Cuando el 25 de mayo pasado asistí a un concierto en la Thomaskirche de Leipzig, de esos semanales a tres euros, me senté abajo: se venía y se escuchaba mal. Para mi retorno el 15 de junio a las ocho de la tarde me aseguré de comprarla arriba. Fueron más de cien euros, pero mereció la pena: si bien un pilar gótico me tapó durante todo el tiempo al director, se vio a una buena parte de la formación coral e instrumental y, sobre todo, se escuchó muchísimo mejor. Que tenga mucho ojo el visitante: para acceder al piso alto no se puede entrar por la plaza de la iglesia, sino por la portada neogótica que hay a los pies.
La iglesia estaba a rebosar, y eso que en el mismo marco de la Bachfest en otro lugar se ofrecía una Pasión según San Juan escenificada. Supongo que escuchar música junto a la tumba de Bach era uno de los grandes atractivos para el turista, pero también entiendo que la gente iba a escuchar a la Orquesta Barroca de Friburgo y a los Gächinger Cantorey de Stuttgart. Sí, el coro con el que Helmut Rilling grabara tantos discos bachianos.
Recuerdo haberles escuchado una o dos veces en Sevilla hace ya años. Ya eran impresionantes, pero esto ha sido otra cosa: no exagero si les digo que ha sido una de las actuaciones corales en directo más impresionantes que he escuchado. Sí, vale, el Monteverdi Choir es aún más pulcro y exacto, y los de Tenebrae se mueven en un nivel sobrenatural, pero estos señores y señoras, además de cantar divinamente, ofrecieron una expresión que mezclaba espiritualidad, sensualidad y sentimiento con una excelsitud conmovedora, haciéndolo ya desde el motete de Brahms Warum ist das Licht gegeben dem Mühseligen que interpretaron abriendo el programa. No parece haber duda de que gran parte del mérito corresponde a su actual titular, Hans-Christoph Rademann.
Si el Brahms fue un mazazo para el melómano, los motetes de Mendelssohn O Haupt voll Blut und Wunden y Ach Gott, von Himmel sieh darein confirmaron la absoluta excelencia de la agrupación coral. Y qué decir cuando llegaron los pesos pesados, las cantatas Christ lag in Todesbanden BWV 4 y Ich hatte viel Bekümmernis BWV 21 de Johann Sebastian, dos páginas especialmente luctuosas que tuve la oportunidad de repasar en casa para ir preparado. Pues bien, insisto en que nunca he escuchado un Bach coral tan bello y, al mismo tiempo, tan lleno de emotividad como este de los Gächinger Cantorey. Y tan en el punto justo, sin minimalismos ni pesadeces. Las maneras masivas, por fortuna, pasaron a la historia. Las otras no. Tampoco ha desaparecido la perfección gélida que afecta a determinados intérpretes: recuerdo ahora (reseña aquí) esa Pasión Según San Mateo de 2023 en el Maestranza con Vox Luminis y la Orquesta Barroca de Friburgo que durmió a las ovejas.
¿Pero no dice usted que en la Tomaskirche estaba también esa misma orquesta? Pues sí, y a su concertino-directora Petra Müllejans la veía con claridad desde mi asiento. Pero la formación parecía otra. O al menos, parecía salida del aturdimiento de aquel Domingo de Ramos hispalense. Normal, lo mismo le pasan a la Sinfónica de Chicago o a la Filarmónica de Viena cuando las dirigen un director malo y un director bueno. La explicación me parece muy simple: aunque los de Friburgo presuman de "tocar solos", Hans-Christoph Rademann les debió de dar muchísimas indicaciones expresivas. La orquesta sonó a ella misma, con esa acidez que la caracteriza, pero también con una moderación en la articulación y una musicalidad expresiva que nos hizo olvidar los horrores de, por ejemplo, el Schumann con Heras-Casado.
Muy alto el nivel de las voces solistas: Susanne Bernhard, Patrick Grahl y Kresimir Strazanak. Tenía que haber tomado notas para poder decir algo más, pero lo cierto es que tampoco encontré en ellos nada particular: solo canto depurado, sensible y muy en estilo.
Hacía calor y aquello terminó –sin que hubiera pausa de por medio– cerca de las diez de la noche. Aun así, el público aplaudió a rabiar mientras Bach sonreía bajo su lápida. Y seguidamente nos fuimos corriendo y sin cenar –digo "nos" porque me reencontré con caras ya vistas en la Tomaskirche– al concierto de las diez y media de Chouchane Siranossian y Leonardo García Alarcón. Qué vicio, oigan.
2 comentarios:
Rademann es un director muy interesante. Tiene grabada la obra completa del mayor compositor barroco de ambito "germano" previo a Bach , Heinrich Schütz. Magníficas versiones. Desde que se ha hecho cargo de los Gächinger Cantorey el nivel del coro ha subido como la espuma. Buena cuenta de ello son sus grabaciones recientes de las pasiones, cantatas y misa de Bach.
Un saludo
¡Muchísimas gracias por la información! Mi impresión queda confirmada: estos Gächinger son mejores que los de antes. Los discos los vendían a la salida del concierto, pero mi tarjeta de crédito ya estaba seca.
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