Llevo ya no sé cuánto tiempo intentando terminar una discografía comparada de la Sinfonía Patética de Tchaikovsky, pero nunca la cierro porque me agobian los mensajes del tipo "Markevitch tiene una anterior con la Filarmónica de Berlín", "se ha olvidado usted de la maravillosa de Haitink" o "David Hurwitz dice que las mejor de las mejores es la de Fricsay".
En fin, intentando cubrir huecos he llegado a la primera de las nueve o diez oficiales que, entre audios y vídeos, tiene Herbert von Karajan: la que grabó al frente de la Filarmónica de Berlín para DG el 23 de junio de 1939. Tiene morbo la cosa: misma orquesta y misma obra que Furtwängler para EMI, tan solo un años después. Las miras y la ambición del joven maestro –treinta y un años– doblemente afiliado al Partido Nazi quedan claras. También su enorme talento a la hora de controlar a la orquesta, de obtener de ella lo que él quiere y de llevarla por su propio sendero. Este, curiosamente, se encuentra por aquellas fechas a medio camino entre la flexibilidad digamos que “germánica” y la mezcla de electricidad y aspereza sonora toscaniniana, añadiendo a todo ello una buena dosis de portamentos propios de la época.
El resultado es una interpretación interesantísima y desconcertante, llena de fuego e incluso arrolladora en muchos momentos, desinteresada por los preciosismos pero –eso sí– muy volcada en los enormes contrastes dinámicos –bien recogidos por la toma– tan propios de Don Heriberto, que encuentra su punto más bajo en una Marcha tan impetuosa como machacona para a continuación ofrecer un Finale recorrido por una sinceridad y una fuerza expresivas que no acostumbramos a asociar con el maestro de Salzburgo. En cualquier caso, la inspiración poética, la imaginación y la profundidad de Furtwängler –su registro "de estudio", que he vuelto a escuchar, suena mucho mejor tras el último reprocesado– son mucho mayores: no debe extrañar que los dos artistas se odiaran.
El CD, que compré por un euro en uno de mis últimos viajes, se completa con El Moldava de Smetana, un registro ya de 1942. Notable interpretación: magníficamente sonada, muy bien trazada, bastante clara –eso deja entrever la toma– y bastante musical, aunque lejos de los prodigios que en la era digital el maestro dejará tanto con esta misma orquesta como con la Filarmónica de Viena; a la sección final, en concreto, se le podría sacar bastante más partido, y en líneas generales se echan esos matices del Karajan más creativo y genial.
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