martes, 29 de noviembre de 2011

Lady Macbeth de Shostakovich en versión Kusej

La producción de Lady Macbeth de Mtsensk que se presenta este sábado en el Teatro Real -allí espero estar- la preparó Martin Kusej para la Ópera de Holanda y fue filmada por las cámaras de Opus Arte los días 25 y 28 de junio de 2006 en el Het Muziektheater de Ámsterdam. Se trata de una propuesta llena de sexo más o menos explícito. De sexo, incluso de genitalidad pura, pero no de erotismo: todo aquí es seco, escabroso, desagradable. Los calzoncillos cagados del borracho en la fiesta -recuerdan a los de Divine de Cosas de hembras, pero aquí sin gracia ninguna- no son sino una muestra de todo un desfile de fea ropa interior, carnes flácidas y sudorosas, suciedad abundante -el suelo del escenario se encuentra cubierto de barro- y una mezcla de sangre y semen que se intuye más que se ve, aunque el asesinato de Zinovy (la aguja del zapato clavada en el ojo) sea bastante explícito.

Lady Macbeth Kusej Jansons

Una puesta en escena voluntariamente incómoda, pues, que se aparta del tono con frecuencia caricaturesco de la algo desigual partitura de Shostakovich para incidir en los aspectos más escabrosos de una historia por completo vigente: la de una mujer antes víctima que verdugo, presa -la jaula de cristal de los primeros actos lo deja bien claro- en un mundo de hombres a cual más machista, mediocre y repugnante. Que algunos detalles no estén bien resueltos (hay alguna contradicción aislada entre lo que se ve y lo que se dice) no invalida una propuesta escénica que puede no ser la que mejor rime con la música, pero sí la que más nos hace pensar al tiempo que pasamos un mal rato.

Musicalmente el nivel en este doble DVD es alto. No podría ser menos teniendo en el foso a la que es probablemente una de las dos mejores orquestas de Europa, la del Concertgebouw, instrumento tan musical como flexible con el que su titular Mariss Jansons ofrece un trabajo de artesanía de la mejor calidad. ¿Artesanía? Sí: todo está en su sitio, expuesto con meridiana claridad, en perfecta sintonía con el estilo y dejando a un lado cualquier tipo de devaneo sonoro, pero falta ese grado de implicación última -de tensión sonora, visceralidad y desgarro- que encontramos por ejemplo en la filmación del mismo año en el Covent Garden (aún no en DVD) bajo la batuta de ese músico a todas luces más interesantes que es Antonio Pappano. Lástima.

El elenco holandés es muy parecido al que escucharemos en Madrid, incluso en los papeles más breves, con la importante excepción de Sergei: en el Real escucharemos a Michael König, mientras que en Ámsterdam vemos a un Cristopher Ventris que no solo realiza una irreprochable labor en lo vocal -ya lo hizo en una filmación anterior, la del Liceu-, sino que ofrece un físico grasiento, peludo y -pese a todo- no exento de cierto atractivo facial que hace que dé verdadero miedo verle en ropa interior. Claro que quien se lleva el gato al agua es Eva-Maria Westbroek, inmensa en su recreación de Katerina Ismailova no ya por su voz de muchísimos quilates y por una técnica de enorme solidez, sino por su perfecta comprensión del personaje tanto desde el punto de vista vocal como desde el escénico; las cámaras no tiene reparo a la hora de mostrarnos que en algún momento llora de verdad. También le ayudan su físico -carnes mórbidas, tetas generosas- y un maquillaje que acentúa su vulgaridad y hasta ordinariez. El resultado es prodigioso y el público de Ámsterdam así lo sabe ver con unas ovaciones que dejan aturdida a la maravillosa soprano holandesa. Si en Madrid se mueve en el mismo nivel vocal, estaremos ante una de las más portentosas recreaciones de un personaje operístico que se hayan presenciado en el Real en los últimos años.

El resto del elenco –ya les digo, casi al completo el mismo que veremos aquí- ofrece un alto nivel medio, destacando el vocalmente impecable y adecuadamente irónico inspector de policía de Nikita Storojev. Vladimir Vaneev convence en lo escénico, pues su Boris -el suegro de la protagonista- no puede ser más repulsivo, pero vocalmente no anda muy allá; en los dos aspectos le supera, con mucho, el inmenso John Tomlinson que tuvo Pappano (junto a Westbroek y Ventris, vaya suerte) en su citada recreación londinense. A destacar la valiente labor de Carole Wilson, que no solo tiene que mostrar sus pechos al personal sino dejar que se los magreen todos los miembros del coro masculino. Y un hallazgo la concepción particularmente alienada de Sonyetka, espléndidamente recreada por Lani Poulson, en el último acto.

No hay mucho más que decir: DVD imprescindible -imagen y sonido espléndidos, subtítulos en castellano, extenso documental complementario- y cita obligada en el Teatro Real para todos aquellos que piensen que la ópera es más, muchísimo más, que una serie de cantantes compitiendo a ver quién tiene más fiato y mejores agudos.

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