Existen tres versiones en DVD de Les Troyens. De una de ellas, la antigua de James Levine en el Met al frente de un reparto de estrellas (Norman, Troyanos, Domingo), me han hablado francamente mal. Aquí voy a dejar unos apuntes comparando las otras dos. La primera, la que ofreció el Festival de Salzburgo en 2000, con la Orquesta de París bajo la batuta de Sylvain Cambreling y dirección escénica del malogrado Herbert Wernicke; en ella se cortaron las danzas, seguramente por razones de eficacia dramática, así que Arthaus pudo editar la filmación en solo dos DVDs. La segunda, la del Teatro Châtelet de 2003, con la Orquesta Revolucionaria y Romántica (instrumentos originales, claro) bajo la dirección de su titular John Eliot Gardiner, más el excepcional Coro Monteverdi, traído por el director británico, sumando sus fuerzas a las del teatro parisino. La propuesta escénica de Yannis Kokkos respetó la partitura en su integridad, así que BBC Opus Arte la ha editado, con su habitual excelencia de imagen y sonido, repartida en tres discos.
Cambreling ofrece una notable dirección, no creativa pero sí perfecta en el estilo, con todo el refinamiento, la delicadeza y la morbidez propias del repertorio francés, pero alcanzando también la tensión dramática y el vigor deseables. Gardiner le supera en fuerza, extroversión y sentido teatral, aportando además una considerable electricidad y una rusticidad sonora bastante adecuada. Por desgracia, y como era de prever en el maestro británico, a veces el referido carácter rústico linda con la tosquedad, y la electricidad con la sequedad y el apresuramiento. En cualquier caso, y aun faltando perfume francés, los momentos líricos no están mal dirigidos.
Deborah Polaski -soprano dramática de imponente presencia- realiza doblete en Salzburgo. En los dos primeros actos está espléndida haciendo una Cassandre de rompe y rasga. En el resto convence menos como Dido, personaje que necesita de mayor calidez y voluptuosidad, justamente las que ofrece una magnífica Susan Graham en la producción parisina. Anna Caterina Antonacci hace junto a Gardiner una Cassandre interesantísima, muy femenina y enamorada.
Los Eneas no son gran cosa. Jon Villars en Salzburgo comienza bastante mal, exhibiendo una voz abierta y sin mucho valor, aunque poco a poco se va superando y ofrece una recreación cuanto menos plausible del personaje. Mejor en líneas generales Gregory Kunde, que alcanza una notable altura expresiva en su gran escena del último acto. Como Chòrebe es preferible Ludovic Tézier -en París- a Russel Braun.
Los secundarios en general están bien servidos, aunque quizá el nivel sea algo superior en el Châtelet, sobresaliendo el Hylas de Topi Lehtipuu y el Iopas del veterano Mark Padmore. Los coros realizan todos una gran labor, aunque la aportación del inigualable Monteverdi Choir se hace notar en París.
La escena de Wernicke es muy atractiva visualmente y está resuelta con un elevado sentido teatral, pero su afán desmitificador no termina de sentarle bien a los momentos más grandiosos de la obra. Sobran, por ir en contra de la pretendida intemporalidad, fusiles y metralletas, como también ocurre en la propuesta de Yokkos, esta última más atractiva desde el punto de vista plástico que desde el teatral. En cualquier caso, jugando a un dramatismo de corte onírico en Troya y a una especie de minimalismo naif en Cartago, consigue espléndidos momentos y saca muy buen partido de un recurso tan manido como el del gran espejo.
¿Conclusiones? Yo he disfrutado mucho de las dos producciones, pero si tuviera que escoger una me quedaría, y no sólo porque ofrece la partitura de Berlioz en su integridad, con la del Châtelet. Por eso se la recomiendo a todos lo que no sean alérgicos a los instrumentos originales en este repertorio.
2 comentarios:
Conozco la de Gardiner, que es la última que he visto, la de Salzburgo la vi hace tiempo y no la recuerdo muy bien. Me parece que la de Gardiner es difícil de superar por lo que has dicho: las intérpretes femeninas (Casandra-animal escénico Antonacci y Dido-delicada Graham), Kunde que -al menos- no molesta, el coro, secundarios y una dirección escénica que hace que todo transcurra con fluidez.
Es verdad, Kunde al menos no molesta. Veremos lo que hace el de Valencia. De momento, incógnita total.
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