Ya he expresado varias veces mi opinión sobre Gustavo Dudamel: un señor con un talento inmenso, pero sumamente irregular y perjudicado por una considerable vena hortera. Por eso mismo me ha sorprendido su sensacional dirección de los dos
Conciertos para piano de Brahms en la grabación junto a un inspiradísimo Daniel Barenboim como solista que acaba de salir al mercado. La referida sorpresa no viene por el hecho de que Dudamel se muestre vehemente, apasionado y comunicativo a más no poder, pues estas son reconocidas señas de identidad del artista. sino por el hecho de que esta vez el joven maestro venezolano haya controlado todo ese fuego y lo haya encauzado en unas interpretaciones que, además de estar estupendamente planificadas, también saben ser concentradas, meditativas y hondas cuando deben. Y más sorprende aún que tanto el sonido como el fraseo sean cien por cien brahmsianos, dentro de la más pura tradición centroeuropea de los grandes maestros. ¿Será Barenboim, me pregunté, el que en realidad dirija desde el piano?
Movido por la curiosidad, me he hecho con la descarga digital en alta resolución de la
Cuarta sinfonía registrada en vivo en junio de 2011 frente a la orquesta de la que el venezolano aún es titular, la Filarmónica de Los Ángeles, editada en la serie DG Concerts. Y la respuesta queda clara: siendo muy posible que Barenboim le haya dado más de un consejo, y teniendo mucho que ver con el resultado de ese registro la excelencia de una orquesta, la Staatskapelle de Berlín, que no solo está en su mejor momento técnico sino que ha conservado como pocas toda la gran tradición centroeuropea, es Dudamel el principal responsable del éxito. Porque esta
Cuarta de Brahms tres años anterior, sin ser de referencia, es una interpretación de altura considerable que se caracteriza precisamente por su voluntad de seguir –se nota un poco la impostura, todo hay que decirlo– a los grandes maestros.
Esta es una
Cuarta que suena a Brahms, tanto por el empaste peculiar tan difícil de conseguir –particularmente con una orquesta que tampoco se cuenta entre las mejores– como por el peculiar fraseo, mórbido y elástico, lleno de ternura, de efusividad y de un especial sentido de lo vaporoso, que necesita este repertorio.
Es además una
Cuarta sorprendentemente otoñal, lírica y reflexiva, dilatada en los tempi, ajena a los ardores juveniles, mucho antes esencial que vehemente o contrastada, que si pierde un tanto es precisamente porque Dudamel, deseoso de “ser como los grandes” sin saber del todo como hacerlo, no termina de inyectar tensión interna y garra a los pentagramas, perdiéndose un tanto la unidad en el trazo –resulta un tanto parsimoniosa– y la sinceridad emocional en los grandes clímax. Le haría falta una dosis mayor de nervio, de intensidad, de sentido dramático y de empuje dionisíaco, elementos que son perfectamente compatibles con los antes referidos, como se demuestra en el magnífico scherzo (Allegro giocoso) de esta
Cuarta o, sobre todo, en los referidos
Conciertos para piano junto a Barenboim.
En cuanto a estos, no tengo mucho que añadir sobre lo escrito por Ángel Carrascosa en su blog,
texto que suscribo al cien por cien. De momento el compacto sólo circula en edición limitada para España, a raíz de los conciertos del de Buenos Aires en nuestra tierra. Pronto se comercializará a nivel internacional: háganse con él, no lo duden.
1 comentario:
Estoy deseando poder adquirir ambos disco Fernando.
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