La dirección de Sir Simon Rattle me ha parecido notabilísima. Por un lado por el concepto, muy en la línea Karajan, sin perder de vista la II escuela de Viena pero teniendo en cuenta sobre todo lo mucho que esta partitura debe al romanticismo tardío, e incluso al impresionismo. Por otro lado por la realización técnica: todo está fabulosamente planificado, la claridad es admirable, el empaste es perfecto y el colorido ofrece una riqueza abrumadora, sin quedarse en lo opulento y lo sensual sino también dando paso a lo incisivo. Los solistas de la Filarmónica de Berlín, por descontado, intervienen con el mayor acierto expresivo.
En suma, una labor sinfónica de altísimos vuelos, que solo cojea un poco por la Danza de los siete velos –algo precipitada al arrancar, y luego con alguna languidez– y por el final, no del todo visionario. El citado Karajan, en su portentosa grabación con la Filarmónica de Viena, sigue siendo el mayor intérprete de esta partitura, pero Rattle queda cerca, junto a maestros como Böhm y Sinopoli, y creo que supera a quien grabó la obra para Sony con esta misma orquesta berlinesa, Zubin Mehta, de atractivo enfoque expresionista pero algo parco en colorido y sensualidad.
Elenco de mucha altura. Emily Magee posee una voz algo impersonal pero de calidad, con centro rico en armónicos y agudos muy notables, seguros y sin cambios de color; el instrumento se queda corto por abajo para atender a las tremendas exigencias de Strauss, pero aun así es suficiente. Como intérprete muestra algo limitada a la hora de expresar la evolución del personaje, sobre todo cuando tiene que hacer de “niña pija aburrida”; cuando le entran las calores en la entrepierna va convenciendo cada vez más hasta llegar a una escena final donde está realmente espléndida, sin las sutilezas de una Behrens –mi Salomé favorita, también con Karajan– pero llena de fuerza expresiva.
Iain Paterson realiza una más que digna labor como un Jochanaan, aunque me quedo con el extraordinario Herodes de un Stig Andersen que se mete por completo en el personaje sin tener que graznar en exceso ni entregarse a la sobreactuación. Hanna Schwarz lleva ya bastantes años haciendo de Herodías, pero nunca ha terminado de calar en su diabólica personalidad; tampoco está ya para muchos trotes, aunque en cualquier caso cumple de manera sobrada. Sensacional el Narraboth de Pavol Breslik y estupendo el paje de Rinat Sahan. Alto nivel asimismo en el resto.
Desde el punto de vista audiovisual, esta Salome es menos buena: la toma sonora, siendo más que notable, adolece de un poco de compresión dinámica, y la planificación de la imagen no termina de acertar desde el punto de vista dramático. Aun así, muy recomendable.
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