lunes, 7 de abril de 2014

Prêtre en La Scala: Respighi y Franck a la francesa

Si todo ha salido bien, cuando estas líneas aparezcan en la red estaré en Roma, en compañía de mis alumnos de Primero de Bachillerato en un viaje a Italia como sustituto de otro profesor que a última hora ha tenido que darse de baja en la actividad. Por eso me ha parecido idea divertida ofrecer hoy estas reflexiones sobre un DVD que me compré el otro día en Valencia que comienza, precisamente, con las dos más conocidas partes del tríptico romano de Respighi, Fuentes de Roma y Pinos de Roma.

Se trata de un concierto ofrecido el 28 de febrero de 2011 por la Orquesta de La Scala de Milán bajo la dirección de un Georges Prêtre con nada menos que 86 años a sus espaldas, incluyendo en su segunda parte la Sinfonía de Cesar Franck. En realidad el concierto ya lo comenté en este blog cuando circuló de manera no comercial en la red. La diferencia es que ahora se lanza editado por Sony Classical: muy feo, por cierto, que la obra de Franck aparezca en la carátula del producto como mero bonus track, cuando su calidad es obviamente superior a la de los dos citados poemas sinfónicos (que a mí me gustan, desde luego, y de hecho ofreció aquí una comparativa discográfica de Fuentes).


 Aunque ya comenté estas filmaciones por extenso, voy a repetirme porque tengo algún que otro detalle que añadir. La interpretación de las dos partituras de Respighi se mueve, desde luego, por muy parecidos derroteros a la que le escuché en directo en Valencia cuatro meses después. Entonces me entusiasmó hasta el delirio, de lo que dejé aquí buena cuenta. Ahora me ha gustado un poco menos, en parte porque la formación milanesa evidencia unas limitaciones que no tenía la formidable Orquesta de la Comunidad Valenciana, y en parte porque la música suele gustar e impactar más en directo que escuchada en casa.

Se trata, ya lo dije en su momento, de admirables interpretaciones que podrían definirse como “de línea francesa”, más concretamente de corte impresionista: elegantes, refinadas sin llegar al narcisismo, de un desarrolladísimo sentido de las texturas y un colorido pastel muy sensual, además de muy efusivas en el fraseo; este es amplio y ofrece gran concentración, por lo que no hay caídas de tensión a pesar de la lentitud de los tempi. El dominio de la agógica por parte del maestro resulta realmente asombroso, como demuestran los hallazgos en el Tritón o las muy personales y creativas transiciones entre las tres últimas fuentes.

En Pinos hay que destacar el encanto algo naif en Villa Borghese, como también el impresionante crescendo en las catacumbas; en el Gianicolo hay toques de muy atractivo amargor en el fraseo de la cuerda, casi al final de la intervención de esta sección, mientras que la marcha, muy lenta y ampulosa, impresiona sin llegar a caer en la pesadez. Por poner algún reparo a la labor de batuta, se podría argüir una visión un tanto tópica de estas obras, así como cierta falta de tensión dramática en algún momento, pero desde luego las realizaciones son de enorme altura, por momentos fascinantes.


Alto nivel también en la segunda parte. Haciendo gala de un fraseo tan cantable como flexible y de un espectacular dominio de la agógica, pero teniendo que lidiar con una orquesta con limitaciones –los metales suenan algo verbeneros en la coda final–, el veterano maestro ofrece una recreación de de la Sinfonía de Franck marcadamente francesa, si me permiten caer de nuevo en el tópico: sensual y hedonista en el buen sentido, de colores pasteles y difuminados, texturas cálidas al tiempo que con un punto de levedad, y un muy particular sentido de la elegancia. Por ende, se evita toda incisividad y no hay particular interés por generar atmósferas opresivas ni alcanzar clímax muy desgarrados. Esto no impide, en cualquier caso, que el primer movimiento esté trazado de manera admirable y posea la adecuada tensión dramática. El segundo, dicho al tiempo que marca la partitura (Allegretto), y por ello nada lento, resulta ante todo comunicativo y de una gran belleza. En el tercero hay desigualdades: aquí el maestro le echa demasiada imaginación al asunto y sus aportaciones terminan descuadrando un tanto el trazo global de la pieza, además de dejar desatendidos algunos pasajes a los que se les podría sacar más provecho. El final lo plantea de manera entusiasta y radiante, quizá en exceso. 

Novedad absoluta es la propina, que termina siendo lo mejor del concierto: una barcarola de Los cuentos de Hoffmann más sensual que ninguna otra que quien esto suscribe haya escuchado, a despecho de alguna retención de tiempo excesivamente creativa propia del Prêtre de los últimos lustros. Solo por ella ya merecería la pena comprar este DVD.

Ahora viene la parte negativa: las pistas Dolby Digital 5.1 y DTS 5.1, además de no ofrecer un surround auténtico, presentan un molestísimo zumbido en los graves que distorsiona todo el sonido hasta el punto de que la audición resulta imposible para un oído con un mínimo de sensibilidad. La pista PCM estéreo sí que suena en principio muy bien, con claridad y amplia gama dinámica. Y digo en principio porque de vez en cuando salta algún molesto click que no tendría por qué estar ahí. Sí, ya, tecnología italiana, pero el DVD está distribuido internacionalmente por Sony Classical y lleva en su carátula el logotipo del sello nipón. Una chapuza en toda regla comercializar un producto en estas condiciones. Al menos la imagen sí es de mucha calidad. ¿Merece la pena, pues? A mi entender sí, aunque son 20 euros. Usted mismo.

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