"Angela Denoke (soprano). De Babelsberg a Hollywood. Canciones de Marlene Dietrich, Friedrich Hollander, Peter Kreuder, Theo Mackeben, Kurt Weill, presentadas por Gerard Mortier." Justo así se anunciaba en la web, el libro de la temporada y folletos varios el espectáculo ofrecido el pasado viernes 15 de octubre por la soprano alemana en el Teatro Real de Madrid. Bueno es tenerlo presente antes de analizar lo ocurrido durante la función, es decir, el griterío que se organizó en Paraíso cada vez que Mortier tomaba la palabra, del que en mi opinión fueron culpables tres circunstancias muy distintas: un grave error técnico que podría haberse evitado, la monumental egolatría del gestor belga y la mala intención de algunos aficionados que estaban deseando encontrar la oportunidad de descargar su furia ante la nueva línea emprendida por el teatro madrileño. Yo no estuve en Paraíso sino en Principal, justo encima del escenario, pero en cualquier caso les cuento a partir de mi experiencia personal, contrastándola con la información que he ido sacando de otros puntos de la red.
El escenario intentaba crear el ambiente adecuado, con luz tenue y variada, un par de sofás (uno para la Denoke, otro para su antiguo "descubridor"), un recipiente con una botella de cava y hielo, más un par de copas que no recuerdo si se llegaron a utilizar. Todo en vano: la gran sala del Real no es en absoluto adecuada para semejante recital. Este repertorio necesita un ambiente muy particular, una intimidad entre los artistas y el público, que en un espacio tan grande no se podía conseguir. Hasta ahí, error de cálculo de Mortier, pero tampoco creo que sea algo grave. Sí lo era que el sonido amplificado no funcionase bien. En mi asiento ("Palco de Principal") se escuchaba de manera aceptable, solo eso, porque había algo "raro"; en Paraíso parece que el resultado era bastante peor.
En cualquier caso el problema más serio no estuvo con la ampliación de la voz de la soprano, que por lo demás se mostró muy correcta en la selección en homenaje a Marlene Dietrich que abría la velada, sino con el micrófono adicional que utilizó Mortier. Al poco de éste abrir la boca empezó el griterío. Por lo visto se le escuchaba fatal. Como ni él ni ninguno de los que se encontraban en el escenario sabía castellano, quizá se pensaron lo peor: la peña anti-Mortier montando el número. No era así, al menos de momento. En un momento dado alguien del público le explicó, en francés, lo que estaba pasando, y el maestro de ceremonias se decidió a usar el micrófono de la cantante. Mucho mejor así, por lo que el revuelo de momento se calmó.
Aún quedaba otro problema: el castellano de este señor resulta hoy por hoy ininteligible. Lo era para los que estábamos cerca (pude reconocer los nombres de "Otto Klemperer" y "Erich Kleiber"), pero más aún para los que estaban lejos, toda vez que la amplificación que usaba la Denoke y que en ese momento estaba utilizando el belga seguía sin ser la ideal. Así que cuando después de la segunda intervención de la soprano, Mortier se levantó de su asiento y comenzó a hablar de nuevo, reapareció la algarabía. Muy justificada, habría que añadir, no sé si en las formas pero desde luego sí en el fondo.
Ahora bien, lo que no me pareció de recibo fue que cuando Denoke comenzó a cantar por tercera vez se escucharan nuevas protestas, por primera vez dirigidas a ella; incluso hubo algún grito de "¡sin micrófono!". Si leen ustedes el hilo dedicado a la cuestión en el foro "Una noche en la ópera" (enlace) comprobarán como en estas últimas exclamaciones se mezclaron los que se quejaban de una deficiente acústica (¿no podían haber esperado en el intermedio en lugar de increpar a la diva?) con quienes, en furibundo plan anti-Mortier, se decían engañados porque en el Real se cantase con amplificación. La Denoke no debió de sentirse nada a gusto actuando en semejantes circunstancias. La cosa mejoró, por fortuna, en la segunda parte: Mortier tuvo a bien no hacer su aparición, la amplificación del Paraíso fue mejorada y hubo una migración masiva de los aficionados a los numerosos huecos que quedaban en el patio de butacas. Tras los primeros minutos se veía claramente a los músicos respirar aliviados.
Va siendo hora de recapitular. ¿Fue un error programar este recital en el Real? Sí, pero no por el carácter o la calidad de la música, como insinúan los aficionados más reaccionarios, sino por la escasa adecuación del espacio escénico. ¿Fue responsabilidad del teatro el problema acústico del Paraíso? Desde luego, y se trata además de una falta de atención hacia ese público joven -y de presupuesto ajustado- que la dirección del teatro quiere atraer; Mortier debería pedir perdón públicamente y devolver el dinero a quienes tenían una entrada en esa localidad, si es que se confirma que en la primera parte no se escuchaba bien a la solista. ¿Actuó el belga más por egolatría que por hacerle a la artista el favor de presentar su espectáculo? Sin duda, y si no me creen vuelvan a leer el "presentado por Gerard Mortier" con que se publicitó a diestro y siniestro el evento. Ahora bien, ¿tiene derecho alguien a quejarse de que este programa se ofrezca con amplificación? En modo alguno, y si lo hacen es por profunda ignorancia o -más probablemente- por mala intención.
Dicho esto, parece evidente que Mortier tiene que controlar su egolatría, porque con ella no hacen más que alimentar un odio que, por motivos ideológicos -cuando no políticos- se viene mascando hacia él desde mucho antes de su desembarco en Madrid. La mejor manera de hacer frente a semejante situación no es, como está haciendo, promocionarse a diestro y siniestro, sea convocando encuentros con los abonados, ejerciendo de maestro de ceremonias o poniendo por todas parte -programa de mano incluido- el cartel con su foto y su libro recién editado; ni descuidando aspectos tan básicos como son la amplificación en la sala o la dicción del maestro presentador de turno -en este caso él mismo-; ni olvidarse de pedir perdón cuando en la sala hay un problema técnico de semejante magnitud. Lo que tiene que hacer Mortier es trabajar con discreción y seriedad armado de esa inteligencia, esa sabiduría y ese saludable espíritu renovador que él posee y que tan bien le pueden sentar al teatro madrileño. Todas las incidencias del espectáculo del viernes no han hecho sino regalar munición a quienes se están esforzando para que se marche antes de los dos años previstos. Y es que... ¿alguien piensa que este señor va a sobrevivir en Madrid más allá del probable triunfo electoral del Partido Popular?
Bueno, algo hay que decir sobre el recital propiamente dicho. Angela Denoke me ha causado la misma impresión que las numerosas veces que la he escuchado en directo (Madrid, Granada, Sevilla): es una muy buena cantante y una artista de clase, pero generalmente necesita un plus adicional de personalidad, tanto vocal como interpretativa, para terminar de convencer. En este recital estuvo bien, muy fina y muy sutil (una opción tan válida como la del extremo opuesto, el desgarro más o menos cabaretero), pero no lo suficientemente variada en lo expresivo. Algo parecido ocurrió con sus acompañantes, que se mostraron siempre musicales y elegantísimos dentro de un estilo de digamos "jazz suave" alejado de las versiones originales de estas músicas, pero no todo lo intensos ni creativos como demandaba la ocasión, excepción hecha del estupendo percusionista Michael Griener; piano, contrabajo y saxofón rayaron a mi entender a menor nivel. En cualquier caso, en la segunda parte del recital el ambiente se fue haciendo más confortable, los artistas se encontraban más relajados, el público perdió la tensión y se consiguieron momentos de muy buena empatía. Creo que fuimos muchos los que, pese a todo, salimos moderadamente satisfechos de un recital que merecía otras circunstancias más felices.
Ah, otra cosilla: ¿para qué demonios me gasto dos euros en el programa de mano con los textos y sus traducciones si luego no hay luz en la sala para poder seguirlos? Encima he de soportar el dibujo de la portada perpetrado por Eduardo Arroyo, tan horroroso como todos los demás que ha preparado para las ediciones de la temporada. ¿No le da vergüenza a la señora Jefa de Publicaciones Ruth Zauner ofrecer una cosa así? A tenor de cómo le están saliendo los nuevos programas de las óperas, está claro que ni eso, ni otras muchas cosas. ¡Menudo desastre!
PD. Más información sobre el "asunto micrófono" en el blog Mi casa es mi mundo (enlace) y en el foro Una noche en la ópera (enlace).
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Estuve en el concierto, en un asiento de visibilidad practicamente nula, y he de decir que el sonido era malisimo, se escuchaba bastante mal. Me sorprendio el griterio que se organizo, pero he de reconocer que gracias a esto la segunda parte fué un poco mas aceptable.
Respecto a Mortier, habría sido muy interesante saber que decía, porque desde mi asiento no se entendía absolutamente nada, los que estabamos en mi fila nos reiamos porque era totalmente imposible adivinar nada de lo que decía. Mucho mejor cuando decidio no volver a salir al escenario.
Respecto a Angela Denoke, sin duda alguna tanto ella como los músicos estuvieron estupendos, la pena fué no poder verlos en un local pequeño de Jazz. Desde mi punto de vista el Real no es para este tipo de recitales.
Gracias por el testimonio, Sina.
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