sábado, 20 de septiembre de 2014

El sorprendente Trovatore de Barenboim

Aunque aquí en Jerez sigo sin las condiciones de aislamiento sonoro necesarias para disfrutar de mi equipo de música –la verdad es que llevo tres meses sin apenas escuchar discos–, no he podido resistir la tentación de ver ya el Trovatore de Barenboim, Netrebko y Domingo filmado en diciembre de 2013 en el Teatro Schiller de Berlín, actual sede de la Staatsoper, que ha sido editado por Deutsche Grammophon en DVD y Blu-Ray, este último con admirable calidad visual y sonido solo notable. Se trata, en cualquier caso, de una interpretación con cosas de enorme interés, aunque reconozco que muy distinta a lo que pensaba en un principio.

Trovatore Barenboim Netrebko Domingo

Y es que imaginaba yo a Daniel Barenboim ofreciendo una lectura parecida a la genial de Giulini de 1984 para DG: lenta, oscura, de atmósfera gótica y fuerza dramática tan poderosa como contenida. Pues no. El maestro porteño opta por tempi muy contrastados –momentos muy ágiles frente a otros de gran delectación melódica–, por un temperamento brioso, lleno de ímpetu y electricidad, y por un espíritu combativo, dramático e incluso alucinado mucho antes que siniestro o reflexivo. Tampoco la sonoridad que le pide a la Staatskapelle de Berlín es precisamente germánica, porque la trata con una rusticidad italiana (“a banda de pueblo” en el mejor sentido de la expresión) que recuerda a las maneras de un Muti en este repertorio. Lo que sí me esperaba, y aquí lo hay con creces, es ese sentido de la cantabilidad y de la sensualidad que Barenboim viene desarrollando especialmente en los últimos años, además de una gran variedad y creatividad en el fraseo, pleno de acentos expresivos que nos redescubren muchísimos rincones de la magistral partitura. Queda en evidencia que no nos encontramos precisamente ante un “trabajador del foso” ni ante un intérprete sinfónico fuera de su elemento, sino ante un artista completo en la cima de su inspiración: este Trovatore es de lo más grande que el de Buenos Aires ha hecho en el género operístico, Wagner incluido.

Tampoco me veía venir lo de Plácido Domingo. Suponía que patinaría de manera considerable en el Conde de Luna, sobre todo teniendo en cuenta los problemas de salud que le habían afectado en el verano de 2013, pero no ha sido así: salvando su aparición en el primer acto, en la que la escasez de fiato le deja sin resuello, y la cabaletta con Leonora del último acto, con la que sencillamente no puede, el enorme artista madrileño sabe sortear las insuficiencias de una voz obviamente inadecuada para el personaje y ofrece un fraseo no solo verdiano al cien por cien sino también altamente musical, muy emotivo y lleno de pliegues expresivos. Obviamente, con Domingo el Conde de Luna deja de ser un malo malísimo para convertirse en un infeliz que se deja llevar por el sexo y los deseos de venganza. En el aria, maravilloso.


Claro que la noche, y con razón, es de Anna Netrebko. Cuando esta soprano se convirtió en estrella internacional gracias a la Traviata de Salzburgo me pareció un bluf. Debo ahora reconducir mi opinión, no sobre aquella Violetta que sigue sin convencerme, sino en su capacidad para enfrentarse a la Leonora de Il Trovatore. La voz –que se ha ensanchado de manera considerable– es suntuosa. Su línea resulta muy sensual: amplísimo el fiato, irreprochable el legato –a algunas sensibilidades puede desagradar cómo se le escucha tomar aire–, sensibles los reguladores y admirables los trinos, lo que le permite triunfar en esa aria portentosa que es “D'amor sull'ali rosee”, si bien la piedra de toque es, claro está, el genial “Miserere” que la sigue. Y ahí, sorprendentemente, Netrebko vuelve a triunfar, no solo porque no se queda corta por abajo, sino porque ofrece esa expresividad de que la soprano rusa no siempre sabe hacer gala. Que no brille en la cabaletta del primer acto –la música más convencional y menos interesante del personaje– es lo de menos.

Estupenda la Azucena de Marina Prudenskaya: más bien lírica, eso sí, pero por ventura poco truculenta, ajena a excesos y luciendo un canto de gran belleza. Un poco más de personalidad –tanto vocal como interpretativa– no le vendría mal, pero su trabajo es irreprochable. Soberbio el Ferrando de Adrian Sampetrean.

El lunar es el tenor: el uruguayo Gastón Rivero canta con sensibilidad y ofrece algún bonito detalle, pero tanto la voz como la técnica se quedan cortas para un personaje como Manrico. Y claro, que resbale en la “Pira” se puede perdonar, pero que presente obvias desigualdades en su "Ah! si, ben mio" es más preocupante. Tampoco posee mucho temperamento que digamos, así que el personaje queda desdibujado frente a un Domingo que se lo come con patatas.

Queda el asunto de la puesta en escena. Las primeras fotografías que vi me produjeron auténtico espanto. Un amigo me dijo que a él le gustaban, que le recordaban al universo de Tim Burton, pero la verdad es que yo ya estaba dispuesto a horrorizarme. Pensé incluso en escuchar el Blu-ray con el televisor apagado. Al final los elogiosos comentarios de Ángel Carrascosa me animaron a dejar la imagen puesta. ¿Mi opinión? Visualmente el trabajo de Philipp Stölzl y su equipo me parece fascinante, y desde el punto de vista teatral hay, junto a errores de bulto (¡terrible manía la de muchos registas de poner al coro a hacer gansadas durante las arias!), aciertos considerables; por ejemplo, no ofrecer la muerte de Manrico fuera del escenario, sino hacer que el Conde de Luna lo apuñale con sus propias manos delante de Azucena y de los espectadores. Ahora bien, el enfoque en gran medida caricaturesco, guiñolesco incluso, cargado de ironía y de sentido del humor, parece mucho más apropiado para El amor de las tres naranjas o La nariz que para un melodrama romántico como  Il Trovatore: por muy excesivo que para una sensibilidad actual resulte el libreto de Cammarano, la música de Verdi no parece en absoluto pedir esto. No diré, por tanto, que esta producción me haya convencido, aunque desde luego tampoco ha llegado a producirme el disgusto que esperaba.

Sea como fuere, una Leonora magnífica y una batuta sensacional justifican plenamente el visionado de este Blu-ray, que recomiendo vivamente. Se trata, además, de una filmación imprescindible para los que somos fans de Plácido, porque todo apunta a que se trata de la última grabación donde el genial cantante madrileño, aun con evidentes irregularidades y limitaciones, deja constancia de su talento.

Ah, en este enlace tienen el YouTube de la interpretación salzburguesa de este verano, también con Netrebko y Domingo, pero bajo la batuta de Gatti y con otra producción escénica.

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