El siguiente texto lo he escrito como parte de las notas al programa del concierto que hoy miércoles 4 de agosto ofrece la West-Eastern Divan Orchestra en la mezquita-catedral de Córdoba bajo la dirección de Daniel Barenboim, con un programa integrado por las sinfonías Sexta y Séptima de Ludwig van Beethoven. Agradezco a la Fundación Barenboim-Said el permiso para colgar aquí el texto de manera previa al evento.
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DIÁLOGOS
No partía precisamente de cero el anónimo y genial arquitecto al servicio de Abd al-Rahman I que en el año 786 comenzó a edificar, en el solar de la basílica de San Vicente en la que cristianos y musulmanes habían compartido culto durante décadas, la nueva mezquita mayor cordobesa. Capiteles y columnas se reutilizan del referido templo hispanovisigodo y de otros edificios tardoantiguos. El sistema de soportes está inspirado en realizaciones romanas. El arco de herradura procede de la arquitectura de época visigoda, mientras que la alternancia de colores busca hacer referencia a la romanidad. La articulación de la planta se relaciona con la emblemática mezquita al-Aqsa de Jerusalén, construida por los Omeyas en el solar del Templo de Salomón. El diseño de las puertas enlaza a través de Siria con el mundo Bizantino. E igualmente de Siria, más concretamente de la mezquita aljama de la capital, provienen los merlones escalonados y algunos otros elementos formales: Abd al-Rahman quería subrayar que era el único sucesor legítimo de la dinastía Omeya que había reinado en Damasco.
Y sin embargo, frente a la heterogeneidad de los elementos que la conforman, el arquitecto del emir cordobés logró no solo crear un todo funcional, coherente y de enorme belleza, sino también levantar uno de los más emblemáticos edificios de una nueva manera de entender la arquitectura marcada por la poderosísima personalidad del Islam, que a partir de esta obra comienza una muy fructífera carrera artística en Occidente (algo no muy distinto, por cierto, de lo que consiguió Beethoven a la hora de confeccionar, partiendo de muy diversos elementos previos, un conjunto de partituras orquestales que abrió las puertas de un mundo sinfónico completamente nuevo).
La ampliación de la sala de oración realizada por Al-Hakam II en la segunda mitad del siglo X enriquece de manera considerable el vocabulario del arte hispanomusulmán al tiempo que añade a la aljama cordobesa su sector más suntuoso y un nuevo mihrab revestido de mosaicos que, aun ofreciendo inscripciones del Corán y decoración puramente musulmana, fueron realizados por un artista enviado desde la mismísima capital del Imperio Bizantino. El Mediterráneo no es barrera, sino puente.
Justo donde comienza la referida ampliación pasa desapercibida para muchos visitantes esa joya del estilo mudéjar que es la Capilla Real, levantada por el rey cristiano Enrique II en 1371 haciendo uso de alarifes del sultanato nazarí de Granada y manejando un lenguaje que remite a un Islam que no es el de la Córdoba califal, sino el de la Sevilla “norteafricana” del Imperio Almohade. Justo el mismo lenguaje que décadas antes había usado la comunidad hebrea cordobesa para edificar la sinagoga que hoy día se alza en la calle Judíos, en el mismo barrio donde se crió Maimónides, el filósofo que hizo dialogar la tradición aristotélica con la Torá y el pensamiento talmúdico, la razón y la fe. Oriente y Occidente, de nuevo.
La síntesis de ámbitos opuestos vuelve a darse en el denominado “crucero” que levanta el obispo Alonso Manrique en la primera mitad del siglo XVI, enjoyando el ya por entonces sustancialmente modificado edificio islámico con una luminosa nave en la que Hernán Ruiz II no tuvo problema en integrar los elementos del último gótico que había propuesto su padre con otros ya renacentistas, pero sin despreciar en modo alguno la antigua aljama, hasta el punto de que los arcos blancos y rojos que se encuentran a ambos lados del transepto no son obra medieval, sino realización de tiempos del emperador Carlos destinada a fundir pasado y presente. Ya en la nave, una bóveda de lunetos se reviste con exuberantes yeserías que no se sabe muy bien si son la culminación del paroxismo manierista, anticipan la explosión del Barroco que irrumpirá con la espléndida sillería de coro tallada por Pedro Duque Cornejo en el XVIII o quizá recogen esa particular sensibilidad andaluza que desde tiempos remotos supo aunar lo oriental y lo occidental, el sentido del abigarramiento y la mesura clásica, la pura delectación sensual y la lógica de la arquitectura, en una fusión que daría los mejores frutos al ser reelaborada por el Islam primero, por la civilización cristiana medieval después, por el humanismo renacentista más tarde y finalmente por el derroche sensorial de la liturgia contrarreformista que germinará en la gran cultura del Barroco que ha perdurado en las entrañas de Andalucía -a veces de manera soterrada, con frecuencia de modo explícito - hasta el siglo XXI.
Creemos que este es, precisamente, el sentido último de que se ofrezca este concierto en la mezquita-catedral de Córdoba y de que el West-Eastern Divan tenga su sede en nuestra comunidad autónoma. Porque la más profunda idiosincrasia andaluza radica precisamente en saber sumar y no restar. En dialogar, integrar y sintetizar en nuestra personalidad extremos aparentemente opuestos. En no sentirnos diferentes a los otros, sino en reconocernos en ellos a nosotros mismos, y en ser nosotros a través de ellos. Lo hemos demostrado a través de los siglos. Una veces con mayor fortuna y otras con menos, pero estando siempre dispuestos -hasta en los momentos más sombríos de nuestra historia- a escuchar con atención. Justo como lo hacemos esta noche a un compositor que -lo dijimos más arriba- supo hacer de la síntesis la base de una personalidad arrolladora; a un director en que se funden lo latino y lo germánico, lo profundamente hebreo y el interés por el Islam; y a unos jóvenes artistas dispuestos a dar un ejemplo de cómo la buena música se construye mediante la capacidad de escuchar a los demás. Como ocurre con tantas otras cosas.
2 comentarios:
Le felicito por su magnificos comentarios que sirvieron a muchos cordobeses y foraneos no solo para abanicarse, sino tambien para entretenerse en la espera del concierto
Un acierto.
Y el concierto, marabilloso, y el publico con gran respeto a los interpretes.
Muchísimas gracias. Yo mismo pude experimentar como mis notas fueron un verdadero "soplo de aire fresco", literalmente, sobre los que estábamos allí sudando al ritmo del "ojú qué caló".
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