miércoles, 1 de enero de 2014

Año Nuevo en Viena 2014 con Barenboim: intensidad sin decadentismo

PS. Qué rapidez la de RTVE, el vídeo completo aquí:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/especiales-navidad/concierto-ano-nuevo-orquesta-filarmonica-viena/2275188/
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Tras el aburrimiento supremo con Welser-Möst en la edición pasada, vuelve Daniel Barenboim al Concierto de Año Nuevo con las mismas características que ya apunté, en el comentario del 1 de enero y en la reseña del DVD editado por Decca, sobre su comparecencia de 2009: sonoridad menos mórbida y más robusta de lo que es habitual en la Filarmónica de Viena (¡imponente cuerda grave!) para interpretaciones de marcado carácter sinfónico, muy alejadas del decadentismo que habitualmente asociamos con este repertorio, poco interesadas por la ligereza, lo trivial y lo preciosista para por el contrario acentuar –sin pasarse de rosca– lo que esta música posee de pathos, de tensión dramática y de fuerza expresiva. Todo ello, además, con un sentido del humor sin ligereza ni coquetería, sino más bien burlesco, socarrón incluso, además de un tanto rústico –en el buen sentido– y descarado.

Todo esto no llega a significar que sus interpretaciones suenen “raras” o fuera de estilo, pero sí que los paladares más acostumbrados a escuchar estos conciertos de la Musikverein echen en falta algunas de las características más reconocibles del “espíritu vienés” para, al mismo tiempo, descubrir nuevas posibilidades expresivas. En definitiva, el de Buenos Aires ofreciendo una síntesis entre su poderosa personalidad musical y los requerimientos propios de un primero de año en Viena.

En esta ocasión, por otra parte, me ha parecido detectar una dosis superior de entusiasmo, de frescura, de energía y de comunicatividad en las recreaciones barenboinianas, lo que no sé si se debe a una verdadera mejoría con respecto al concierto de 2009, que ya fue espléndido, o más bien al efecto Welser-Möst: después de lo del maestro austríaco, la actuación de Barenboim me ha sabido a verdadera gloria. En cualquier caso, hay que matizar.

Barenboim Año Nuevo 2014

Se abrió el programa con la Helena Quadrille de Eduard Strauss, sobre temas de La bella Helena de Offenbach: con Barenboim nada de ligereza vienesa o francesa, sino más bien una dosis tremenda de empuje, como también cierta despreocupación por el refinamiento. Vamos, que el maestro no usó pinceles finos, cosa que sí hizo en el sublime arranque –al que aportó toques anhelantes– del vals Friedenspalmen, de Josef Strauss, si bien en el desarrollo del mismo podría haberse mostrado más voluptuoso y ensoñado.

Empuje sin ligereza mal entendida caracterizó al Carolinen-Galopp de Johann Strauss padre. El hijo hizo por fin su aparición con una tremenda lectura de la Marcha egipcia: poderosísima, robusta, riquísima en el color, además de admirablemente desmenuzada, aunque desde luego antes “operística” que dotada de sentido del humor. Hermosísimo el vuelo lírico conseguido en el vals Seid umschlungen, Millionen del mismo autor, para luego ofrecer con su polca rápida Stürmisch in Lieb' und Tanz toda una exhibición de entusiasmo.

Me despisté en el intermedio y me perdí el arranque de la obertura de la opereta Waldmeister, de nuevo del “rey del vals”; decisivo el papel que Barenboim otorgó a la percusión en su sección final, como de hecho ocurrió en casi todo el concierto. Ligereza con músculo, valga la aparente contradicción, caracterizó el Klipp-Klapp Galopp del mismo autor, para luego dar paso a una de sus obras más celebradas: Cuentos de los bosques de Viena. Barenboim aquí se sacó la espina de su floja grabación con la Sinfónica de Chicago ofreciendo una recreación viril, muy entregada, ya que no especialmente dada a la ensoñación a la que estamos acostumbrados.

Vino luego Josef Hellmesberger hijo con su polca francesa Vielliebchen, llevada por Barenboim sin especial gracia. Soberbia por el contrario la Bouquet-Polka de Josef Strauss, de una electricidad que recordó a la del simpar Carlos Kleiber en este tipo de piezas.

Como homenaje a Richard Strauss por los ciento cincuenta años de su nacimiento se ofrecía la sublime Mondscheinmusik de Capriccio; con una orquesta como la Filarmónica de Viena esto no puede salir mal, pero esperaba aún más.

El vals Die Romanticke de Joseph Lanner recibió una recreación poderosa y nada rococó, todo lo contrario que los salones del palacio desde los que se ofreció la primera de las coreografías firmadas por Ashley Page.

Vuelta a Josef Strauss  con la polca-mazurca Neckerei, fraseada por Barenboim con una gracia y un encanto asombrosos, pero sin el menor asomo de decadentismo. Trepidante la polca rápida Schabernack del mismo autor, una nueva oportunidad para que los músicos vieneses demostrasen su enorme virtuosismo. Recreación de nuevo absolutamente deliciosa la del Pizzicato de la Sylvia de Delibes, donde Barenboim supo ofrecer muchísima gracia digamos que amable –nada habitual en él– y en la que el maestro hizo gala de un espectacular dominio del fraseo.

Tres piezas más de Josef Strauss para terminar: el largo y bello vals Dynamiden –hermosísima la introducción en manos de nuestro artista–, la celebérrima polca rápida Ohne Sorgen –llevada a un tempo francamente veloz– y otra pieza que el locutor televisivo, como siempre José Luis Pérez de Arteaga, me parece que llamó Carrera: entusiasmo desbordante por parte de la batuta aunque tratamiento algo tosco.

Nada de discurso pacifista esta vez en las felicitaciones: Barenboim se limitó al “prosit Neujahr!” –dicho con simpatía y adecuado histrionismo– para luego ofrecer un Danubio Azul entusiasta y lleno de fuerza expresiva. En la Marcha Radetzky se dedicó –ahí estuvo la inevitable broma anual de este concierto– a darle la mano uno a uno a los músicos mientras tocaban. El año que viene, Zubin Mehta.

Ah, dentro de pocos días Sony Classical pondrá a la venta este concierto en CD, DVD, Blu-Ray y hasta vinilo. La compra se recomienda por sí sola, a mi entender, aunque si lo que ustedes lo que quieren es “lo mejor” en valses y polcas, les recomiendo que no olviden a Karl Böhm. En cuanto a Barenboim, no está de más recordar que su siguiente encuentro con el público será en el Teatro de la Maestranza el 19 de enero: nada menos que el segundo acto de Tristán e Isolda con la Orquesta del West-Eastern Divan. En este momento quedan 950 localidades por vender –de todos los precios, entre 25 y 65 euros– sobre un aforo de aproximadamente 1700 butacas. Se confirma así –ya no vale la excusa del verano, el calor y todo eso– que muchos melómanos sevillanos pasan olímpicamente del maestro y su orquesta multicultural. Ellos sabrán por qué.


PD. Cuando comencé a escribir esta entrada quedaban 1005 entradas por vender para el concierto del Maestranza. Cuando la terminé quedaban 950. En este momento (18:16) son 919. Está clarísimo que no hay nada como la televisión para hacer publicidad de un evento... y que hace falta que le gente se entere de las cosas para que se anime a acudir, claro. Que alguien se las diga, y que se las repita a través de las vías adecuadas, como ha ocurrido justamente esta mañana con Pérez de Arteaga mencionando este concierto de Sevilla y el que tendrá lugar dos días después en Cádiz con obras de Mozart y Beethoven.

Por otra parte, hace un rato alguien me ha pedido que escriba sobre Barenboim y Sevilla. No quiero hacerlo. Solo diré que todo lo que escribí en su momento en este blog (repito: todo) lo sigo manteniendo, aunque algunos me acusaran en su momento de desvarío. Y que la presencia de Barenboim en el podio (¡haciendo su especialidad, el Tristán!) es un acontecimiento musical de increíble categoría que todos los grandes teatros del mundo desearían para sí.

3 comentarios:

Agustin dijo...

Como siempre, una entrada llena de erudición y no es por hacer la pelota, que no es necesaria.
A mi me ha parecido un Danubio Azul antológico.
Sobre la apatía y el desinterés de los españoles por Baremboim....¿qué se podría esperar si no, de este pueblo?
En cambio, BAREMBOIM dijo hace poco que él amaba a ESPAÑA aunque no sabía si ESPAÑA le amaba a él.
LO que debería ser un honor para nuestro país, viniendo de quien viene, se convierte en un amor no correspondido o respondido con la indiferencia.

Pablo dijo...

A mí me ha gustado más Barenboim hoy que en 2009, que ya es decir.

En cuanto a lo de la publicidad, es lógico que la venta de entradas haya crecido gracias a los comentarios de Arteaga. No todos los interesados en estas cosas leerán siempre los periódicos (ni siquiera en edición digital) y el concierto de año nuevo es algo popularísimo. A ver si se vende todo, porque lo contrario diría muy poco de los sevillanos.

ignaciojavier dijo...

buen concierto aunque mi referencia y preferencia siempre van a ser los 2 de kleiber en el 89 y en el 92

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