martes, 30 de septiembre de 2025

Tres piezas para orquesta, de Alban Berg: discografía comparada

Otra comparativa al hilo de la recuperación del vídeo de Daniel Barenboim en Berlin de 1991: las Tres piezas para orquesta de Alban Berg. Adoro esta música desde hace muchos años, pero hasta ahora no me había metido a fondo en ella. No ha sido fácil: la mayoría de las versiones, gran parte de las cuales ya conocía, he tenido que volver a escucharlas una, dos y hasta tres veces.

Para mí, ha sido un verdadero redescubrimiento. ¿Y qué he descubierto? Pues algo tan obvio como ignorado por demasiados melómanos: que esta música son muchas cosas a la vez, que es impresionismo pero que también mira hacia atrás en el tiempo, hacia los lados y hacia adelante, y que por ende resulta imprescindible escuchar interpretaciones muy distintas entre sí para entrenarse de qué va el asunto. Pero claro, para ello lo primero que hay que echarle es un poquito de voluntad y dejarse de prejuicios. Con decirles a ustedes que hace años, después de una función en el Maestranza, el actual presidente de la Asociación de Amigos del Teatro Villamarta me dijo que toda la música de Lulu era auténtica basura.... Por no hablar de esos críticos de la propia Sevilla que se mueven en el mismo nivel de intelectual, como ese inefable Carlos Tarín que escribió más o menos literalmente que Pedro Halffter debería dejar de llevar al escenario hispalense esas cosas raras iba precisamente por Lulu y los Schreker, Zemlinsky y tal y poner más zarzuela... Así están las cosas.




1. Rosbaud/Sinfónica de la SWR (Praga Digitals, 1957). La discreta toma monofónica no permite valorar correctamente una realización que se intuye de alto nivel. Los tempi son más rápidos de la cuenta, cierto es, y por ende se desaprovechan ciertas posibilidades de la partitura, pero la música se encuentra en permanente ebullición sin que por ello resulte como ocurrirá con otros maestros en exceso aparatosa. La tímbrica es la adecuada, y cada una de las frases de los diferentes bloques sonoros que van interviniendo parecen tener vida propia. Solo queda por ver la tecnología ahí es limitación insalvable hasta qué punto logró claridad este gran maestro que se dejó la piel defendiendo lo que en su momento fue música de vanguardia. (9)



2. Craft/Sinfónica de Columbia (CBS, 1960?). Editada en 1961, esta grabación tenía un interés eminentemente pedagógico: explicar a los melómanos norteamericanos cómo era esta música. Y lo hizo Robert Craft aportando inmediatez, comunicatividad y crispación, Nada de domesticar la partitura para hacerla más digerible. Demostró también una enorme atención a la claridad, esta última bien puesta de relieve gracias a una toma que, tras el nuevo reprocesado en alta definición, ha demostrado ser de considerable calidad para la época. El problema es que va tan rápido que muchas, muchísimas posibilidades expresivas de la partitura se las pasa por alto. Además, las transiciones se encuentran realizadas con trazo grueso, a los clímax se llega por acumulación de decibelios y el misterio brilla por su ausencia. Tampoco es que Craft pudiera contar precisamente con grandes referencias fonográficas que le permitieran indagar mucho en la obra: estaba solo ante el peligro y, como se ha dicho antes, su objetivo era enseñar más que hacer poesía. Misión cumplida. (6)



3. Rosbaud/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 1962). No sé si existe una fuente oficial de la que procede este audio tomado en vivo, pero lo cierto es que suena peor que el registro oficial de Rosbaud de 1957. Así las cosas, la única aportación del testimonio es la enorme calidad que aporta la formación holandesa (¡los metales cortan como cuchillos!) a la algo unilateral, pero a todas luces formidable, labor del maestro de Graz. (9)



4. Dorati/Sinfónica de Londres (Mercury, 1962). El maestro de Budapest se enfrenta al mismo reto que Robert Craft, pero cuenta con una orquesta superior -a la que realiza considerables demandas- y demuestra bastante más técnica e instinto a la hora de planificar el tejido sinfónico, al tiempo que coincide con él en la voluntad de no limar asperezas sin tener por ello necesidad de caer en grandes visceralidades o en excesos: su recreación se encuentra más que centrada en lo expresivo. Otra cosa es que, en comparación con lo que ha venido después, se echen de menos tanto las atmósferas más o menos malsanas como el lirismo sí, lirismo, aunque sea expresionista que, como más tarde demostrarán otras batutas, también anidan en esta partitura. La reciente recuperación de la toma a 192 kHz hace justicia a la fama de la serie Living Presence. (8)



5. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1967). Boulez es el que es, un músico en el que el análisis distanciado prima sobre otras consideraciones, pero en esta recreación, sin renunciar en modo alguno a sus maneras, se implica en la música para ofrecer una recreación que no es en absoluto lírica, sensual ni seductora; tampoco rabiosamente expresionista, pero sí tensa e implacable, inquietante cuando debe, cargada de malos presagios y eso por descontado de un refinamiento sonoro sin igual. Ni que decir tiene que un esfuerzo intelectual semejante pide lo mismo a un oyente al que no se realiza concesión alguna. Toma sonora con soplido de fondo y distorsión tímbrica, pero más “carnosa” que la posterior de los mismos intérpretes. (9)



6. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1970). Sin alcanzar los niveles de análisis y refinamiento de un Boulez, el joven Abbado nos ofrece una interpretación de una inmediatez y expresividad extraordinarias, netamente expresionista en la sonoridad y en el discurso horizontal, pero no por ello deja de apuntar claramente, en determinadas frases, las deudas tanto con el pasado romántico como con el mundo del impresionismo, revelándonos así hasta qué punto esta música se aleja del mero ejercicio intelectual y conectando, en cierto modo, con el universo sarcástico, grotesco y voluntariamente vulgar del Mahler más atrevido. Eso sí, hay una cierta tendencia a epatar con la acumulación de decibelio que apunta las maneras excesivamente exhibicionistas del Abbado posterior. (9)



7. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1972). Dicen que el maestro salzburgués pagó de su bolsillo las grabaciones que hizo de la Segunda escuela de Viena. Hay que agradecérselo, porque poner estas músicas en el sello amarillo con el nombre de Karajan en la portada era una manera de dejar claro a todos los aficionados no a los melómanos más exquisitos, que ya estaban muy enterados que los Schönberg, Webern y Berg eran ya verdaderos clásicos. Musicalmente se tomó en serio el asunto y construyó, en el caso de estas Tres piezas, una interpretación que sabe aunar refinamiento y espectacularidad, rebosante de detalles sugestivos y dotada de todas las asperezas necesarias nada de domesticar la partitura, aunque también es verdad que los clímax, aun llenos de nervio, suenan antes aparatosos que verdaderamente dramáticos. En cierto modo, la batuta apunta en excesivas direcciones sin una idea clara detrás de la obra. La toma, realizada en la Jesus-Christus Kirche, es correcta sin más, lo que significa que no hace justicia a las enormes demandas de la obra. Tampoco lo hace en el SACD de Esoteric. (8)



8. Colin Davis/Sinfónica de la Radio de Baviera (Philips, 1983). Podría pensarse que Sir Colin exploraría la vertiente más lírica de esta música, pero no. Todo lo contrario: el maestro británico se lanza a por una recreación particularmente agitada en la que, más extraño aún, se echan de menos claridad en los tutti y preparación para los grandes clímax. también es verdad que la orquesta no está muy allá, y que tampoco la toma de sonido contribuye precisamente a disfrutar del trabajo realizado. (7)



9. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1985). El grandísimo músico francés extrema su postura para ofrecernos una interpretación versión expresionista, escarpada e implacable a más no poder, cuya tensión implacable nos conduce a clímax abrumadores aun siempre dentro de una arquitectura minuciosamente planificada mucho mejor que Colin Davis, pese a que el enfoque no es distinto- y manteniendo una claridad proverbial. Impresionante el control de la orquesta, a la que hace sonar con un color adecuadamente virulento. ¿En exceso? No, porque hay coherencia con la visión adoptada. Otra cosa es que su visión resulte en exceso unilateral: esta música es más rica en la expresión de lo que aquí parece. La toma sonora ofrece amplia gama dinámica para ello se optó sabiamente por un volumen bajísimo, pero resulta bastante distanciada, sin mucho relieve y algo áspera en la tímbrica. Una pena: no hace justicia a la interpretación. (9)



10. Ashkenazy/Sinfónica Alemana de Berlín (Decca, 1990). La orquesta toca muy bien, Ashkenazy sostiene muy bien el pulso sin nerviosismo ni caídas de tensión y se mueve dentro de un irreprochable idioma expresionista que sabe no confundir con la acumulación de decibelios ni la aparatosidad, pero la sensación que desprende esta lectura es la de estar dicha de pasada y para cubrir el expediente, sin aprovechar apenas la música y con escasísima inspiración. Toma excepcional, eso sí: ¡cómo suena el golpe de martillo conclusivo! (7)



11. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1992). Veintidós años después de su registro londinense, Abbado sigue demostrando una considerable afinidad a una música a la que sabe dotar de colores variados, no necesariamente incisivos, aportando quizá un punto adicional de sensualidad al tiempo que alcanza picos de tensión que vuelven a tener muchos nervios y, como en la ocasión anterior, más deseo de epatar que naturalidad. En cualquier caso, recreación de altura en la que se echa de menos una mayor claridad de texturas. ¿Culpa de la batuta, que ya por entonces empezó a dejarse de interesar por esas cosas, o más bien de una toma sonora en la que los ingenieros del sello amarillo decididamente no supieron estar a la altura? (8)



12. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hänssler, 1993). La visión de Michael Gielen resulta inevitablemente expresionista -el gran giro interpretativo en esta página de la mano de Sinopoli aún está por llegar-, pero venturosamente su batuta no confunde tensión con decibelio, ni agitación con nerviosismo. El trazo es firme, la planificación resulta lógica y natural, las texturas se encuentran bien trabajadas y la música resulta cercana, comunicativa, no un mero ejercicio intelectual. Ahora bien, ni se alcanza la fuerza que habían conseguido un Boulez y un Abbado su primera grabación ni se aprecia la magia sonora y expresiva de otros que vendrán después. (8)



13. Metzmacher/Sinfónica de Bamberg (EMI, 1995). Interesantísimo paso adelante el que da el maestro de Hannover tomándose las cosas con calma y, sin renunciar en absoluto al expresionismo de la página, explorando los aspectos más misteriosos y atmosféricos de la misma. Por desgracia, las cosas no funcionan del todo bien, en parte por una deficiente planificación de las tensiones, de manera particular en un tercer movimiento cuyos primeros minutos son de pulso muy irregular para luego precipitarse en la sección central, en parte por una toma de sonido en absoluto a la altura de las circunstancias. (7)



14. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 1997). Con absolutamente asombrosa calidad de imagen y sonido para la época, se recupera una filmación japonesa aunque en la propia Philharmonie de Berlín en la que Barenboim demuestra no solo una técnica suprema a la hora de planificar la arquitectura, sino que se revela como el maestro que, hasta ese momento, más indagaba en el potencial expresivo de las notas. Pero mucho ojo, que para ello no necesita ofrecer un fraseo nervioso, una tímbrica particularmente áspera o unos clímax estruendosos. No, no es ése su camino. Hay potencia, músculo y muchísimo pathos en su propuesta, pero todo ello se alcanza a través de una concepción muy orgánica del fraseo en la que una minuciosa planificación de las tensiones y el peso armónico de la polifonía son fundamentales. Además, en su realización encontramos también una atmósfera al mismo tiempo turbia y sugerente se puede pensar en La Valse, se aprecian de manera particular las conexiones con el pasado mahleriano y se indaga en ese misterio por el que ya se interesó Metzmacher en su fallida recreación para, de esta forma, ir avanzando hacia una nueva manera de entender la partitura. Eso sí, todo ello desde una óptica abiertamente dramática: Barenboim tiene muy claro que esta música sale del dolor. La orquesta le suena particularmente poderosa, densa incluso, sin que ello signifique en modo alguno que la claridad se encuentre desatendida. (10)



15. Barenboim/Sinfónica de Chicago (CSO, 1997). Esta toma en vivo correcta sin máses posterior en nueve meses a la interpretación berlinesa de Barenboim. Las he escuchado seguidas y no aprecio grandes diferencias en su calidad, aunque quizá sí en sus cualidades: la norteamericana pierde un poco de lirismo, pero a cambio alcanza algo más de virulencia. Dicho de otra manera: el virtuosismo de los chicagoers es para no dar crédito, pero los Berliner Philharmoniker resultan más adecuados para las intenciones expresivas de Barenboim. En cualquier caso, la circulación de este doble CD es muy limitada, así que el registro queda reservado a los muy interesados en el arte de Barenboim. (9)



16. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (Teldec, 1997). Decisiva renovación interpretativa la que realiza el maestro veneciano: en lugar de subrayar las asperezas expresionistas y cargar el discurso de electricidad, se dedica a explorar atmósferas antes misteriosas que opresivas; a indagar en las posibilidades de una tímbrica que también no necesariamente tiene que ser siempre incisiva; a desplegar un fraseo curvilíneo y flexible en el que a veces puede haber mucho de sensualidad, incluso de lirismo; a dejar en evidencia los paralelismos con el mundo impresionista como también, al mismo tiempo y sin que ello resulta contradicción, en descubrirnos las conexiones con los sonidos estáticos, abstractos y visionarios de un Anton Webern. Por eso mismo su visión, sin la inmediatez ni la garra de otras, resulta tan fascinante: una mirada al mismo tiempo al pasado, al presente y al futuro. La toma sonora es muy buena, pero se queda algo corta en los grandes clímax. (9)



17. Gatti/Orquesta del Concertgebouw (RCO, 2005). Una toma sonora rica en carne cortesía de la alta definición y de amplia gama dinámica, pero también algo confusa, no termina de hacer justicia a un trabajo técnico que parece globalmente notable por parte de Gatti. Ya en el plano puramente expresivo, el maestro italiano alcanza gran nivel en los dos primeros movimientos, que plantea atendiendo de manera especial a los aspectos más sensuales y oníricos de la música sin descuidar por ello su vertiente expresionista. Interesa mucho menos el tercero: ahí le pueden las prisas y la particularmente grotesca sección central de la marcha queda desaprovechada. (8)



18. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (DVD Ideale, 2007). Cierto es que la orquesta no es comparable a las grandísimas que han registrado esta obra y que la batuta tampoco presenta una inspiración particular, pero esta lectura resulta modélica por su manera de sintetizar, con muy buena factura la sección más encrespada de la marcha se precipita un poco y apreciable convicción expresiva todas las facetas de esta música, con particular atención a lo que tiene de intensa sin necesidad de meter mucho ruido. La toma sonora se realizó a un volumen considerablemente bajo para garantizar la amplia gana dinámica que demanda la partitura; escuchada en 5.1 es excelente. La imagen, por desgracia, deja bastante que desear. (8)



19. Albrecht/Filarmónica de Estrasburgo (Pentatone, 2008). Nacido en Hannover al igual que Metzmacher, Marc Albrecht coincide con su paisano en el deseo de combinar lo expresionista de la escritura sobre todo en el tercer movimiento con la vertiente más misteriosa de la página, dejando a la música respirar y generar atmósferas. Toma nota, además, de la lección de Sinopoli, recreándose no solo en angulosidades, sino también en líneas curvas. Le sale mejor que a Metzmacher, pero aun así le faltan tanto la electricidad de los grandes maestros de la llamémosla de esta manera “línea dura”, como la capacidad de fascinación poética de quienes se han interesado por los aspectos más líricos de los pentagramas. Buen trabajo de texturas con una orquesta que se beneficia de la magnífica toma de Pentatone: el golpe de martillo que cierra la página, sin ser el más tremendo de los que se hayan escuchado, suena imponente. (8)





20. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, Proms 2010). Lectura ante todo vitalista, comunicativa, de gran inmediatez y fuerza expresiva, rica y con sus adecuadas aristas en la paleta tímbrica, que alcanza un apreciable punto de equilibrio entre el pasado y el presente, entre la sensualidad y el desgarro expresionista. ¿Más atenta al trazo global que al análisis de las texturas? No es posible decirlo, porque Sir Simon y los suyos juegan contra la problemática acústica del Royal Albert Hall y, por si fuera poco, se ven perjudicados por una toma de dinámicas comprimidas. Tampoco la resolución de la imagen es precisamente buena.  Mejor esperar a otra oportunidad: habrá un par de ellas. (9)



21. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2011). Nueve meses después del concierto de los Proms, se repite la jugada en casa con una toma de mucho mayor calidad que, esta vez sí, permite disfrutar plenamente de la soberbia plasticidad con las que el maestro trabaja la masa orquestal, a la que hace sonar sensualísima o plagada de aristas según las circunstancias lo demandan, todo ello dentro de una visión inmediata, emocionante y muy fácil de disfrutar, como también controladísima y enormemente depurada. (9)



22. Gatti/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Como ha se ha comentado su registro "oficial" con la Concertgebouw, vamos a centrarnos en comparar con lo que suizo el titular de la orquesta al frente de la cual ahora se pone. Con respecto a las versiones de Rattle, se ha perdido de manera considerable en vida, en comunicatividad y en riqueza expresiva. También en variedad de colores y en plasticidad del tratamiento orquestal. En los dos movimientos iniciales se ha ganado, quizá por optar por tempi más reposados, en atención al peso de los silencios y en sentido del misterio, sin que la “vida” interna de la música, su capacidad comunicativa, lleguen a aflorar. En el tercero, como en su grabación holandesa, priman el decibelio y el trazo grueso. (8)



23. Tilson Thomas/Sinfónica de San Francisco (SFM, 2015). Otro maestro de técnica soberbia especialmente cualificado para la música del siglo XX. Y otra gran versión, pues. Esta se caracteriza por su enorme pálpito vital, su voluptuosidad sonora y su ardor expresivo, como quizá también por poner de relieve la importancia que el elemento “vulgar” tiene en esta música. Todo ello se puede decir de otra manera: Tilson Thomas es quien más explora las decisivas conexiones de la partitura con Gustav Mahler, mirando mucho antes al pasado inmediato y a los no desdeñables toques “cinematográficos” de la partitura así lo reconoce el maestro en el vídeo de presentación que a la música del futuro. Como todo ello el norteamericano lo hace con enorme inmediatez y brillantez bien entendida, los resultados atrapan de principio a fin, aunque no es menor verdad que un trazo más refinado y un trabajo más minucioso tanto de texturas como de tensiones se hubiese agradecido. Toma de sonido con impresionantes frecuencias graves. (9)



24. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Han pasado cinco años desde la anterior recreación de Rattle. La orquesta no es exactamente la misma, y él quizá tampoco: sus tempi relativamente rápidos, su comunicatividad y su atención a los diferentes pliegues expresivos de la música siguen ahí, pero hay quizá un trabajo todavía más refinado de timbres y texturas, un sentido aún más desarrollado de la sensualidad e incluso mayor sentido orgánico en la arquitectura. ¿Quizá también una ligera tendencia al hedonismo? Incluso podría ser que se haya perdido algo de esa visceralidad expresionista que consideramos consustancial a esta música, pero que a la postre no tiene por qué ser el ingrediente esencial de la misma. Sea como fuere, esta es la interpretación más comunicativa, más rica en sugerencias y, por qué no decirlo, más emotiva de todas las escuchadas, amén de una de las más increíblemente bien tocadas. En definitiva, la que más me gusta. La calidad de imagen es ahora aplastantemente superior a las anteriores de Rattle, y hay sonido Dolby Atmos, pero no se llega a la altura asombrosa de la filmación que los japoneses le hicieron a Barenboim. ¡Lástima! (10)



25. Afkam/Sinfónica de la Radio de Frankfurt (YouTube, 2019). Además de un espléndido dominio del tejido orquestal, el maestro alemán hace gala de una especial sintonía expresiva con el universo de Berg en esta interpretación fresca y de enorme inmediatez expresiva que desprende espontaneidad por los cuatro costados. En este sentido, no es la lectura en la que más lógica orgánica adquieren cada uno de los breves segmentos que se van yuxtaponiendo en cada uno de los movimientos; aparecen algo inconexos, incluso. Tampoco es la más hiriente en su sonoridad -no lo necesita-, ni se interesa de manera particular por las atmósferas. Pero sí es una de las que mejor “teatraliza” la música, consiguiendo que las frases adquieran vida propia, que respiren como si formaran parte de un sprechgesang particularmente bullicioso en el que varias voces dialogan otra gritando, ora susurrando, a veces superponiéndose hasta generar la mayor confusión, pero siempre con el deseo de expresar algo concreto. ¿Es la de Afkam, por tanto, la versión más operística y menos sinfónica? Sí, podría decirse así. (9)



26. Andrew Davis/Sinfónica de la BBC (Chandos, 2022). El bueno de Sir Andrew amaba este repertorio -ahí está su espléndida Lulu-, y eso se nota en esta recreación dicha sin prisas, atenta a cada frase y cada recoveco, sensible a la atmósfera y al vuelo lírico de la música, como si hubiese querido sintetizar las aportaciones discográficas de las últimas décadas. Dicho esto, ni su batuta posee la variedad tímbrica de otras ni se muestra capaz de planificar esos clímax de tensión llenos de garra que esta música necesita. Tampoco la orquesta, siendo buenísima, tiene los primeros atriles de las filarmónicas de Berlín o Viena, esos que son capaces de convertir cada intervención en una obra de arte. Soberbia la ingeniería del sello británico. (8)



27. Adès/Filarmónica de Viena (Platoon, 2022). Hacía falta una grabación con los Wiener Philharmoniker cuya tecnología hiciera justicia a una orquesta a la que esta música en buena medida pertenece. Y nos llega, con toma esta vez espléndida, de la mano de quien menos uno podía esperarse, un Thomas Adès que, además de demostrar una técnica colosal -naturalidad del discurso, claridad, sensibilidad para las texturas-, revela muchas cosas nuevas profundizando en un aspecto concreto de la propuesta que en sui momento realizó Sinopoli: encontrar el lirismo de la partitura. Cierto es que Rattle ya había avanzado en ese sentido, pero el compositor y director londinense va más allá y nos descubre una poesía de altísimos vuelos que entronca con la gran tradición vienesa, que tiene incluso su punto de decadentismo lo había en la pintura de Klimt, sin ir más lejos y que nos descubre un Berg mucho menos rabioso, menos abrumado por las circunstancias, más ensoñado y evocador, al tiempo que plagado de inquietantes sugerencias. La interpretación hubiera sido redonda si hubiera alcanzado mayor electricidad en los grandes clímax: aun fascinante, su visión termina siendo algo unilateral. Y no se entiende bien que el gran golpe de martillo final no alcance el protagonismo que se merece. (9)



28. Cambreling/Sinfónica de la SWR (SWR Classic, 2022). Se comprende que Sylvain Cambreling caiga mal a mucha gente, no tanto porque su ex Gerard Mortier le enchufara en todas partes, sino porque como director resulta de lo más irregular: está el petardo monumental (¡Mozart!), está el director tan aseado como aburrido y está el director genial. En este registro de estudio es el tercero el que aparece: sacado petróleo de una orquesta que no es precisamente de primera, pero que se comporta mejor como algunas más famosas que aparecen en esta misma lista, el maestro francés otorga sentido expresivo a cada línea instrumental al tiempo que traza una arquitectura global irreprochable para ofrecernos una recreación muy poderosa, densa en lo expresivo, muy cargada en la atmósfera y con un especial olfato para el color. ¿Mirando un poco hacia cierta música francesa? Puede que algo haya de eso, pero resumiendo mucho yo diría que su lectura se aleja mucho de las de un Boulez y un Abbado para terminar siendo una especie de síntesis entre Barenboim y Sinopoli. Interesantísimo. (9)



29. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Mediocre como es en buena parte del repertorio más tradicional, Kirill nos ofrece una de las más interesantes interpretaciones de estas Tres piezas para orquesta. Por un lado, porque es quien mejor consigue la síntesis entre tradición postromántica y expresionismo sin escorarse hacia ninguno de los dos lados; con la misma orquesta se ha ido a más en lo que se refiere al sentido del misterio Karajan, al carácter doliente de esta música Barenboim o a la “seducción” del oyente Rattle, pero ninguna consigue tan ajustado punto de equilibrio. Por otro, porque es quien realiza el más asombroso trabajo de texturas, el más rico y acertado en colorido, también el más refinado, sin que ello signifique perderse en vericuetos ni desatender el trazo global, en todo momento natural y ajeno a inconvenientes nerviosismos. ¿Qué le falta? Emoción: dentro de su altísimo nivel, el resultado es algo frío. Justo lo contrario que la de Afkam arriba comentada, menos virtuosística y calculada, pero más expresiva. Sensacional imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (9)




30. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Tres semanas después de la versión en la Philharmonie de Berlín, repetición de la jugada en el Suntory Hall de Tokio. La toma de sonido es no solo superior a la anterior e incluso a la que los japoneses le realizaron a Barenboim, sino la más perfecta que ha conocido nunca esta obra. Así las cosas, uno puede disfrutar a tope del soberbio trabajo técnico por parte de todos los intérpretes, sencillamente el no va más en lo que a planificación y ejecución se refiere. Quien busque mayor intensidad expresiva, que acuda a otros maestros. (9)

lunes, 29 de septiembre de 2025

Concierto para piano nº 14 de Mozart: discografía comparada

La sorprendente aparición del vídeo del concierto de Daniel Barenboim con la Filarmónica de Berlín de enero de 1997 me ha hecho redescubrir el Concierto para piano nº 14, KV 449, de Wolfgang Amadeus Mozart, una obra escrita en 1784 que alberga más pliegues de los que aparenta. A partir de ahí he realizado esta comparativa que a mí me ha servido de mucho. La comparto con todos ustedes con la esperanza de que les ayude a acercarse a esta creación del genio de Salzburgo.




1. Andá/Camerata Académica del Mozarteum de Salzburgo (DG, 1966).
No debe extrañar que esta integral alcanzara gran éxito en su momento, porque ofrece un Mozart muy para todos los públicos: elegante, coqueto, ajeno a conflictos y muy fácil de escuchar. Con todo lo que ha llovido, hoy no cuela. Tanto para los amantes de un Mozart tradicional más denso como para quienes apuestan por cualquiera de las variantes del historicismo, esto suena en exceso domesticado, suavizado en las aristas, parco en contrastes y trivial en la expresión, particularmente en lo que al piano se refiere. La dirección del propio Gezá Anda es mejor, parece más ajustada, pero su orquesta no es nada del otro mundo. (7)



2. Barenboim/English Chamber Orchestra (EMI, 1968). Aunque ambos hagan uso de una formación pequeña para lo que se llevaba en Mozart en los sesenta, no puede haber mayor diferencia entre esta recreación y la de Anda. La orquesta suena más poderosa y musculada, también más limpia, y las maderas adquieren el relieve que se merecen. El fraseo posee mayor pulso interno, las tensiones están más marcadas y hay mayores claroscuros. Y Barenboim, en postura que no es solo estética sino también ética, borra de un plumazo cualquier trivialidad para ofrecer un primer movimiento enérgico, hasta cierto punto combativo, y un Allegro ma non troppo conclusivo antes enérgico que risueño. Hay quien echará de menos chispa y picardía, y de hecho el propio artista corregirá esa insuficiencia en su siguiente aproximación, pero en cualquier caso el resultado está repleto de elegancia y musicalidad. como era de esperar, la absoluta excelsitud llega con un Andantino que Barenboim hace Adagio (7:57) y en el que despliega una cantabilidad, una belleza sonora y un humanismo agridulce y reflexivo ante el que uno cae rendido de emoción. (10)



3. Perahia/English Chamber Orchestra (CBS, 1975). La búsqueda de la efervescencia parece el objetivo de la propuesta del pianista neoyorquino, aquí también ejerciendo su faceta de director al frente de una ECO que vuelve a ser, como con Barenboim, la orquesta ideal para este repertorio, pero sonando ahora con menos músculo y fraseando con mayor vivacidad. No es pues severo su Mozart, menos aún combativo, aunque tampoco cae en la suavidad de un Géza Anda: aquí hay nervio, entusiasmo y mucha chispa. La parte pianística podrá no gustar antes quienes reivindican la necesidad de apostar por los aspectos más avanzados de la escritura mozartiana, pero a no me parece un error lo que hace Perahia: mirar hacia lo bullicioso del mundo clavecinístico, y haciéndolo en el buen sentido. ¿Y el Andantino? Pues lejos de la melancolía punzante que sabía ver Barenboim, pero bien cantado y emotivamente acentuado. Lástima que la toma deje que desear. (8)

 

4. Brendel. Marriner/Academy of St. Martin in the Fields (Philips, 1978). El Mozart de Sir Neville nunca se caracterizó precisamente por marcar claroscuros ni por hurgar en la llaga. Como en esta obra tampoco eso resulta imprescindible, aquí triunfa gracias a sus grandes bazas habituales: extrema pulcritud en la exposición, naturalidad en el fraseo, perfecto equilibrio entre chispa y serenidad, considerable atención a la belleza sonora y un punto de efervescencia interna que lo aparta de visiones en exceso relajadas. La misma búsqueda del clasicismo caracteriza el arte de Alfred Brendel, aunque aquí contrasta la relativa sosería que le afecta en el primer movimiento con la intensidad bien controlada, el vuelo poético y los detalles de enorme clase con que aborda el Andantino. En el tercero está perfecto, siempre que se acepte una recreación amable ante todo. (9)



5. Bilson. Gardiner/The English Baroque Soloist (DG, 1983). Arranca con nervio Gardiner. Su lectura tiene incisividad, contrastes y animación. Atiende al carácter lacerante del Andantino. Pero renuncia voluntariamente a la flexibilidad, al sentido cantable de la línea melódica, al vuelo poético: para el maestro británico, eso son “contaminaciones románticas”. Él y su orquesta de instrumentos originales quieren hacer un Mozart de severísimo clasicismo, aunque a mí me parece que eso ya lo hicieron, en otras obras, maestro como Klemperer o Böhm. Lo que le sale a Sir John, a mi entender, es más bien un Mozart momificado, aunque no se le puede negar que hay coherencia e ideas en su propuesta. No las encuentro, la verdad, en la labor de Malcolm Bilson: se limita a tocar con corrección el fortepiano, y si aporta algo es más bien trivialidad a su recreación. Aburre muchísimo. Para los amantes de los puntitos: 7 para Gardiner, 4 para Bilson. (5)



6. Ashkenazy/Orquesta Philharmonia (Decca, 1986). Otro pianista más dirigiendo y tocando al mismo tiempo. El de Gorki es menos personal que sus colegas, no se escora tanto hacia una faceta y otra de la música: busca integrar todos los elementos de la manera más equilibrada y natural posible. Lo consigue, aun a costa de ser un poquito neutro frente a una música que parece pedir algo más de compromiso. Todo ello, entiéndase bien, dentro de un altísimo nivel, en el que frente a una orquesta soberbia bien dirigida sobresale un piano de sonido muy rico, enorme naturalidad en el fraseo y capaz de alcanzar, en el mágico Andantino, ese punto de poesía contenida que demanda la música. Como la toma es de apreciable calidad violines ligeramente ácidos, se disfruta muchísimo de este Mozart hermoso y magníficamente realizado. (9)



7. Uchida.
Tate/English Chamber Orchestra (Philips, 1988). Un Mozart tan sanguíneo y vital como elegante el que ofrece Tate, que no duda en hacer sonar a la gloriosa orquesta de cámara con músculo y ajena a preciosismos, pero también con mucha agilidad y sentido de los contrastes. Acompañamiento perfecto para una Uchida de sonido redondo, pulsación ajena a excesivas delicadezas y fraseo musicalísimo en el que sabe llegar a un perfecto equilibro entre lo dionisíaco y lo apolíneo de esta música, aunque cierto es que sin desplegar la riqueza de matices que poco más tarde ofrecerá Barenboim. En el Andantino los dos artistas superan el gran reto que supone atender al tempo marcado sin por ello quedarse en la superficie de la música, y lo hacen desplegando delectación melódica de la mejor ley y emotividad sincera. En definitiva, un Mozart de la más maravillosa y sensata ortodoxia, puesto en sonidos de manera admirable y dicho con elevada inspiración. (9)



8. Pires. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1992).
Nunca fue el maestro milanés un grandísimo mozartiano. En las primeras décadas de su carrera, por escorarse en exceso a lo apolíneo. En las últimas, por ofrecer un Mozart excesivamente aéreo y suave, con frecuencia amanerado y con una abierta tendencia a la cursilería. Pero aquí estaba cronológicamente en medio y, en colaboración con una orquesta sublime ideal para este repertorio, realizó una lectura de este K. 449 ágil, fluida y espiritosa, bellísima en la sonoridad y contrastada en su punto justo, al tiempo que fresca, muy comunicativa y con un punto risueño muy adecuado; eso sí, al pathos, a la reflexión y al humanismo que se esconden tras las notas, y en el tercer movimiento acercándose un poco hacia lo trivial. Pires sí fue una enorme recreadora del de Salzburgo, aun siempre en una línea en el que la búsqueda de la belleza era objetivo primordial. Aquí, quizá contagiándose de la batuta, se muestra más extrovertida y bulliciosa que de costumbre, quizá más atrevida en el toque, aunque también es verdad que el lirismo de buena ley con el que canta las melodías esta vez no va acompañado de la emotividad y la riqueza en matices de sus mejores ocasiones. En fin, una gran lectura para quienes buscan un Mozart luminoso que no exija demasiado al oyente. La toma es espléndida. (8)



9. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Teldec, 1997). En el segundo ciclo de conciertos mozartianos grabado por el maestro porteño, la sustitución de la English Chamber por la Filarmónica de Berlín no supuso una mayor “pesadez” en el sonido y el fraseo, sino más bien al contrario: su ya la plantilla de la ECO era un avance con respecto a la tradición, Barenboim hace sonar a la orquesta en su momento fue de Karajan con agilidad y transparencia no menores, pero restando severidad, aportando mayor plasticidad en el tratamiento sonido, interesándose más por la efervescencia y otorgando un carácter más fresco, animado y bullicioso a la interpretación. Los movimientos centrales perdieron, ciertamente, las tan geniales como discutibles lentitudes de antaño, y eso aquí se nota en un Andantino que el maestro no necesita ya llevar a un tempo distinto del marcado en la partitura. El piano, por su parte, se hizo más variado, flexible y rico en acentos, como también más variado en lo conceptual. Los planteamientos de antaño, que no eran solo estéticos sino también éticos, han dado paso a un Mozart de perfecto equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco, maravillosamente cantado, reflexivo y también vitalista, no exento precisamente de claroscuros dramáticos, pero capaz también de mostrar amabilidad, delicadeza y sentido de lo risueño. La excelente toma en público recoge muy bien la musculada y soberbia cuerda berlinesa. (10)



10. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Blu-ray BP y Digital Concert Hall, 1997). Increíble imagen y sonido muy superiores a cualquier vídeo de la misma fecha ofrece la filmación realizada por la NHK en la Philharmonie de una interpretación que, a tenor de las fechas de las respectivas carpetillas, no se corresponde exactamente a la interpretación del disco de Teldec, sino a unos días después. Da igual, porque la misma maravilla es: un perfecto ejemplo de cómo se puede hacer un Mozart elegantísimo, risueño y delicioso, siempre de enorme belleza en lo formal y depuración sonora extrema, no solo evitando cualquier trivialidad, sino indagando al mismo tiempo en el trasfondo melancólico de la música. (10)



11. Levin. Hogwood/The Academy of Ancient Music (Decca, 1997). He escuchado esta grabación inmediatamente después de la de Bilson y Gardiner: la diferencia es muy apreciable. Hogwood no tenía la técnica de batuta de su colega, e incluso resultaba un poco tosco, pero aquí se muestra muchísimo más sensato. Simplemente, Chris no se empeña en llevarle la contraria a la tradición, quiere que la partitura suene hermosa aun siempre dentro de la tímbrica que es propia de los instrumentos originales y de la articulación rigurosamente historicista, deja que la línea melódica fluya y, en definitiva, se muestra mucho más musical. El instrumento utiliza Robert Levin copia de un Anton Walter de hacia 1795 tiene un sonido mucho más clavecinístico que el fortepiano de Bilson, pero está en manos de un maestro que sí sabe frasear sin rigidez y matizar con sensibilidad. Eso sí, ni director ni solista logran destilar la poesía que necesita el movimiento central; una pena, porque los movimientos centrales, aun siempre dentro de una óptica que mira antes al pasado que al futuro, son espléndidos. Un 8 para estos, 6 para el Andantino. (7)

domingo, 28 de septiembre de 2025

Carlos Granados debería dimitir del Villamarta

Entrevista hoy en Diario de Jerez a Carlos Granados, director del Villamarta. Está muy bien que realice reflexiones inteligentes sobre su labor en el Villamarta. Me parece formidable que reivindique su apertura a nuevos públicos. Me parece excelente que, entre otras cosas, se abra a las necesidades de la comunidad LGTB con el espectáculo del youtuber gaditano Míster Avelain, un señor que a mí me divierte muchísimo y que se merece su espacio.

Pero me parece mal que diga que el descuido informático que les impidió conseguir una subvención con la que ya se contaba -el navegador no refrescaba la caché, como si no hubiese sido fácil mirar desde otros ordenadores o coger un teléfono- "no va a suponer un problema a las cuentas de Fundarte", porque "no vamos a tener que tocar nada de la programación". Pues no, claro que no. No hay que tocar nada de este año. Perder la subvención significa tener que estrecharse considerablemente la cintura en la temporada 2026/27. ¿Se ha creído usted que somos tontos?

Lo peor, en cualquier caso, es la flojísima calidad (¡y cantidad!) de la programación de música clásica que el regista jerezano ha programado para este curso 2025/26, de la que como ya expliqué aquí mismo no se salva casi nada. Es la peor desde su reapertura, con diferencia. Aunque hay que tener muy en cuenta tanto la considerable racanería del ayuntamiento como la horrorosa deuda pública que arrastramos en Jerez de la Frontera desde hace lustros, lo cierto es que, después que los aficionados le hayamos concedido más de un año en la dirección para materializar un proyecto que sea completamente suyo, Granados de Dueñas no solo no parece preparado para levantar el Villamarta, sino que parece de la valentía para reconocer errores y plantear vías para solucionarlos. Que dimita ya. Lo pido como jerezano que paga religiosamente sus impuestos y como melómano que lleva cuarenta años escuchando muchísima música en directo en no pocos lugares. Basta ya de mediocridad, por favor.

Thomas Guggeis debuta con la Filarmónica de Berlín

Este fin de semana ha debutado Thomas Guggeis (Dachau, 1993) al frente de la Filarmónica de Berlín. Realmente la noticia no es exacta, porque el aún joven maestro bávaro ya había dirigido a los metales y la percusión en un concierto del 22 de noviembre de 2020 disponible en la Digital Concert Hall. Ahora lo ha hecho con la orquesta al completo: Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss, "Todo un mundo lejano..." de Dutilleux y la Suite nº 2 del Daphnis y Chloé de Ravel. Tenía quien a ustedes se dirige un enorme interés por ver qué pasaba: asistente de Daniel Barenboim, fue él quien se alternó con Christian Thielemann cuando tocó sustituir al de Buenos Aires en el Anillo del Nibelungo destrozado por Tcherniakov, y dicen fuentes bien informadas que lo hizo bastante mejor que quien finalmente consiguió la titularidad de la Staatsoper berlinesa. Por otra parte, Guggeis se presentará el próximo mes de diciembre al frente de la Orquesta de la Fundación Barenboim-Said con un programa integrado por Brahms, Ravel y Shostakovich. Razones más que suficientes para mantener los oídos bien abiertos.

Hay que tener valentía para presentarse con Zaratustra al frente de los Berliner Philharmoniker, porque en seguida vienen los nombres de Kark Böhm y Herbert von Karajan; también, por acercarnos a tiempos muchos más recientes, los de Andris Nelsons y Gustavo Dudamel, todos ellos enormes recreadores de la partitura. A mi entender, Guggeis no ha estado a la altura. La salida del sol resultó nerviosa y sin grandeza. En el siguiente número Luis Gago traduce su título como De los hombres de un mundo ultraterreno le sobró nerviosismo y le faltaron misterio y hondura filosófica. En De la aspiración suprema la cosa empezó a cambiar. Mejor dicho, a amoldarse mejor a las maneras expresivas del maestro, y a partir de ahí toda la interpretación fue una continua alternancia entre pasajes de un apasionamiento, una sinceridad e incluso una rabia abrumadoras con otros en la que la ausencia de concentración era evidente. La orquesta sonó de maravilla no tiene importancia algún desliz de la trompeta–; y lo hizo así gracias no solo a su virtuosismo, sino también al soberbio trabajo de texturas realizado por una batuta atenta tanto al empaste global como al detalle, al tiempo que desinteresada por cualquier suerte de preciosismo o de opulencia desmedida. En fin, intentaré explicarme de otra manera que entenderán los discófilos: entre las dos posibles visiones de la partitura, vamos a llamarla "vienesa" y "berlinesa", Guggeis se decantó por esta última, la más áspera y dramática, pero le faltó control. Y no control de los medios, que eso lo tiene de sobra, sino de sí mismo.

El concierto para violonchelo "Tout un monde lontain..." es una obra maestra, pero no me resulta fácil valorar la interpretación habida cuenta de que solo conozco seis grabaciones de la partitura, empezando por la de Rostropovich en presencia del propio Dutilleux y terminando por la también disponible en la Digital Concert Hall con un sensacional Truls Mork y un notabilísimo Mariss Jansons. Quise repasar antes del concierto la que más me gusta: Anssi Karttunen con Essa-Pekka Salonen (DG, 2011). La de ayer sábado 27 de septiembre creo que ha mantenido el tipo, particularmente por parte de un Thomas Guggeis cuyo temperamento ardiente ha logrado evitar el error de caer en lo meramente impresionista: hay mucho de eso en la escritura, ciertamente, pero también de visceralidad expresionista, circunstancia expuesta por una batuta que, como en el Zaratustra straussiano, motivó de manera manifiesta a los primeros atriles a la hora de mostrarse elocuentes. Maximilian Hornung, de buen sonido y técnica más que suficiente para apechugar con la partitura, no se limitó a leer las notas, sino que la teatralizó de manera superlativa. Me encantaría volver a escuchar el concierto y realizar comparaciones con otros registros, pero no tengo tiempo para ello. Ah, Hornung ofreció de propina una recreación muy personal y apasionada del preludio de la Suite nº 1 de J. S. Bach.

Empezó de manera poco convincente la suite del Daphnis: sensacional tratamiento de las texturas, pero tempo muy rápido y poca magia. Es decir, otra vez mayor atención al discurso vertical que al horizontal por parte de un Guggeis que no parece afín a Ravel. Menos mal que tras este precipitado Amanecer la batuta se remansó y dejó volar con poesía superlativa a un flautista por completo sensacional cuyo nombre no soy capaz de decirles; en la web de la orquesta no está, eso desde luego. La Danse générale estuvo expuesta con tan grandes dosis de virtuosismo y brillantez que el público se lanzó a aplaudir con entusiasmo muy por encima de la media de estos conciertos de abono.

¿Conclusión? Guggeis posee un talento inmenso, pero tiene que madurar en concepto, expresión y autocontrol.

Tres piezas para orquesta, de Alban Berg: discografía comparada

Otra comparativa al hilo de la recuperación del vídeo de Daniel Barenboim en Berlin de 1991: las Tres piezas para orquesta de Alban Berg . ...