Ahora bien, ya imaginarán ustedes que la sintonía de Pons con este repertorio dista de ser la adecuada: yo le agradezco mucho al maestro que nos permita escuchar esta música en directo y que la haya dirigido con evidente entusiasmo y haciendo gala de su incuestionable técnica de batuta, pero debo reconocer que su visión más bien rústica, robusta y algo primaria casa mejor con el mundo zarzuelero que con el de la opereta. La orquesta le sonó bien en general. El Coro Nacional de España me convenció bastante menos, aunque me parecieron estupendos los solistas, supongo que salidos de la referida formación, que se encargaron de los roles menores.
Para el papel titular trajo Pons a Veronique Gens. En principio un lujo, pero ya en su DVD de 2006 en la ópera de Lyon (Virgin) dejaba bien claro que una cosa es cantar bien y otra muy distinta sintonizar en lo expresivo con un personaje que exige en lo expresivo una sensualidad, una picardía y una sofisticación que la soprano francesa, en general un punto sosa en todos los repertorios que aborda, no está en condiciones de ofrecer. Su "Vilja", en general más que correcto, lo remató con un agudo accidentado que nos dejó mal sabor de boca, al menos en la función del viernes 7 de junio en la que estuve presente. Tampoco en la escena le ponía el suficiente desparpajo al asunto.
Si en el Imeneo de Haendel que vimos en el mismo recinto hace un par de semanas tuvimos un notable ejemplar de barihunk en el rol titular, para esta Viuda alegre hemos contado con otro no menos destacado: Christopher Maltman. Su nombre ha sonado mucho últimamente por su a priori muy polémica (solo he visto el trailer) película sobre Don Giovanni, pero mi impresión es que sus cualidades digamos musculares han desviado la atención sobre la calidad de una voz de recia pasta baritonal, homogénea y sin problemas para correr por la sala, como también de unas muy apreciables intenciones expresivas que ustedes pueden apreciar en el fragmento que dejo abajo bajo la dirección de Thielemann. Cierto es que no resulta sofisticado, pero no me parece que el personaje de Danilo tenga que serlo. Cantó bien, fue siempre muy certero en la expresión, ofreció una dicción irreprochable y encima, al contrario que su partenaire, semiescenificó al personaje de manera muy convincente, enganchándonos a todos desde el primer momento. ¡Bravo!
Gustavo Peña (hace poco en Madrid en Pepita Jiménez) y Vanessa Goikoetxea se encargaron de la otra pareja amorosa. Me gustó sobre todo el primero: se puede cantar con mayor finura y atención al matiz, pero el tenor grancanario acertó por completo a la hora de ofrecer un Camille varonil, cálido y entregado. Ella, por fortuna, fue también muy sabia a la hora de alejarse de la típica Valencienne pizpireta. Lástima que no pudiésemos escucharles demasiado, toda vez que la partitura se ofrecía mucho más recortada de lo que era de esperar: se anunciaban ochenta minutos y al final tuvimos unos sesenta y cinco. Eso sí, el público se lo pasó de lo lindo: sospecho que muchos escuchaban por primera vez esta partitura. Solo por eso ya habría razones para la enhorabuena.
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