lunes, 24 de marzo de 2014

El Boccanegra de Barenboim en La Scala

He vuelto a ver el Simon Boccanegra que ofreció, con Plácido Domingo en el rol titular, Daniel Barenboim frente de las huestes del Teatro alla Scala en abril de 2010. Y la verdad, sigo sin comprender por qué a algunas (o muchas) personas no les convenció la labor de la batuta. De acuerdo con que el de Buenos Aires carece de la rusticidad, la frescura y el sentido de lo popular que en seguida asociamos con la orquesta verdiana y que sí poseen otros directores, Muti y Pappano a la cabeza de ellos, pero también es cierto que estas características no son precisamente las más necesarias en este un tanto atípico –y en cualquier caso genial– título verdiano. Antes al contrario, lo que demanda Boccanegra es un tratamiento muy denso de la atmósfera, capacidad para subrayar los tintes ocres, un fraseo tan cantable como sensual, atención al peso de los silencios y, sobre todo, un elevado sentido de lo ominoso. Es decir, todo aquello en lo que Barenboim se mueve como pez en el agua.


Por eso a mí su dirección, lenta, densa y marcadamente gótica, me parece extraordinaria, sobresaliendo como es lógico en el prólogo y en el final, que son los momentos más adecuados para el modus operandi barenboiniano. Por medio hay, además, pasajes muy encendidos, como el del reconocimiento entre padre e hija, y quizá también algún otro al que se le puede pedir más nervio y garra, como el gran concertante de la escena del consejo; las advertencias del Dux a Paolo que vienen justo después cerrando el primer acto, por el contrario, encuentran en Barenboim a un director genial.

Del Boccanegra de Plácido ya se ha hablado mucho. Aquí está bastante mejor que en la filmación del Met con Levine del año anterior, donde tenía el papel poco trabajado. Aun así, creo que en la filmación con Pappano unos meses posterior en el Covent Garden (DVD en EMI) lo hará todavía de manera más satisfactoria, por no hablar de su memorable aparición en Madrid. En cualquier caso, y aun contando con sus limitaciones de fiato, desigualdades e insuficiencias, me parece un maravilloso recreador del Dux por estilo, musicalidad y convicción expresiva. Enorme Domingo.


Amelia es Anja Harteros: su voz lírica es muy adecuada, su canto de excelente línea –admirables reguladores, sugerentes pianísimos– y su gusto exquisito, aunque la encuentro un poco fría, poco emotiva. Fabio Sartori, de técnica no muy allá –a veces la voz suena estrangulada–, apunta buenas maneras como Adorno sin terminar de convencer. Bastante mejor el joven Massimo Cavalletti como Paolo. Ferruccio Furlanetto, finalmente, tiene la voz muy cascada pero su arte para recrear musicalmente el personaje es enorme: su Fiesco termina resultando altamente emotivo.

La escena de Federico Tiezzi pretende ser al mismo tiempo tradicional y moderna añadiendo detalles aquí y allá a una propuesta en el fondo muy convencional. No es por eso por lo que no convence, sino por oscura, poco atractiva visualmente y bastante escasa de ideas. La dirección de actores es penosa. La de masas, abiertamente ridícula. Menos mal que Domingo y Furlanetto demuestran sus enormes tablas en sus respectivas actuaciones y añaden un poco de credibilidad dramática a semejante bodrio.

Siendo impecable la imagen, la filmación no resulta cinematográficamente adecuada: la señora Patrizia Carmine decide llamar la atención y abusa de los fundidos en negro de manera muy molesta, además de tomar desafortunadas decisiones en planificación y montaje. La toma sonora del Blu-ray editado por Arthaus sí que es extraordinaria, sobre todo gracias a un multicanal que recoge muy bien la atmósfera de la sala y las intervenciones traseras offstage del coro. Y también, por cierto, los abucheos a Barenboim al final. Pero, ¿qué van a esperar de un público que se la armó a Carlos Kleiber por su genial Otello?

2 comentarios:

Pablo dijo...

De Domingo tengo el Boccanegra de Levine, así que me apunto este, que parece bastante atractivo. ¡Gracias por la recomendación!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

De nada, un placer. No olvides tampoco la de Pappano, con una dirección más ortodoxa que la de Barenboim -e igual de buena, a mi entender- y una puesta en escena bastante menos mala que la de La Scala.

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