jueves, 5 de noviembre de 2009

Gergiev, un Barbazul sin aristas

El registro es muy reciente, de enero de 2009, y como todos los del sello LSO Live -baratísimo pero casi siempre con toma de sonido mejorable- fue grabado en vivo en el Barbican Hall londinense. Los primeros minutos de la audición prometen: la London Symphony demuestra seguir viviendo el mayor esplendor técnico de su historia y Valery Gergiev hace gala de un sentido del misterio y de la sensualidad que no puede dejar a nadie indiferente. Pero en cuanto empiezan a abrirse las puertas algo empieza a fallar, y a medida que avanza la interpretación uno se da cuenta claramente de que aquí falta algo.

El problema, o uno de los principales problemas, es el monumental desenfoque estilístico de Gergiev, que lejos de atender a los aspectos expresionistas y alucinados del drama apuesta por un romanticismo con toques impresionistas y decide ofrecer sonoridades opulentas, robustas y aterciopeladas, sin duda cargadas de sensualidad, pero con un inapropiado colorido apastelado y con todas las aristas cuidadosamente limadas, careciendo por tanto la interpretación del mordiente y la incisividad que esta partitura demanda: a veces parece que estamos escuchando Sheherezade antes que la ópera de Bartók.

Además falla el director ruso a la hora de planificar correctamente las tensiones. Así, la apertura de la quinta puerta alcanza sin duda una enorme opulencia sonora, pero a la explosión no se llega como consecuencia directa de la acumulación de tensiones previa: simplemente sucede, y punto. El pulso teatral, indispensable en esta ópera, resulta en irregular y la atención del oyente se resiente de manera inevitable. El final de la obra, más que demoledor, resulta inadecuadamente resignado.

Sir Willard White posee una buena voz y canta con la autoridad que el personaje demanda, pero se queda muy corto a la hora de atender a todos los pliegues anímicos de Barbazul. En la escena decisiva de apertura de la última puerta apenas trasmite esa mezcla de admiración y dolor con que debe cantar durante la aparición espectral de sus esposas. Tampoco es que Elena Zhidkova -por cierto, una mujer bellísima- sea el colmo de la expresividad, pero no podemos dejar de atender a un instrumento extenso y muy sólido, especialmente por arriba, y a una espléndida línea de canto que sabe mantener la musicalidad y no caer en efectismos.

¿Alternativas? Mi versión favorita sigue siendo la de Sawallisch (DG, 1979), no tanto por la batuta como por la insuperable recreación de Fischer-Dieskau y Varady. Me gustan mucho la de Solti -también en DVD- y la segunda de Boulez (la primera no la conozco). Bajando un escalón, Kertész con el matrimonio Berry/Ludwig, Adam Fischer -muy impresionista- y, más recientemente, su hermano Ivan Fischer -grueso pero efectivo- han ofrecido también buenas recreaciones de la obra. La antigua de Dorati me interesa bastante menos. Esta de Gergiev, sin ser del todo desdeñable, es más bien para incondicionales del director.

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