrar todo posible rastro de sensualidad –quizá por eso los pasajes lentos van algo apresurados– para centrarse en un discurso seco, tenso y violento, por momentos terrorífico, en el que sobresale la agresividad implacable que se acumula en toda la Danza de la elegida. Lástima que la orquesta deje mucho que desear y que, en parte por ello mismo, la claridad diste de ser satisfactoria. También por la técnica de batuta de Stravinsky, que además no consigue dotar a la interpretación de toda la continuidad de tensiones deseable. La toma sonora original no es mala, pero sufre evidentes limitaciones. (8)
7. Monteux/Sinfónica de Londres (radio, 29 de mayo de 1963). En principio el morbo de esta retransmisión radiofónica es enorme, escuchar al casi nonagenario Pierre Monteux dirigiendo Le Sacre cincuenta años justos después de que él mismo estrenara la obra en París. Por desgracia, e independientemente de la precariedad de la toma, lo que nos encontramos es una interpretación mediocre desde el punto de vista técnico, por no decir chapucera, amén de muy desganada desde el expresivo. Particularmente grave es toda la primera parte, aquejada de una terrible flacidez. La segunda mejora un tanto gracias a la atmósfera nocturnal que el anciano maestro obtiene en su introducción y a que en la Danza del sacrificio tanto él como la orquesta de la que por entonces era titular le ponen más ganas al asunto. (2)
9. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1963-64). Esta fue la grabación que llevó al compositor a acusar a Karajan de ser un “bárbaro de salón”. Vista a día de hoy, la afirmación no pasa de ser la típica boutade stravinskiana. No se puede acusar precisamente a esta interpretación de carecer de fuerza o brutalidad. Si acaso, de dejarse llevar por el exceso de nervio –en la primera parte, sobre todo– y por caer puntualmente en el escándalo gratuito, así como por no terminar de ofrecer la deseable continuidad en el trazo. Quizá lo que molestase a Stravinsky fuese la manera en que el salzburgués, haciendo gala de una plasticidad y un sentido del color portentoso, subraya los aspectos atmosféricos y sensuales escondidos en la partitura, destacando en este sentido la introducción de la segunda parte y el arranque de la Danza del sacrificio. (7)
10. Bernstein/Sinfónica de Londres (DVD ica Classics, 1966). Siete años después de su primera grabación oficial para el disco, Bernstein se pone al frente de una orquesta bastante mejor que la que tuvo entonces para repetir su concepto en el que priman la fogosidad, la teatralidad y los instintos primarios, sin descuidar precisamente los aspectos sensuales de la página: impagable las caras de orgasmo de Lenny en las exhalaciones con que se abre la segunda parte. Quizá ahora, por aquello del directo, el maestro se precipita en algunos pasajes y dirige un tanto de cara a la galería, pero su fuerza expresiva y sus contagiosas ganas de hacer música terminan ganando la partida, y si el oyente sentado en el sillón de su casa no termina de disfrutar se debe a que la toma sonora dista muchísimo de hacer justicia a una obra como esta. Si que está bien la filmación televisiva, realizada por un Humfrey Burton que se recrea indisimuladamente en los bailes de Bernstein sobre el podio. Impagable, por cierto, la reveladora entrevista que le realiza al maestro, en la que este se arriesga a decir cosas hoy comúnmente aceptadas como que la partitura es mucho menos rupturista de lo que aparenta –llega a decir que en gran medida es una obra del siglo XIX– o que sus lazos con el impresionismo son evidentes. (9)
13. Bernstein/Sinfónica de Londres (CBS-Dutton, 1972). Esta interpretación no se terminaba de disfrutar en su anterior encarnación en compacto: faltaba claridad. Dutton Vocalion la ha editado en SACD recuperando la toma cuadrafónica original. Ahora queda claro que el trabajo que realizó el ingeniero Edward T Graham en el Studio 1 de Abbey Road no fue del todo acertado, pero también que el trasvase digital dejaba mucho que desear: ahora suena considerablemente mejor. Nos permite así reencontrarnos ante una interpretación espontánea, dionisíaca y muy comunicativa, llena de fuerza, tensión y brutalidad, pero también cargada de misterio, de sensualidad y hasta de erotismo, comprometida en todo momento y no poco imaginativa. La depuración sonora de la batuta no es la mayor posible, pero se trata de Bernstein “puro de oliva”, como diría Pedro González Mira, ofreciéndonos su más redondo acercamiento a la partitura. (9)
14. Tilson Thomas/Sinfónica de Boston (DG-Pentatone, 1972). Esta interpretación se ve perjudicada por la toma sonora. Pentatone ha recuperado el registro en formato SACD, ofreciendo un apreciable relieve en los graves y una enorme gama dinámica que resultan ideales para esta obra, pero la reverberación de la sala, diríase que acentuada por la tridimensionalidad que otorga la cuadrafonía original, resulta excesiva. En cualquier caso, pueden apreciarse la vitalidad y las ganas de hacer música del joven maestro, como también cierta tendencia a quedarse en los aspectos más decibélicos y escarpados de la música; incluso a precipitarse un tanto en algún pasaje. Venturosamente, en el futuro logrará ofrecer interpretaciones mucho más maduras y redondas de la obra, aun siempre dentro de un enfoque virulento. (7)
16. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1975). Una toma sonora seca, estrecha en dinámica y algo turbia perjudica seriamente a esta interpretación en la que Abbado da buena cuenta de su desarrollado sentido del color y de las texturas, pero que no termina de resultar todo lo tensa, concentrada, clara, matizada y virtuosística que debe. Una pena. (7)
18. Colin Davis/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1976). Hay que elogiar la atención de la batuta a los aspectos misteriosos y atmosféricos de la obra, así como la soberbia ejecución por parte de la Concertgebuw, pero a Sir Colin le cuesta trabajo mantener la tensión interna e intenta paliar semejante insuficiencia con efectismos varios. El resultado es irregular, deslavazado. Muy buena la toma. (6)
20. Muti/Orquesta de Philadelphia (EMI, 1978). Sin mostrar interés alguno por la sensualidad, la atmósfera ni la riqueza de colorido, pero sabiendo remansarse de la manera adecuada cuando es necesario, el aun joven maestro italiano hace uso de una orquesta impresionante y de una técnica de batuta no menos admirable para ofrecer una lectura dentro de la más estricta ortodoxia de lo brutal, de lo salvaje y de explosivo, aunque manteniendo todo siempre bajo el más estricto control y logrando inyectar la tensión, indesmayable, a través de la acumulación y no del exceso puntual. Falta, si acaso, un poco más de imaginación para alcanzar lo excepcional, como también una toma sonora de mayor claridad y definición tímbrica. (9)
21. Maazel/Orquesta de Cleveland (Telarc, 1980). Buena versión –sin más– que tiene como principal acierto no atender solamente a la vertiente explosiva de la obra, sino también a las atmósferas más o menos sensuales, más o menos inquietantes, que esta música asimismo necesita. Ahora bien, prácticamente en todo momento, menos en una Danza del sacrificio bien planificada, se percibe la sensación de cierta desgana, cierta flojera incluso, tanto en lo que a la administración de las tensiones se refiere como en el interés por clarificar texturas y equilibrar planos sonoros; en cierto modo, como si Maazel hubiera realizado este registro más por obligación o por dinero que por verdadera sintonía con la partitura, lo que tampoco sería de extrañar. Además, los tremendos golpes de bombo que dan paso a la Glorificación de la Elegida son de una lentitud exasperante; poco después hay alguna otra excentricidad no menos innecesaria. La toma sonora, primera digital de la obra, ofrece una pegada tremenda en la percusión en su trasvase a SACD estereofónico. (7)
22. Dorati/Sinfónica de Detroit (Decca, 1981). Ya al final de su prolongada carrera discográfica, el maestro húngaro nos ofrece una recreación sanguínea y vitalista, con mucho nervio, quizá esto último en exceso, pues hay pasajes que podían estar paladeados con mayor concentración y sentido del misterio. En cualquier caso el excelente pulso de la batuta, el irreprochable rendimiento de la orquesta, el buen estilo y la sinceridad que desprende la interpretación terminan impactando. (9)
23. Markevitch/Orquesta de la Suisse Romande (Cascavelle, 1982). Aunque han pasado nada menos que veintitrés años entre su última grabación oficial y este tardío testimonio radiofónico, el anciano Markevitch sigue fiel a sí mismo y vuelve a destapar la caja de los truenos para ofrecer una lectura impulsiva, vitalista y salvaje que parece salir de las mismas entrañas de la tierra. Lástima que el maestro no termine de aquilatar la arquitectura –por momentos está al borde de precipitarse, mientras que la claridad dista de ser la esperable–, y que la orquesta sigue sin ser precisamente la Philharmonia. La toma sonora tampoco está a la altura. (8)
26. Chailly/Orquesta de Cleveland (Decca, 1985). Aunque en su filmación de 2002 con la Orquesta del Concertgebouw el maestro milanés profundizará mucho más en los aspectos misteriosos de la página, esta es ya una espléndida realización que sobresale por la reveladora disección del entramado orquestal –la batuta toma algunas decisiones muy personales para subrayar determinados detalles, quizá desatendiendo algunos otros– y por la brutalidad nada aparatosa ni de cara a la galería, sino magníficamente controlada y por ello más efectiva, que se consigue inyectar a la magnífica orquesta. Defrauda un tanto, eso sí, la planificación horizontal de la primera parte, no siempre del todo tensada y por ende con algunos altibajos, sin la solidez de trazo deseable. Curiosamente Chailly sí que alcanza una enorme electricidad donde pierden un poco de fuelle la mayoría de los directores, esto es, en la dificilísima Danza del sacrificio. La toma sonora, absolutamente portentosa (¡qué golpes los del bombo!), probablemente fuese la mejor hasta esa fecha. (9)
27. Mehta/Filamónica de Viena (Orfeo, 1985). Al frente de una orquesta
obviamente mejor que su Filarmónica de Nueva York con la que realizó su
grabación para Sony, el maestro indio repite su visión robusta, vistosa,
enérgica y contundente, poco dada al detallismo y muy aficionada a la
acumulación de decibelios para epatar al personal, pero en cualquier caso
vistosa, bien llevada y, desde luego, muy idiomática. Lástima que alguna sección
de la primera parte siga resultando pesante. (8)
28. Rozhdestvensky/Sinfónica de Londres (Nimbus, 1987). Ya desde los primeros compases se evidencia que el maestro ruso va a optar por ofrecer una visión muy personal basada en un fraseo a ratos muy paladeado, una enorme atención a detalles que generalmente pasan desapercibidos y, sobre todo, una potenciación de los aspectos más misteriosos de la página, lo que no le impide ofrecer en los clímax una buena dosis de brutalidad. Por desgracia la lentitud con que aborda la primera parte le hace perder el pulso seriamente desde la danza de las adolescentes hasta la aparición del sabio, momento a partir del cual sí nos encontramos con la grandísima interpretación esperable. La toma sonora, de volumen bajísimo, es algo difusa, aunque ofrece a cambio una gama dinámica extraordinariamente amplia. (8)
29. Barenboim/Orquesta de París (Erato, 1987). Las ingenieros de sonido lograron en este registro recoger toda la dinámica de la partitura, pero lo hicieron –como ocurre en el de Rozhdestvensky– a costa de realizar la grabación a un volumen extremadamente bajo. Como además la toma resultó bastante desequilibrada en planos sonoros y un punto reverberante, muchos aficionados nos formamos una idea negativa de la interpretación. Vuelta a escuchar, pero dándole mucha caña al potenciómetro, creo que la opinión era equivocada: nos encontramos ante una muy digna lectura de la obra en la que, a despecho de una planificación horizontal no del todo lograda y echándose de menos una orquesta de mayor fuste, Barenboim subraya acertadamente los aspectos “góticos” de la obra sin salirse de tiesto en los estilístico y sin renunciar a la brutalidad cuando debe. En cualquier caso, el maestro lo hará muchísimo mejor más tarde. (7)
30. Nagano/Sinfónica de Londres (Virgin, 1990). Interpretación de la línea dura, violenta e incisiva, quizá algo más escandalosa de la cuenta, pero en cualquier caso muy bien trazada y hasta reveladora de algún detalle nuevo, a la que solo le falta una atmósfera más cargada, más sensual y turbulenta, así como una orquesta más en plena forma, para ser excepcional. (9)
32. Solti/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1991). Traducción opuesta a las de Boulez, nerviosa y sanguínea, muy vital, extrovertida y poderosa, de tímbrica colorista y aristada, que no desdeña en absoluto la reflexión ni la sensualidad, y que en contrapartida carece de una arquitectura redonda –como en su grabación con Chicago, hay pasajes a los que se les podía haber sacado más partido– y de una total claridad. A la toma sonora, muy extraña, le falta cuerpo. (9)
33. Jansons/Filarmónica de Oslo (EMI, 1992). El aun joven Jansons se esforzó por ofrecer una interpretación sensata y ortodoxa, atenta a la claridad y reveladora de algún detalle nuevo, pero no logró otorgar unidad a la partitura. El resultado fue una interpretación un tanto deslavazada en la que se alternan momentos muy conseguidos con otros más bien flácidos y desganados. (7)
35. Barenboim/Sinfónica de Chicago (YouTube Colonia, 1993). Solo han pasado unos años desde su grabación para Erato, pero lo cierto es que aquí, al frente de una orquesta que no solo está a la altura de las circunstancias, sino que toca la partitura como pocas o ninguna jamás lo ha hecho (¡impresionantes las maderas, increíbles los metales, de escándalo la cuerda grave!), Barenboim da la campanada con una interpretación que, sin ser la más brutal de las posibles, tampoco la más sensual ni la más misteriosa, llega a una admirable síntesis entre todos los aspectos de la obra –con preferencia por los violentos: en este sentido se muestra muy ortodoxo– y la materializa con una fuerza, una convicción, un control, una planificación de las tensiones, un sentido del color y una claridad verdaderamente impresionantes, hasta el punto de que se podría afirmar que esta es la mejor interpretación registrada hasta esa ese momento. El problema es que esta filmación no está comercializada, y si se encuentra disponible en YouTube es de manera temporal: tarde o temprano la quitarán de en medio, como hicieron con la increíble Heldenleben que procedía seguramente del mismo concierto. La imagen que deja que desear. La toma sonora, aun con las limitaciones propias del medio, sí que es francamente buena, sobre todo porque se beneficia de la insuperable acústica de la Philharmonie de Colonia. (10)
36. Svetlanov/State Academic Symphony Orchestra (Classical Records). Interpretación –fecha desconocida– de corte agresivo y violento, de sonoridad áspera como pocas –en gran medida por las características de la orquesta–, en la que el maestro moscovita evidencia un desarrollado sentido del color y es capaz de ofrecer unos momentos –Juego del rapto, con unas maderas tratadas de manera formidable– de enorme electricidad, pero no logra organizar el conjunto, ni destilar el apropiado sentido del misterio –introducción de la primera parte desaprovechada–, ni ofrecer variedad expresiva. Todo suena en exceso desaforado, incluso un punto vulgar. La toma es buena, sin más. (7)
37. Tilson Thomas/Sinfónica de San Francisco (RCA, 1996). Soberbia interpretación de la línea dura, violenta, incisiva y de gran pujanza rítmica, donde se controla con firmeza a la notabilísima orquesta y no se descuidan los aspectos más misteriosos de la página. A la primera parte le falta quizá un punto más de imaginación, pero la segunda alcanza la excepcionalidad tanto en su introducción como en la danza del sacrificio, absolutamente implacable. Increíble la toma sonora. (10)
40. Maazel/Sinfónica de la Radio Bávara (BR Klassik, 1998). Nada aporta en especial el último testimonio comercializado de Lorin Maazel, excelente concertador y batuta de trazo fino, atenta a la claridad y de desarrollado sentido de las texturas, pero no muy en sintonía con una obra cuya violencia, sensialidad, sentido del misterio y tensión interna se le terminan escapando. Sobran, como en su grabación en Cleveland, un par de episodios amanerados de esos “marca de la casa” para hacerse el interesante. Muy buena la toma en vivo. (7)
41. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Teldec, 2000). Al frente de una orquesta que sí está a la altura de las circunstancias y de una toma sonora de excelente calidad, Barenboim logra por fin materializar en una grabación comercial su concepto de la partitura basado en una admirable síntesis entre los aspectos románticos y modernos, los sensuales y los aristados, los misteriosos y los electrizantes, sin que cada uno de ellos esté desarrollado en su plenitud, ciertamente, pero con elevada atención a todos. Por ello, por la gran claridad de batuta y por la pasmosa intervención de la orquesta, nos encontramos ante una posible referencia. (10)
44. Tilson Thomas/Sinfónica de San Francisco (DVD, 2004). Acompañando un fabuloso documental sobre la obra maestra de Stravinsky, el director norteamericano vuelve a ofrecernos una recreación impresionante por virtuosismo, arquitectura, fuerza, colorido, ritmo y estilo. Un DVD a tener, aunque existe también versión en CD. (10)
46. Jansons/Orquesta del Concertgebouw (RCO, 2006). La orquesta de Amsterdam es, obviamente, muy superior a la de Oslo, y su último titular hace gala de sensatez, buen gusto, más interés por el cuidado de las texturas que por el golpe de efecto y un buen sentido del color digamos que “impresionista”, pero su talento para trazar las tensiones sigue siendo muy limitado, como lo es también –de hecho, es así en casi todo los repertorios que aborda– su capacidad para ofrecer matices expresivos o decir cosas nuevas. El resultado, una lectura ejecutada de manera portentosa pero aquejada de flacidez generalizada y muy escasa en garra expresiva. Demasiada competencia en el mercado como para prestarle atención. (7)
47. Gergiev/Orquesta del Mariinski (DVD Bel Air, 2008). Este DVD es una joya por ofrecer la reconstrucción de la coreografía original de Vaslav Nijinsky, que aún hoy sigue pareciendo extraña y desconcertante, con la escenografía y los figurines correspondientes de Nicholas Roerich. Por desgracia, en el foso se encuentran una orquesta en muy baja forma y un director no solo incapaz de sostener las tensiones y de equilibrar los planos sonoros, sino entregado al puro efectismo para disimular sus carencias. El resultado es una versión musical deslavazada, confusa y bastante mal tocada que oscila entre lo canijo, lo rutinario y lo chabacano. El cuerpo de baile del Mariinski tampoco parece gran cosa. La toma sonora recoge por los canales traseros abundante ruido del público. (3)
48. Rattle/Filarmónica de Berlín (Blu-ray y Digital Concert Hall, 2009). Bajo un chaparrón, perfectamente audible a través de los altavoces, que mantuvo al público del Waldbühne bastante agitado, el maestro británico ofrece una interpretación que atiende tanto a los aspectos brutales de la página –sin especial incisividad ni electricidad, pero con mucho empuje y descaro sonoro– como a los más sensuales, sin complejos de mirar frente a frente tanto a Rimsky como al impresionismo. Hay además detalles originales, como el arranque del fagot –mucho más discutible que en el anterior registro de orquesta y director– o las “exhalaciones” del arranque de la segunda parte, que estaban ya en Esto es ritmo y quizá no se encuentran no tan conseguidas como lo harán en su filmación de 2012, que desarrollará aún más la sensualidad. Desdichadamente la toma sonora tiene que luchar contra la problemática acústica del aire libre y los resultados dejan que desear, incluso en la edición en Blu-ray. Ni siquiera el sonido surround es auténtico. (9)
49. Dudamel/Orquesta Simón Bolívar (DG, 2010). Ofrece Dudamel muy fresca y entusiasta, que se sitúa –estilísticamente hablando– en las antípodas de las que suele hacer Boulez: extroversión frente a introversión, espontaneidad y cierto carácter improvisatorio frente al rigor en la planificación, sensualidad en vez de austeridad, colorido por encima del ritmo… y una tendencia en absoluto disimulada por epatar con los decibelios y la percusión –recogida por una toma sonora de enorme gama dinámica, aunque algo turbia– frente a la soterrada construcción de las tensiones internas que caracteriza al director francés. Quizá, en este y en otros sentidos, resulte Boulez más propiamente stravinskiano, mientras que al maestro de Venezuela se le va un poco la mano y le salen sonoridades que miran al Romanticismo. Hay incluso algún rubato y algún portamento fuera de tiesto. La orquesta está francamente bien, y el colorido de sus solistas resulta ideal para recrear la “ebullición” que abre la partitura, que pocas veces se ha escuchado tan sugerente. En suma, una interpretación muy vistosa, que engancha desde el principio hasta el final y que resulta refrescante frente al excesivo rigor de otras aproximaciones, aunque también un tanto superficial y de cara a la galería. (8)
50. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). El maestro británico ofrece una buena dosis de incisividad, desasosiego y tensión dramática, que llega a ser paroxística en los finales de cada una de las dos partes, pero lo que llama la atención es la atmósfera embriagadora, cálida, evanescente y por momentos muy erótica que su batuta consigue con su fraseo lleno de naturalidad –nada aquí de sequedad o de intelectualidad stravinskiana– y una batuta que sabe extraer mil colores, de los más suaves a los más ásperos, de una orquesta que parece superarse a sí misma cada día. Cierto es que algunos pasajes concretos podrían alcanzar mayor fiereza o, por el contrario, estar mejor paladeados, pero en contrapartida Sir Simon nos desvela algunas líneas que generalmente desapercibidas y realiza algún que otro considerable hallazgo (impagables las “exhalaciones” de la orquesta al arrancar la segunda parte). (10)
52. Currentzis/MusicAeterna (Sony, 2013). Lectura ante todo
esquizofrénica, en la que los pasajes introvertidos suenan particularmente
lentos y difuminados hasta el punto de rozar el disparate estilístico –la introducción es puro impresionismo–, y los
extrovertidos se aceleran y explotan con una brutalidad que tiene mucho más que
ver con la acumulación de decibelios y el regodeo en la percusión que con la
verdadera tensión interna bien planificada desde el arranque de cada una de las
dos mitades hasta los clímax finales. A la postre la arquitectura se resiente de
manera considerable y el resultado es un conjunto de pasajes yuxtapuestos en los
que la única lógica viene dada por la voluntad exhibicionista de extremar los
contrastes sonoros y expresivos, sin que la claridad orquesta, por su parte, sea
la mejor de las posibles. Entre todo ello, enormes hallazgos en las texturas y
en el diseño polifónico –sobre todo en la primera mitad de la segunda parte– y
momentos arrebatadores en el que uno no puede dejar de seguir la música con su
cuerpo. De hecho, la catarsis pretendida por Stravinsky queda por completo conseguida. La
toma sonora ofrece una amplia gama dinámica y gran relieve, pero no parece todo
lo limpia que debiera para estar a la altura de un sello como Sony Classical.
(7)
53. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 20 de abril de 2014). Repetición de la jugada, esta vez en el Festival de Baden-Baden y con unos cámaras que se evidencian ser mucho menos habilidosas que los habituales en la Philharmonie berlinesa. Por lo demás, nueva explosión de color y sensualidad por parte de Rattle y sus chicos en la que vuelve a sobrar algún detalle concreto –innecesariamente prolongados el solo inicial de fagot y el silencio antes del acorde final, por ejemplo–, pero el nivel global vuelve a ser formidable. (9)
54. Rattle/Sinfónica de Londres (Blu-ray LSO, 2015). Si no llevo mal la cuenta, esta es la quinta filmación de Rattle interpretando la obra. Las anteriores eran con la Filarmónica de Berlín: la LSO, aun magnífica, no posee semejantes mimbres. En cualquier caso, el maestro británico revalida su posición como uno de los más grandes intérpretes de la página. Su secreto reside en reivindicar lo mismo que reivindicaba en la primera parte del programa: que lo “romántico” y lo “impresionista”, que voluptuosidad, la delicadeza o la magia poética, la sensualidad y el misterio, no están reñidos con la tensión, la vitalidad, el desgarro e incluso la violencia. Puede que haya algún pasaje mejorable, pero a cambio la interpretación se encuentra trufada de detalles magistrales. Solo hay que lamentar una toma que, siendo francamente buena el tímbrica y equilibrio de planos, adolezca de un poco de compresión dinámica. (9)
55. Chailly/Orquesta del Festival de Lucerna (Decca, 2017). El maestro milanés sigue siendo un formidable recreador de este ballet, fundamentalmente por su sentido del color y del ritmo, pero en cierto modo se ha enredado con respecto a sus dos testimonios anteriores. El rubateado del solo de fagot con que arranca la página parece advertirnos de que Chailly intenta romantizar la obra. No es así, pero hacia el final de la primera parte hay silencios en exceso teatrales, mientras que en toda la sección inicial de la segunda se tiende hacia una cierta languidez que busca el máximo contraste posible, creo que de manera innecesaria, con una Glorificación de la elegida particularmente rápida y brutal. La toma, siendo muy buena, no es la mejor posible. (8)
56. Heras-Casado/Orquesta de París (Harmonia Mundi, 2019). El problema de esta lectura, realizada con técnica incuestionable y muy bien puesta en sonidos por una orquesta en estado de gracia, es su falta de unidad. De coherencia en el concepto (¿”romántico” o “cerebral”?), de continuidad en las tensiones, de focalización del interés en el conjunto o en el detalle, de profundización en el análisis del tejido sinfónico, incluso de inspiración. El resultado es un conjunto de momentos aislados, mal hilvanados entre sí, en el que se suceden la implicación y la desgana, la garra dramática y la flacidez, la revelación de línea o colores interesantísimos y la rutina, todo ello sazonado por tremendos aciertos y pasajes mal resueltos. (6)
57. Nelsons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2021). Estaba claro que con una orquesta absolutamente sensacional y una batuta de tan portentosa técnica la ejecución tenía que ser impecable. Pero es que, además, hay muchísima lógica en el discurso horizontal –nada de discontinuidades ni de contrastes forzados–, perfecto equilibrio de planos sonoros y plena atención a todos los aspectos expresivos de la partitura. Podría pedirse, quizá, alguna línea concreta un poco mejor clarificada, un pelín más de poesía en algún momento, o la electricidad que consiguen determinados maestros, pero en conjunto se trata de una recreación tan ortodoxa como modélica que culmina en una Danza de la elegida absolutamente sensacional. Imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (9)
58. Mäkelä/Orquesta de París (Decca, 2022). Con tan solo veintiséis años, Mäkelä logra ofrecer una lectura tan fresca y comunicativa como fabulosamente planificada, desconcertando un tanto en el arranque del fagot –a la manera de Chailly en Lucerna–, pero acertando plenamente al acentuar tanto lo que esta página tiene de atmósfera como su brutalidad sin necesidad de extremar los contrastes de manera artificiosa. Solo falta esa dosis especial de magia y poesía reservada a los más grandes. Formidable la toma. (9)
59. Mäkelä/Orquesta de París (Medici TV, 2024). En esta filmación en el Carnegie Hall, el maestro finlandés repite su espléndida aproximación, acertando especialmente en una segunda parte toda ella sensacional. Eso sí, hay que señalar cómo la orquesta parisina, aunque realiza una labor formidable, evidencia ciertos desajustes y algún despiste que no se produce, por ejemplo, en los live de una Filarmónica de Berlín, como tampoco en el CD del propio Mäkelä. Y es que, como el joven artista reconoce –otros maestros no lo hacen–, en sus discos hay mucho de “corta y pega” para corregir errores del directo. (9)
11 comentarios:
Fantástico artículo querido amigo Fernando. Un fuerte abrazo.
Muchísimas gracias, Julio. Espero que el tiempo invertido sirva para algo. Un abrazo.
https://www.youtube.com/watch?v=GyUFzS_vHUI
https://www.youtube.com/watch?v=8itcJb0poGM&list=PL405B1EF068315C1B
Piano
Abrumador. Gracias. AMCSánchez
No es muy relevante pero la interpretación de Svetlanov es de antes de 1968. Ese año la publicó en España la firma catalana Vergara. (Y ya la pusieron de salvaje y agresiva)
Metha tiene otra anterior en Decca, muy alabada por el sonido y criticada por la simplificada métrica del final, yo no lo digo, con la Filarmónica de los Ángeles.
Muchas gracias a todos.
Bruno, o esty seguro del todo de que la grabación de Svetlanov sea de los sesenta. Usted se refiere a la que tiene con la USSR State Symphony Orchestra. Pues bien, esa orquesta es la misma que la State Academic Symphony Orchestra de la grabación que comento, pero el hecho de que ésta aparezca con el nombre que tomó a paertir de 1991 me hace dudar. Si alguien tiene mayor información, se lo agradecería.
En mi disco Orquesta Sinfónica del Estado de la URSS. No le he dado mayor importancia a lo de Academic porque siempre he creído que los soviéticos ponían nombres diferentes a la misma orquesta según el día para presumir un poquito.
Es cierto eso, Bruno, pero no tengo ningún indicio que me permita afirmar ni desmentir que se trate de la misma grabación; aunque la orquesta sea la misma, ella y el que durante tanto tiempo fuera su director pudieron llevar al disco la obra dos veces. Saludos.
Estimado paisano:
¿Ha tenido ocasión de escuchar esta interpretación? Tengo interés en saber qué opinión le merece: https://www.youtube.com/watch?v=EslaxPTRwFY&t=601s
Un saludo y cuídese.
Es curioso que todavia no hayas hecho la critica de la grabacion de LA version con los instrumentos de epoca y las articulaciones que en 1911 realizaban las orquestas de entonces. Es deseable pues gente como el propio Stravinsky, o Monteux o Ansermet, carecen de los conocimientos de como se tocaba la musica en esa epoca. En les siecles con Roth está la VERDAD.(...)
Vicentín, es que ya no quedaban ejemplares de la edición especial que incluye fotopolla, y la verdad es que yo ya tengo curiosidad... A ver si la encuentro.
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