Tras la selección de grabaciones protagonizadas por Tarmo Peltokoski de la entrada anterior, vamos esta vez ante un concierto del maestro finlandés al frente de la Sinfónica de la Radio de Berlín ofrecida en la Konzerthaus de la capital de Alemania el pasado 12 de mayo.
Comienza con los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss, obra que precisamente ofrecerá en Granada este domingo. Aproximación la suya antes primaveral que otoñal, con todo lo que eso supone en una página en la que estamos acostumbrados a la melancolía, a la sensualidad, al decadentismo, a la poesía más metafísica... Peltokoski no lee la obra desde más allá del bien y del mal, sino desde el "más acá". Y lo hace maravillosamente bien: con intensidad controlada, enorme naturalidad en el fraseo, concentración y una enorme depuración sonora. ¡Bravo! Camilla Nylund luce una voz preciosa –corta en el grave, como le ocurre a muchas– y canta con enorme belleza, ya que no con esa emoción a flor de piel reservada a las más grandes.
Sinfonía nº 10 de Shostakovich en la segunda parte. En el complicadísimo movimiento inicial, una tremenda montaña que hay que subir y bajar con tanta lógica como intensidad, nuestro artista ofrece una soberbia muestra de control de la arquitectura, como también de atención a los detalles: estos son los que en buena medida le hacen alcanzar aquí la excelencia. Muy bien el furioso Allegro, aunque hay algún portamento descendente que a mí no me cuadra. En el tercer movimiento el maestro delinea magníficamente el sarcasmo de las maderas, si bien la transición a la sección rápida resulta algo forzada y esta –con sus insistencia en el motivo DSCH– no posee toda la retranca posible. En cuanto a la expresión, no parece desacertada: cada vez son menos los que ven en esta obra una contestación al difunto Stalin, y más los que atienden a las confesiones personales que se agazapan: el motivo de la trompa, en su presunta alusión a Das Lied von der Erde, sería en realidad la alusión a un crush amoroso del compositor. Irreprochable el Finale, festivo en su punto justo, brillante sin necesidad de caer en la vulgaridad ni tampoco de tirar de la ironía. Por una vez en su trayectoria, el final shostakoviano sería verdaderamente feliz.
¿Y la orquesta berlinesa? Soberbia, sin la menor duda. Francamente buena la transmisión. En cuanto a Peltokoski, seguiremos indagando.
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