Hay que ver lo que son los prejuicios. Aun siendo yo un rendido admirador de Barenboim, pensaba que esta repesca que realiza Warner Classics de fondos que el de Buenos Aires dejó grabados pero sin editar en su etapa al frente de la Sinfónica de Chicago (hay también un Concierto para violín de Beethoven con Vengerov que seguramente nunca veremos) iba dar poco de sí. Suponía que un director poco amante de la brillantez orquestal en sí misma, dotado de un sentido del humor mucho antes socarrón que festivo y mucho más atento a la “indagación filosófica” que a la frescura y espontaneidad de las interpretaciones no iba a acertar con este repertorio.
Pues craso error. Resulta insólito ver a un Barenboim tan chispeante y desenvuelto como el que se nos muestra en esta Obertura cubana de Gershwin no especialmente clara pero rebosante de extroversión, de sentido del ritmo, de colorido y, sobre todo, de sabor latinoamericano. En la sensual sección central, eso sí, Barenboim hace de Barenboim, revelando acentos sensuales y un punto sombríos. Sin duda el idiomatismo de la portentosa Sinfónica de Chicago contribuye mucho a la excelencia del resultado final.
Más asombrosas aún son las Danzas sinfónicas de West Side Story. Parecía que nadie alcanzaría nunca las interpretaciones del propio Leonard Bernstein. Pues bien, Barenboim lo hizo en este registro realizado -como el de Gershwin- en el Medinah Temple de Chicago en mayo de 1997, con una lectura que es un verdadero prodigio de fuerza, ritmo, claridad y, sobre todo, sentido dramático.
Menos sensual que las del propio compositor, y algo más rápida de la cuenta en “somewhere”, el argentino ofrece una visión llena de rabia, tensión interna e intensidad emocional en los clímax. El “mambo”, lleno de mala leche, es todo un hallazgo, como lo es también el final, especialmente sobrio y distanciado, dirigido con menos melancolía y vuelo lírico que Bernstein, pero con mucho mayor nihilismo. Dudo, por otra parte, que nunca jamás orquesta alguna haya tocado esta pieza mejor aún que como lo hace en esta grabación la formación norteamericana.
Los complementos son ya viejos conocidos, pero aquí también hay lugar para desmontar tópicos. A quien piense que Barenboim nunca fue un gran intérprete del repertorio impresionista le sorprenderá escuchar una recreación de la suite nº 2 de Daphnis et Chloé tan espléndidamente trazada, tan intensa (sin perder nunca de vista el estilo) y de tan portentosa claridad; en comparación con su anterior lectura con la Orquesta de París para Deutsche Grammophon, más lenta, esta de Chicago pierde en sensualidad e introversión lo que gana en brillantez, perfección arquitectónica y fuerza dramática. Por si fuera poco, la grabación (octubre de 1991) es portentosa.
Por el contrario, del preludio y liebestod de Tristán e Isolda se le han escuchado a Barenboim recreaciones muy superiores, tanto en la línea dramática y visionaria de los años ochenta como en la más sensual y reflexiva de los últimos tiempos. En esta grabación de Chicago (enero de 1993) el idioma, la arquitectura y la concentración de la batuta son encomiables, pero nuestro artista resulta más frío y cuadriculado de lo esperable, salvando el muy emocionante clímax del preludio. En cualquier caso, disco a conocer. Se ofrece en serie cara. Vaya morro.
PS. En referencia al Daphnis de Chicago, escribí "pierde en sensualidad y extroversión" cuando debería haber escrito "en sensualidad e introversión". Ya está corregido el error. Mil perdones.
2 comentarios:
No estaría mal una discografía comparada de la Rapsodia de Gershwin...
Uf, yo no me encuentro en condiciones de hacerla. Tengo demasiados discos pendientes para hacer discografías de otras cosas como para meterme en este follón ahora. Gracias por la sugerencia, en cualquier caso.
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