domingo, 1 de febrero de 2015

Wagner por Dudamel: sin estilo, sin gusto, sin técnica

Con la intención publicitar el portal de música on-line y descargas Qobuz, que al parecer estará pronto disponible en España, el diario El País puso a disposición de todo el mundo la descarga digital en triple formato (MP3, CD normal y audio de alta calidad) el último disco de Gustavo Dudamel: una selección de El anillo del Nibelungo frente a la Orquesta Simón Bolívar registrada en directo en Caracas en octubre de 2014. He tardado en escucharlo, porque he tenido problemas a la hora de pasar los archivos 48 KHz/24 bit a DVD-Audio. Al final se han solucionado y he podido “disfrutar” esta misma mañana del producto. A ver si les logro explicar el porqué de mi irritación.

Sans titre - 2

El problema no es que al señor Dudamel esto no le suene en absoluto al Anillo. Es que ni siquiera le suena a Wagner. Peor aun: está dirigido de manera absolutamente superficial, con tendencia al preciosismo y a la blandura, y evidenciando serios problemas a la hora de planificar las tensiones. La Entrada de los dioses en el Walhalla, sin duda lo peor del disco, es ejemplo de todo ello: imposible concebirla de manera más flácida y aburrida, por completo ayuna de la grandeza trágica, llena de brillantez pero también de rabia, con que debe terminar el prólogo de la Tetralogía. Por no hablar de las sonoridades relamidas que recuerdan al Karajan más narcisista –ojo, el de Salzburgo sí que fue un gran wagneriano– o al Abbado más insoportable.

La Cabalgata de las Walkyrias –que abre el disco– está mejor: vistosa, animada y muy de cara a la galería, como si Dudamel estuviera dirigiendo Star Wars de John Williams o su propia banda sonora para El libertador. Los Murmullos del bosque, dichos con refinamiento y elevado sentido del color, suenan bajo la batuta del maestro venezolano myu bonitos, no sé si me explico. En el Amanecer y viaje de Sigfrido por el Rin vuelven las blanduras y los grandes contrastes sonoros sin profundidad. La Marcha fúnebre, para terminar,  está dicha con exceso de nervio y escasa tensión interna. Podían haber incluido el final del Ocaso, pero a estas alturas uno piensa que mejor que se lo hayan ahorrado.

¿Verdaderamente es este el mismo Dudamel que dirigía en 2012 a la Berliner Philharmoniker una soberbia recreación del Zaratustra straussaiano? No me lo explico. O sí, habida cuenta de las muchas desigualdades que ha evidenciado el joven maestro a lo largo de su aún breve trayectoria internacional. No hace falta que les diga que en absoluto me parece el adecuado para suceder a Rattle en Berlín. Ya empiezo a temblar...

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