El concierto anual de la Filarmónica de Berlín del 1 de mayo tuvo lugar en 2008 nada menos que en la Gran sala del Conservatorio de Moscú. Stravinsky, Bruch y Beethoven en los atriles. Dirigía Rattle y Vadim Repin era el solista. Vi en su momento la retransmisión televisiva, y ahora he tenido la oportunidad de conocer el DVD editado por Medici Arts, que por cierto cuenta con excelente calidad de imagen y un sonido bajo de volumen, pero de gama dinámica muy amplia, que se beneficia de la espléndida acústica del mítico recinto. Me lo he pasado bien de nuevo, y por eso lo recomiendo.
Al igual que ocurrió en su grabación en audio realizada el año anterior (enlace), Rattle y sus chicos ofrecen una recreación de la Sinfonía en tres movimientos que es un prodigio por su fuerza, sentido del ritmo y tensión sonora, siempre dentro de una visión fresca, vitalista y juvenil, en absoluto severa, que aporta una buena dosis de sentido del humor, sensualidad e incluso lirismo. O sea, algo muy distinto de lo que tal vez pretendía Stravinsky. ¿Discutible? Sí, pero ya hace mucho tiempo que grandes directores vienen poniendo de relieve que en la música del compositor ruso hay muchos más pliegues de los que él mismo quería reconocer. El resultado, en cualquier caso, es apasionante.
No referencial (ahí están Mintz y Abbado) pero sí espléndida la recreación del bellísimo Concierto para violín de Max Bruch. No se trata de una lectura intensa y doliente, sino más bien de corte lírico, equilibrada, sensual, que se beneficia de una dirección que aporta una cálida luminosidad, de una orquesta fabulosa y de un violinista notabilísimo que sabe aunar elegancia, belleza sonora y apasionamiento. Merece la pena escucharla.
Caballo de batalla de la orquesta en la segunda parte: Séptima de Beethoven. No se me ocurre una formación más idónea para la partitura. Otra cosa es la batuta. Seis años después de su discutida y discutible integral sinfónica con la Filarmónica de Viena, esta vez el maestro británico se deja de experimentos y ofrece un Beethoven en la línea del Karajan maduro, esto es, elegante y poderoso, basado en la suntuosidad, el músculo y la belleza sonora, de pulso admirablemente sostenido y un fraseo que sabe aunar el cálculo, el refinamiento y la naturalidad. Pero es también un Beethoven algo epidérmico, poco creativo y tendente a quedarse en el mero espectáculo sonoro, particularmente en un Allegretto carente de emoción, de humanismo. En cualquier caso, es difícil resistirse ante una interpretación tan bien realizada. Lo dicho: para pasárselo bien.
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