lunes, 14 de julio de 2014

Barenboim en Ibermúsica, 2014 (I): Richard Strauss

Lo he escrito ya varias veces en este blog: Daniel Barenboim está cambiando en sus maneras, tanto al piano como sobre el podio. De manera obvia, además, salvo para ciertos críticos famosos que ni se enteraron de cómo interpretaba antes ni de cómo lo hace ahora. Abreviando: el maestro evoluciona como lo hicieron otros grandísimos artistas hacia el final de su carrera, Furtwaengler, Celibidache y Giulini entre ellos, pero no en lo que a la ralentización de los tempi se refiere, que en el de Buenos Aires no se ha producido, sino en un progresivo abandono de los aspectos más “terrenales” de la música, más inmediatos, más combativos si se quiere, para buscar una trascendencia humanística más allá del bien y del mal, con la posibilidad –muy evidente en los tres directores arriba citados, no tanto en el de Buenos Aires– de perder en carácter combativo lo que se gana en hondura.


Los dos conciertos que ofreció en el Auditorio Nacional al frente de la Staatskapelle de Berlín el sábado 5 y el domingo 6 de julio, programa Richard Strauss en el primer caso y Schubert-Elgar en el segundo, volvieron a evidenciar estas nuevas maneras interpretativas de Barenboim, sobre todo si se echa un vistazo a lo que con estas mismas obras había hecho el maestro con anterioridad.

Don Quixote

Nunca me pareció gran cosa su interpretación del poema sinfónico basado en Cervantes que grabó en 1991 para el sello Erato: era aquella una lectura de elevada musicalidad pero escasamente variada en el color y en el sentido de los contrastes, algo pálida y mortecina, muy escasa en sentido del humor, que solo se salvaba por momentos de lacerante dramatismo “marca de la casa” y por la portentosa ejecución de la Sinfónica de Chicago. Tampoco me entusiasmó precisamente la que le escuché en 2007 con la Staatskapelle de Berlín en la Alhambra. La del otro día, por el contrario, sí que me ha parecido una gran interpretación, siempre en perfecta sintonía expresiva con el solista de violonchelo que prestaba voz musical al protagonista, un admirable Claudius Popp que no es sino el primer atril de la propia Staatskapelle.

Sigue siendo la del de Buenos Aires una visión más introvertida, reflexiva y honda que épica o narrativa, como si Strauss estuviera pensando antes en la segunda parte de la novela cervantina antes que en la primera. Dicho de otra manera: Barenboim y Popp andan más cerca de Karajan/Rostropovich que de Kempe/Tortelier, por citar las dos muy distintas y absolutamente complementarias grabaciones de referencia. Ahora bien, lo que hace que la interpretación madrileña sea claramente superior a la de Chicago es que ahora hay mucha más sorna y “cachondeo”, los diferentes solistas de todas las familias tocan con mucha más intención expresiva y la batuta ha ganado en sentido del color y en plasticidad a la hora de modelar a la orquesta, magnífica pese a un par de evidentes gazapos.

Strauss Quixote Barenboim Erato

En cualquier caso, lo que distinguió a la interpretación del sábado 5 fue la enorme profundización con respecto a las ocasiones anteriores en los aspectos más líricos, ensoñados y humanísticos de la obra, aportando una buena dosis de emotividad no solo reflexiva, sino también “inocente” y hasta tierna: para Barenboim, Don Quijote ahora no es solo fracaso y dolor, sino también sensualidad, enamoramiento, contemplación de la naturaleza, ensoñación, poesía de altos vuelos... De este modo, el retrato del Caballero de la Triste Figura es mucho más completo, profundo y revelador, sin perder la grandeza trágica de antaño y añadiendo los toques burlescos que también son parte de la obra (de las dos: la de Cervantes y la de Strauss), pero en el registro para Erato el maestro no quiso ver.

Aprovecho las notas que tomé en el intermedio para concretar un poco y señalar algunas irregularidades, que las hubo. Así por ejemplo, la introducción no me convenció: resultó algo blando, los metales resbalaron y apareció algún portamento inconveniente. Al crescendo que podríamos llamar “de las imaginaciones de Don Quijote” le faltó rabia, aunque el tratamiento de las texturas fue admirable. Muy bien las aventuras con los molinos y las ovejas, seguidas de unos muy elocuentes diálogos entre el Caballero y su escudero donde no solo se lució el violonchelista sino también la viola, sensacional, de Felix Schwartz.

La llegada al riachuelo estuvo pintada con un colorido sensualísimo y una asombrosa ensoñación poética. Hiperlírica toda la parte en que Don Quijote sueña con su amada; tanto, que pudo resultar algo más blanda de la cuenta y, tras un larguísimo silencio, estuvo al punto de perder el pulso. La aparición de la falsa Dulcinea tuvo (¡por fin!) el carácter burlón que Barenboim ignoró en ocasiones anteriores. El vuelo sobre Clavileño probablemente nunca haya sonado tan onírico e inmaterial: nada de confundirlo con la tormenta de la Sinfonía Alpina. En el duelo con el Caballero de la Blanca Luna no puedo compartir con Barenboim la decisión de quitar rebeldía y garra a sus trágicos clímax dejando en segundo plano a los timbales. El final, como no podía ser menos, resultó de una hondura humanística conmovedora. Por momentos pensé en Giulini, aunque el italiano nunca llegara a registrar –y tal vez a dirigir– la partitura straussiana.

Vida de héroe

Este es el poema sinfónico de Strauss más caro a Barenboim, quien en 1990 dejó para Erato al frente de la Sinfónica de Chicago una referencial interpretación de la que en este blog escribí lo siguiente:
”Aunque se puede echar de menos un color más rico y una mayor claridad, así como mayor incisividad y sarcasmo en el retrato de los enemigos, el de Buenos Aires triunfa por completo en una lectura amplia, elocuente, atmosférica, sensual y de enorme calado lírico, poco preocupada por la brillantez y con un profundo contenido espiritual. El retrato del Héroe está dicho con grandeza y sin la menor retórica. Más siniestros que caricaturescos los enemigos. Paladeada y muy sensual la compañera. La batalla comienza con enorme impulso y resulta particularmente impetuosa. Las obras de paz poseen una enorme poesía y espiritualidad. En la despedida, paladeada hasta el punto de que Barenboim está a punto de perder el pulso, se subrayan los aspectos dramáticos, incluso trágicos, y se alcanza una enorme profundidad filosófica. El final tiene mucha garra y es más interrogante que afirmativo. Espléndido Samuel Magad.“
¿Y ahora? Las diferencias con respecto a la grabación no son ni mucho menos tan evidentes como en el caso de Don Quijote, pero la referida evolución de nuestro artista se ha dejado aquí también notar: pierde un poco (¡solo un poco!) de carácter inflamado y combativo al tiempo que gana considerablemente en sensualidad, en colorido, en voluptuosidad, incluso en ese hedonismo sonoro que a Barenboim no suele hacerle mucha gracia, pero es imprescindible en Richard Strauss. Gana también en cantabilidad, en la creación de grandes arcos melódicos que respiran como si se tratase de la voz humana. Y gana, sobre todo, en elevación espiritual y sentido de lo trascendente, que ya eran muy evidentes en la grabación de Chicago pero ahora son superiores: los dos últimos movimientos, recreados con particular lentitud y delectación, creo que pertenecen al más sublime Strauss que haya escuchado nunca, en vivo o en disco.


El concertino Wolfram Brandl estuvo formidable en su retrato, no solo amoroso sino también con mucho temperamento, de la amada del Héroe. En realidad, toda la orquesta realizó una labor sensacional, y no solo en lo que a dar las notas se refiere, que también, sino a la intención: increíbles las maderas recreando con especial saña (¡mucho mayor que en Chicago!) a los enemigos del protagonista y paladeando con asombrosa emotividad las citas a los poemas sinfónicos precedentes del autor, Don Quijote entre ellos.

En definitiva, una Heldenleben sensacional que si se llevase al disco podría ser referencia absoluta, al menos en sus dos últimos movimientos.Y si no me creen, escuchen la toma radiofónica del 23 de mayo pasado a cargo de los mismos artistas disponible en la lista de correo Concertarchive: hay algún resbalón técnico, pero la interpretación se eleva a las mismas cotas que la de Madrid.

En la próxima entrada hablaré del concierto del domingo. Mientras tanto, les recomiendo que lean la expertísima reseña de Ángel Carrascosa.

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