lunes, 21 de mayo de 2012

Van Waas sustituye a Brüggen en Úbeda

Canceló Frans Brüggen su visita a España al frente de la Orquesta del siglo XVIII. En los dos conciertos de Valencia le sustituyó un maestro no historicista sino tradicional, Kenneth Montgomery. En el del pasado viernes 18 en Úbeda lo hizo por el contrario uno de los dos clarinetistas de la formación holandesa, el ya veterano Guy van Waas, que tiene importante experiencia dirigiendo instrumentos originales. Me aseguran que se ensayó lo suficiente. Los resultados un tanto decepcionantes -no fue un mal concierto, ni mucho menos- han de deberse, pues, a las insuficiencias del belga tanto a nivel expresivo como en el plano técnico, aunque en este último quizá tuvo algo que ver la acústica del auditorio del colegio que se utilizó, en lugar de la habitual iglesia del Hospital de Santiago, para celebrar el evento: la agrupación no solo sufrió unos cuantos desajustes, sino que sonó con un empaste mucho menos conseguido de lo que acostumbra.

Van Waas parece moverse en el mismo terreno que Brüggen: seco, sobrio y riguroso, poco interesado por la dulzura o la frivolidad, pero en absoluto desatento a la tensión sonora o timorato a la hora de resultar poderoso y contrastado, lo que no significa “romantizar” las partituras (menos aún lo que hacen otros historicistas o pseudo-historicistas, convertir la interpretación en un tobogán sonoro). El problema es que parece tener menos talento que su colega a la hora de llevar este concepto a la práctica. El Haydn de Brüggen –tengo su integral de las Sinfonías Londres y le escuché unas soberbias Siete Palabras en Córdoba- es de muy alto nivel medio. El de Van Waas, desconociendo algún disco que tiene por ahí, parece menos interesante. Su Sinfonía nº 104, Londres, me pareció muy digna, sensata en lo expresivo y sonada con toda la rusticidad que debe, lo que le sentó muy bien al minueto, pero un tanto cuadriculada, sin la frescura y el vuelo lírico que se requiere; el segundo movimiento, además, me pareció demasiado rápido, tendiendo a la frivolidad y lo pimpante.

Van Waas XVIII Ubeda

A continuación no se interpretó lo que se anunció en primera instancia, el genial Concierto para clarinete de Mozart, pues Eric Hoeprich se reservó para el tutti, sino que se hicieron tres arias de Haydn escritas para otras tantas óperas de diferentes autores: “Il meglio mio carattere” para L’impresario in Angustie de Cimarosa, “Sono Alcina” para L’Isola di Alcina de Gazzaniga y “La moglie quando è buona” para Giannina e Bernardone e Cimarosa. Muy hermosas las tres, por cierto. La mezzo Wilke te Brummelstroete, admirablemente sencilla en vestuario y poses (¡qué diferencia con algunas divas que hay por ahí!) lució una voz de escasa personalidad, técnica bastante correcta, una línea sensata y buena voluntad a la hora de matizar, quedándose corta en sensualidad y comunicatividad. Como diría un amigo mío, una profesional del canto, nada más.

Séptima Sinfonía de Beethoven para terminar. Como Brüggen, Van Waas hizo sonar a la orquesta de modo muy historicista –cuerda poco vibradas, protagonismo del stacatto, ataques incisivos, percusión muy seca-, y al igual que él tuvo la sensatez de no caer en la levedad ni en la falta de músculo, como tampoco de hacer locuras con los tempi (¡ay, Chailly!) ni de renunciar a la potencia expresiva y la grandeza visionaria que debe tener la música del autor. Este Beethoven suena muy “original” en la forma pero es “tradicional” en el fondo, dicho sea como elogio. El primer movimiento tuvo bastante garra y empuje, estando además –como el resto de la obra- maravillosamente diseccionado: feliz idea la disposición antifonal de los violines. El allegretto no cayó en lo trivial, pero tampoco terminó de calar: el humanismo estuvo ausente. El tercero movimiento ofreció un sentido rústico muy interesante. El cuarto me pareció un error, pues –como hacen tantos directores- Guy van Waas lo convirtió en una carrera de galgos sin dejar espacio –fraseo precipitado, cuadriculado y machacón- a que la música respire. Los músicos tocaron con enorme entusiasmo y al final se acumuló una enorme electricidad, pero todo fue de cara a la galería.

¿Hubiera salido mejor con el director titular en el podio? En la pequeña tienda montada por los propios holandeses pude comprar su nueva integral beethoveniana, registrada en directo en octubre de 2011 y comercializada en edición limitadísima por la orquesta. Escuché la Séptima allí incluida en el coche y lo he vuelto a hacer en casa antes de escribir estas líneas. La respuesta es afirmativa: en la velada capturada por los micrófonos, la Orquesta del siglo XVIII tocó mucho mejor que en Úbeda y Brüggen dirigió de manera más satisfactoria que su colega, e incluso que él mismo en su integral de Philips. ¡Qué le vamos a hacer!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo estuve en ubeda hoy hace una semana, gracias por su crónica. Sin tener fundamentos musicales, pude advertir la rapidez del último movimiento de la séptima . TAmbién visité la "tienda" y compré el cd del Oratorio JSB ,lástima no pude adquirir el cd de las sinfonías. Que pena lo de la Iglesia de Santiago. Saludos. Un espontáneo

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