Hoy lunes 25 de septiembre se celebra el 117 aniversario del nacimiento de Dimitri Shostakovich. Por ello mismo he improvisado esta comparativa de su más famosa página, la Quinta sinfonía. Espero completarla dentro de poco incluyendo nombres como los de Gustavo Dudamel o Lahav Shani.
1. Stokowski/Orquesta de Philadelphia (Dutton, 1939). Solo ha transcurrido año y medio desde el estreno de la partitura. En su primera grabación occidental, el maestro británico –que ya acumulaba cincuenta y siete tacos a sus espaldas– no solo no cuenta con ningún referente para interpretar la obra, sino que tampoco ha podido escuchar la Sinfonía nº 4 –que el compositor tuvo que guardar en un cajón– y poco o nada sabe de las circunstancias personales de Shostakovich dentro de la URSS. Tiene que trabajar desde la más pura intuición, y en este sentido hay que reconocer que lo hace con bastante fortuna, porque no solo le inyecta mucha, muchísima vida y energía a los pentagramas, sino que la obra le va a sonar bastante menos “oficializada” que a quien la estrenó, Evgeni Mravinski. Ahora bien, don Leopoldo tampoco puede disimular el trazo grueso de su batuta ni su tendencia a la vulgaridad, por lo que a la postre a lo largo de la interpretación se van a alternar momentos más que satisfactorios con otros resueltos de manera que hoy nos resulta extraña o, sencillamente, planteados de manera errónea. Sorprende especialmente la tremenda ferocidad que inyecta al segundo movimiento, rapidísimo, y hay que congratularse de que en el minuto final no se desmadre en absoluto. Bueno el trabajo de Michael J. Dutton restaurando el disco de pizarra original. (6)
2. Mitropoulos/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1952). Suele decirse que la música de Shostakovich no fue comprendida en Occidente hasta las relecturas de Previn, Bernstein y Haitink. No es cierto: he aquí una Quinta que, tan solo quince años posterior al estreno, suena exactamente a lo que tiene que sonar, intensa, áspera y dramática, en absoluto interesada por la belleza sonora y cargada de mala leche. Cierto es que hay más de un despiste en la orquesta –el primer violín tampoco es muy allá–, y que el engañoso final podría ser más opresivo. También que algún pasaje debería estar más paladeado, pero esto no es precisamente aplicable a un Largo concentrado, doliente a más no poder, conmovedor sin necesidad de “romantizar” la música. Una interpretación a tumba abierta, pues, que sigue hoy vigente. Aceptable sonido en su reciente reprocesado. (8)
3. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1959). La portada del vinilo presenta a Lenny en el podio recibiendo las felicitaciones del mismísimo Shostakovich, y la contraportada reseña una larga gira por Europa y la URSS llena de triunfos. No es para menos: Bernstein no solo ofrece una lección de trabajo técnico con la orquesta -que sin ser ninguna maravilla funciona francamente bien-, sino que demuestra una magnífica comprensión del idioma del compositor, acierta a la hora de sacar a la luz la rabia dramática del primer movimiento –podía haber pasajes más concentrados–, triunfa a la hora de mezclar picardía y sarcasmo en el segundo y se muestra tan sincero como lacerante en el tercero sin necesidad de romantizarlo. ¿El problema? El Finale, por descontado: Bernstein se cree que va en serio. A Stalin le hubiera encantado. La toma sonora ha resultado ser francamente buena tras la recuperación en alta definición, a despecho de la comprensión dinámica que se deriva de haber grabado a volumen más alto de la cuenta. (8)
4. Previn/Sinfónica de Londres (RCA, 1965). Tardó en llegar la primera grabación en estudio en Gran Bretaña. Lo hizo de la mano de un joven André Previn que estaba todavía vinculado al medio cinematográfico –el año anterior había ganado el Oscar por My Fair Lady– y que quería demostrarlo todo en el mundo clásico haciendo gala tanto de una técnica como un entusiasmo admirables. El resultado fue una interpretación no solo increíblemente bien planificada –mucho mejor, con mayor lógica y control que las de un Stokoswki o un Bernstein– y estupendamente tocada, sino que además sonaba perfecta en el estilo –nada de romantizarla a la manera de un Mravinski, ni menos aún de hacerla hollywoodiense–, con agresiva mala leche en la marcha del primer movimiento, apreciable ironía en el segundo y enorme intensidad en un paladeado (16’01’’) y muy doliente Largo. ¿Y el Finale? Pues magnífico hasta llegar al minuto final: ahí Previn, pese al absoluto acierto expresivo de todo lo que venía delante, mete la pata creyéndose la versión oficial del asunto. Ya tendrá tiempo de plantearlo de otra manera en su siguiente grabación. (8)
5. Bernstein/Sinfónica de Londres (DVD Idéale, 1966). De nuevo el acercamiento extrovertido, inflamado e intuitivo del norteamericano alcanza excelentes resultados en un Allegretto con empuje e ironía y, sobre todo, en un Largo lleno de pathos, rebeldía y la más sincera tensión emocional. El primer movimiento, admirablemente enfocado, no alcanza toda la tensión deseable, mientras que en el cuarto Bernstein otra vez se deja llevar por la emoción y no acierta a capturar la ironía de la página: termina resultando precipitado, ruidoso y vulgar. La orquesta, tratada por la batuta del norteamericano con su consabida plasticidad, realiza una muy buena labor independientemente de algunos resbalones propios del directo, si bien dista de alcanzar el nivel de las mejores. Sonido discreto. (8)
6. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1965). Jamás un director genial y rara vez creativo, Ormandy demostró una enorme sintonía con Dmitri Dmítrievich cada vez que se acercó a su música. Esta es una Quinta que, beneficiándose de una orquesta opulenta (¡qué cuerda grave!) totalmente entregada a su director, acierta en toda la carga al mismo tiempo amarga y rebelde que albergan los pentagramas sin necesidad de “romantizar” su lirismo –seco, punzante– y sabiendo combinar la relativa distensión del segundo movimiento con una socarronería no ya conveniente, sino necesaria. En el Finale el maestro no se toma las cosas demasiado en serio, menos mal, pero tampoco indaga en dobles lecturas: se limita a trazar la música con gran solidez, sin prisas y renunciando a cualquier efectismo, hasta desembocar en una coda neutra que se aparta de lo épico. Para lo que por entonces se sabía de esta música, todo un acierto. Toma sonora de gran naturalidad en la tímbrica, buen sentido espacial y apreciable cuerpo y relieve; lástima que se grabara a un volumen algo elevado y no posea toda la gama dinámica necesaria en una partitura que exige extremos. (8)
7. Mravinsky/Filarmónica de Leningrado (DVD Dreamlife, 1973). Esta filmación, en color pero deficientemente planificada y con discreta toma monofónica, ofrece un extraordinario valor histórico: ver y escuchar la obra a los mismos intérpretes del estreno treinta y seis años después de aquel monumental giro en la carrera de Shostakovich. A tenor del testimonio, puede comprenderse el entusiasmo no solo del público sino también de las autoridades ante las que el compositor pudo reconciliarse, porque la visión de Mravinsky no puede ser más complaciente: en lugar del amargor, del carácter desolado y el nihilismo que hoy día asociamos con su música, la batuta adopta un punto de vista mucho antes épico que trágico para ofrecernos una recreación en la que el lirismo contemplativo, el consuelo, la esperanza, el humor desenfadado –no exento de carácter burlón– y hasta lo afirmativo también tienen su lugar. Todo ello, por descontado, sirviéndolo con un lenguaje que mira hacia el pasado romántico –espléndida para tal fin la orquesta, pese a los desafortunados metales de la coda– e inyectando una buena dosis de emotividad y convicción. Hoy día estas cosas no convencen, pero así se escribe la historia. (7)
8. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (RCA, 1975). Extrañísimo paso atrás por parte de un Ormandy que vuelve a triunfar en el tercer movimiento –el corazón de la obra–, pero que en el primero se muestra falto de fuerza e incluso despistado en lo expresivo: el resultado es deslavazado a más no poder. Notable el Scherzo, bien a secas un Finale que sabe no sacar los pies del plato ni caer en sus trampas. El trasvase cuadrafónico realizado por Dutton dn SACD recupera un mapa auditivo que coloca instrumentos por todas partes, siendo tan espectacular como antinatural. (7)
9. Previn/Sinfónica de Chicago (EMI, 1977). Nunca ha sido Previn un maestro genial ni proclive a reinterpretaciones. Lo suyo es la solidez, la objetividad y el respeto absoluto hacia lo que está escrito, pero haciéndolo desde el pleno conocimiento del idioma adecuado y con absoluto compromiso expresivo. Es el caso de esta Quinta ajena a lecturas políticas en uno u otro sentido. Música pura, increíblemente bien planificada por la batuta e inmejorablemente tocada por una orquesta a quien Sir Georg Solti había hecho alcanzar su mejor momento. Que suena a Shostakovich, no a Tchaikovsky. Que sabe ser intensa bajo el más absoluto control. Resultar sórdida en la marcha del primer movimiento y burlesca en el segundo sin necesidad de cargar las tintas. Explayarse en un Largo lentísimo (15’53’’) de acongojante lirismo y en absoluto consolador. Y ofrecer enorme garra dramática en un Finale brillante como pocas veces se haya escuchado, dudosamente triunfalista pero tampoco opresivo: al contrario que en su anterior grabación londinense, la ambigüedad está servida. La toma se ha conservado bien y ofrece una gama dinámica espectacular. (9)
10. Leonard Bernstein/Nueva York (DVD Kultur y CD CBS, 1979). Es ya célebre esta filmación realizada en Tokio en la que Lenny, como era de esperar, nos ofrece una recreación juvenil y fresca, poco dada a dobles lecturas y caracterizada por su sinceridad e intensidad emocional, sobre todo por la de un Largo de dimensiones metafísicas. Los movimientos extremos pierden un poco: aun siendo muy intensos y sin caer en la retórica, no resultan lo suficientemente dramáticos y opresivos. En cualquier caso, se avanza mucho sobre la filmación de Londres, pues esta es más refinada, posee más concentración, no se deja llevar por el arrebato y atiende mejor a la polifonía orquestal. El cuarto movimiento, esta vez dicho sin precipitaciones ni vulgaridad, mejora muchísimo. También mejor la orquesta de Nueva York que la británica. (9)
11. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1981). Esta soberbiamente grabada interpretación gira en torno a un Largo lentísimo (15’40’’) y lleno de concentración, sin la intensidad visionaria de un Bernstein y sin el humanismo de un Sanderling, pero aportando una dosis incomparable de hondura, amargor y fuerza trágica, y revistiendo todo ello de una subyugante belleza sonora. Sobrio y maravillosamente planificado el movimiento, dicho desde una óptima mucho antes trágica que épica. El Scherzo no pretende, venturosamente, ofrecer una mera distensión, pero tampoco sabe ofrecer ese punto de ironía y sarcasmo típicamente shostakoviano: resulta bastante serio, al igual que al solo de violín le falta sabor popular. Controladísimo el Finale, desmenuzado de manera soberbia y por completo ajeno a cualquier clase de efectismo; ofrecer grandeza y fuerza trágica a partes iguales resulta ideal para esta página. (10)
12. Kurt Sanderling/Sinfónica de la Radio de Berlín (Berlin Classics, 1982). Como ocurría en la versión de Haitink del año anterior, lo que convierte a esta lectura en una referencia es un Largo paladeadísimo (15’34’’), muy concentrado, lleno de congoja y desolación, aunque no desde el distanciamiento nihilista que adoptaba el maestro holandés, sino aportando ese humanismo, ese vuelo lírico y esa emotividad que caracterizaban al gran Kurt. Los dos primeros movimientos están francamente bien, expuestos desde una óptica quizá más “romántica” que expresionista, pero siempre bajo la más sensata ortodoxia y una plena sinceridad. Y el Finale funciona de maravilla, controladísimo en su manifiesta fogosidad y rematado con una coda en absoluto festiva: el maestro siempre supo ver qué había detrás de las notas en la música de Dmitri Dmítrievich. La toma sonora se benefició de la acústica de la Christus-Kirche y de unos ingenieros que grabaron con enorme naturalidad tímbrica e inmejorable equilibrio de planos, pero el volumen en exceso elevado produjo una muy molesta compresión dinámica que el reciente rescate en alta definición no logra remediar. ¡Qué lástima! (9)
13. Rozhdestvensky/Sinfónica del Ministerio de Cultura de la URSS. (Melodiya, 1984). No hay sorpresa alguna, tratándose de quien se trata: lectura intensa, dramática, áspera y rebelde, sobresaliendo un clímax muy antimilitarista en el primer movimiento, una apreciable dosis de sarcasmo en el segundo, gran rebeldía en un tercer movimiento nada contemplativo y una clara intención de no hacer triunfalismo en el final, que el maestro hace machacón y mecanicista. La orquesta se queda algo corta, y la grabación decepciona seriamente tanto en la tímbrica como en la dinámica. (9)
14. Previn/Royal Philharmonic (YouTube, 1984). Acompañando un documental de la BBC, el maestro vuelve a hacer gala de sensatez y ortodoxia con una interpretación que procura equilibrar todos los componentes de la música de Shostakovich sin decantarse por ninguno de ellos al tiempo que ofrece convicción e intensidad. Por completo memorable el Largo, aun desolado antes que rebelde. (9)
15. Celibidache/Filarmónica de Múnich (audio en YouTube, 1986). Este testimonio de extremadamente precario sonido no parece proceder, aun siendo estereofónico, de una toma radiofónica, sino de una grabación grabadora en mano. Pero no parece tratarse de un fake: las maneras del Celi tardío se reconocen desde la primera a la última nota, empezando por los dilatadísimos 56’51’’ que le dura en asunto. ¡Y eso que el segundo movimiento lo lleva a un tiempo relativamente normal! Decisiones tan extremas no pueden sino conducir a la polémica, y de hecho entre los aplausos parecen escucharse algunos abucheos. Yo solo le pongo serios reparos a toda la introducción, tan extremadamente lenta que pierde su carácter premonitorio: creo que no es momento de meditar, sino de inquietarse ante lo que está por venir. La irrupción del piano resulta muy amenazadora, y la marcha se encrespa de manera muy adecuada hasta alcanzar un clímax desgarrador; a partir de ahí vuelven las lentitudes, esta vez no tan inconvenientes. Irreprochable el Allegretto, no el más sarcástico posible pero sí muy certero. El Largo se extiende nada menos que hasta los 18’45’’. El maestro aplica aquí los mismos parámetros que con los adagios brucknerianos, obteniendo sublimes resultados: nunca se ha escuchado esta música tan honda, tan sincera y conmovedora; tan doliente y visionaria en sus clímax (¡qué manera de planificar y de encrespar las tensiones!), al tiempo que revestida de la más digna nobleza. El Finale se encuentra portentosamente diseccionado y alcanza momentos de una elevadísima temperatura emocional sin que exista la menor precipitación; la coda podría ser más opresiva, pero en su contexto funciona de manera muy convincente. En fin, toda una experiencia que se ve lastrada, aparte de por la toma sonora, por una orquesta fallona y de solistas limitados que se las ve y se las desea para seguir al maestro. (9)
16. Ashkenzy/Royal Philharmonic (Decca, 1987). Aunque es muy buen conocedor de la música del autor, el de Gorki se limita a ofrecer una Interpretación vistosa y muy bien planificada que pierde bastante por culpa de una blandura y una resignación que llega a resultar molesta, sobre todo en el Largo. (7)
17. Muti/Orquesta de Filadelphia (EMI, 1992). Los Fabulous Philadelphians vuelven a la carga, esta vez con un director muy distinto de Ormandy. Consiguen no solo repetir, sino superar ampliamente su logro en lo que a técnica se refiere con la que quizá fuera la interpretación mejor y más brillantemente tocada hasta esa fecha. Sin embargo, el maestro napolitano no solo no avanza con respecto a su antecesor en lo que a indagación en los pliegues de la música se refiere, sino que se mantiene en una neutra zona de confort limitándose a planificar con absoluta excelencia, inyectar energía soberbiamente controlada y mantenerse ajeno a cualquier suerte de blandura. Todo está bien, incluso muy bien, no hay rastro de espectáculo gratuito ni de devaneos expresivos, pero tampoco un más allá detrás las notas. La ingeniería de los de EMI, sensacional. (8)
18. Svetlanov/Sinfónica Estatal de la Federación Rusa (Exton, 1992). La caída del comunismo permitió, entre otras cosas, que la tecnología extranjera entrara a grabar a las grandes formaciones rusas con mucho mayor acierto que en la desdichada era anterior. En este caso fueron los japoneses los que se lucieron con una espléndida toma que recoge perfectamente a la orquesta de Svetlanov y a su particular sonido “soviético” de metales poco empastados. De alto nivel la interpretación, no exenta de irregularidades. El primer movimiento funciona bastante bien, aunque me hubiera gustado que la breve marcha fuera más lenta y esperpéntica, así como una conclusión más paladeada en la que la negrura estuviera más marcada. El Allegretto que funciona de Scherzo es sensacional, uno de los mejores que conozco en su tratamiento extremadamente sarcástico, lleno de recochineo, del juego de madera y pizzicatos; sorprende quizá que el solo de violín no opte por la caricatura, sino que se presente como una evocación lírica que contrasta con la mordacidad que le rodea. Intenso, concentrado y doliente el Largo, a despecho de que alguna frase concreta podría sonar aún más rebelde. El Finale está globalmente bien comprendido y mejor resuelto, aunque en la coda la ambigüedad no termina de decantarse por lo opresivo y los últimos compases disten de convencer. Una lástima, porque se podía haber redondeado una gran versión. (8)
19. Solti/Filarmónica de Viena (Decca, 1993). Ese enorme director que fue Sir Georg conoció un importante declive en su inspiración en los últimos años de su trayectoria. Quizá fue por ello por lo que con Shostakovich, al que llegó bastante tarde, nunca acertó como con otros compositores. Eso queda en evidencia en esta toma en vivo –formidable, aunque hay que poner el volumen alto– en la que el perfecto equilibrio entre el trazo global y la atención al detalle, la electricidad, el sentido teatral y la brillantez férreamente controlada que caracterizaban su arte no se vean acompañadas –mejor dicho: no se encuentren al servicio- de una expresión honda y sincera. Da la impresión de que Sir Georg, aunque aporta frescura e incuestionable gancho comunicativo, no se entera de qué hay detrás de las notas. En cualquier caso, es difícil resistirse ante los milagros que obran el virtuosismo de batuta y orquesta en el segundo movimiento (¡qué pizzicatos!), o ante el alto voltaje de los momentos más hirientes del Largo. (8)
20. Rostropovich/Orquesta Sinfónica Nacional de Washington (Teldec, 1994). El de Baku fue uno de los músicos del siglo XX que mejor comprendió la música de Shostakovich, a la limpió de carácter oficial y lleno de humanismo, pero en la Quinta, por extraño que parezca, pinchó siempre –también en directo, cosa que pude comprobar en Sevilla en 1992–. Aquí nos ofrece una lectura sorprendentemente espontánea y juvenil, de tempi ágiles, poco sarcástica y también algo superficial. Posee calidez y emoción, pero no es suficiente para estar dentro de la que quizá sea la mejor integral discográficas de esta sinfonía. La orquesta se queda algo corta. (7)
21. Jansons/Filarmónica de Viena (EMI, 1997). El letón comparte la perspectiva “soviética” de esta obra y, armado de una sólida técnica al tiempo que demuestra unas enormes ganas de hacer música, nos entrega una interpretación sin atmósferas opresivas, retranca ni –menos aún– dobles lecturas, pero sí espléndidamente planificada y recorrida por una vitalidad contagiosa. El primer movimiento resulta épico y un punto cinematográfico. El segundo es todo chispa y felicidad; se le escapa un tanto el tratamiento de las maderas, no siempre bien atendidas. El tercero, sin ser agónico ni nihilista, emociona intensamente. Y el cuarto arranca con júbilo y termina de manera moderadamente afirmativa. Jansons cae, por tanto, en la trampa que el compositor le puso a Stalin, pero lo hace con tan absoluta convicción y tanta comunicatividad que termina ganando la partida en esta a la postre notabilísma lectura en la que la espléndida sonoridad de la Filarmónica de Viena desempeña un papel determinante. La toma es soberbia: la tímbrica es impecable y el volumen bajo al que se realizó garantiza esa amplia gama dinámica que la partitura demanda. (8)
22. Sanderling/Orquesta del Concergebouw (RCO, 1999). Estaba anunciado que en el Largo el veterano maestro volvería a hacer gala de su concentración, de su capacidad para frasear al mismo tiempo con sereno humanismo y tremenda congoja, a demostrar su una absoluta comprensión del trasfondo trágico de la música de Shostakovich. Los dos primeros movimientos están francamente bien, no confundiendo calma inquietante con languidez en el primero ni recurriendo a una gran virulencia en el segundo –el violín del Allegretto se queda algo corto en sabor popular e ironía, como ocurría en la interpretación de Haitink con la misma orquesta–, mientras que en el Allegro non troppo conclusivo sabe ofrecer brillantez, potencia expresiva y grandeza bien entendida sin caer en la tentación del efectismo, y aportando ese punto de carácter opresivo y ambigüedad que necesita la coda para convencer. Muy buena la toma sonora para ser en vivo, aunque la de Decca con Haitink en la misma sala sonaba mejor. (9)
23. Caetani/Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi (Arts, 2001-02). El hijo de Markevitch no solo sabe obtener un digno rendimiento de una orquesta que es claramente de segunda –flojo el violín solista–, sino que además parece comprender a la perfección tanto el idioma shostakoviano como los pliegues expresivos que se esconden bajo la partitura. Falta, eso sí, un poco de mayor compromiso expresivo y de tensión sonora, así como aquilatar mejor la planificación del último movimiento. Espléndido el sonido, al menos en el desaparecido formato DVD-Audio. (7)
24. Gergiev/BBC Symphony (YouTube, 2002). Como era de esperar, el maestro ruso ofrece una versión muy extrovertida y fresca, pero también algo superficial, en la que prima el impulso frente a la reflexión. Resulta asimismo algo gruesa en lo sonoro, con esa tendencia de Gergiev tan particular hacia lo masivo. No merece la pena detenerse en ella, a pesar de que el Largo le queda muy emocionante. (7)
25. Kitajenko/Gürzenich-Orchester Köln (Capriccio, 2003). Notable interpretación que sobresale por un Largo concentrado y muy hermoso, ya que no particularmente desazonador. El primer movimiento está bien planteado, perdiendo por una sección final en exceso nerviosa. El segundo es espléndido, siempre que aceptemos una comicidad desenfadada y ajena a lo corrosivo. Flojea el Finale, trazado con corrección pero ayuno de fuerza y rabia. La toma sonora, sin ser la mejor posible, ofrece gran relieve en SACD. (7)
26. Rostropovich/Orquesta Sinfónica de Londres (LSO Live, 2004). Otra vez da la impresión de que Rostropovich no quiere ver ningún tipo de "significado oculto" en la partitura, limitándose a ofrecer una lectura en conjunto estimable que va de menos a más. Empieza un tanto rutinaria y descafeinada, continúa con un Allegretto muy centrado, culmina en un Largo emocionante, aunque más lírico ¿tchaikovskiano?) que nihilista, y se cierra con un Finale que sabe no caer en el efectismo. (7)
27. Maazel/Filarmónica de Nueva York (DG Concerts, 2006). Alcanzar los 20’30’’ en el Moderato inicial es un verdadero riesgo. El veterano director sortea el peligro sin que decaiga la tensión, proeza que está reservada a técnicas de batuta de primerísimo orden como la suya. Pero es que, además, Maazel acierta al evitar una aproximación digamos “romántica” a la partitura, decantándose por un calculado distanciamiento –auténtica llama fría– que evita los excesos pero que en absoluto deja a un lado los aspectos más inquietantes de la obra, especialmente en un Largo de un marcado nihilismo que el maestro sabe conducir hasta un clímax sobrecogedor. En el último movimiento no hay la menor retórica triunfalista, aunque aún se podría incidir más en su carácter opresivo. (9)
28. Ozawa/Orquesta Saito Kinen (Philips, 2006). El maestro oriental realiza un trabajo de gran finura en el tratamiento de la orquesta, pero su temperamento no termina de cuadrar con lo que la obra demanda. Al primer movimiento, irreprochablemente planteado y resuelto, le faltan aspereza, rabia y garra dramática. El segundo, elegantísimo y refinado, resulta una verdadera delicia. Solo eso: necesita más sarcasmo. Al Largo, no especialmente lento pero sí muy bien cantado, le falta carácter. A la postre, y aun sin terminar de convencer, lo más personal es un Finale expuesto con lentitud y subrayando sus aspectos más maquinistas y obsesivos, apuntando con acierto a la tragedia interior que se esconde detrás de semejante despliegue de brillantez. La toma en vivo es espléndida y posee unos graves de verdadero impacto. (7)
29. Tilson Thomas/San Francisco (Blu-Ray y CD SFS, 2007). Al contrario que otros maestros que dicen una cosa sobre la partitura para luego terminar haciendo otra muy distinta a la hora de ponerla en sonidos, el maestro norteamericano lleva por completo a la práctica el magistral análisis que realiza en el documental al que complementa esta interpretación filmada en los Proms. Es decir, apostar por una lectura en la que los aspectos más sombríos, amargos y opresivos de la obra quedan en primer plano y subrayan la ambigüedad que subyace en mucho de los pasajes, de manera muy particular en un Finale que es aquí, como pocos directores han logrado poner de relieve, una beligerante denuncia política cargada de negrura. Los otros tres son francamente buenos, destacando un primero cargado de poderoso dramatismo y un segundo no particularmente corrosivo, pero dicho con saludable socarronería y magníficamente expuesto. En el tercero cosas aun más profundas y acongojantes se han escuchado, pero aun así Tilson Thomas, que en el documental relaciona el pasaje con la música litúrgica de la iglesia ortodoxa, logra convencer por su sabia mezcla de vuelo lírico e intensidad emocional. La orquesta, ni que decir tiene, funciona de maravilla y es tratada por la batuta con una claridad y una plasticidad admirables, bien recogida en Blu-ray por una toma sonora en surround auténtico que supera las limitaciones propias de la acústica del Royal Albert Hall, aunque no del todo las del origen televisivo del producto: la gama dinámica no es todo lo amplia que podía haber sido. Por cierto, yo estuve allí. (9)
30. Vasily Petrenko/Royal Liverpool Philharmonic (Naxos, 2008). El talentoso pero algo irregular maestro de San Petersburgo nos ofrece interpretación lenta, de magnífico pulso y admirable concentración, que sobre todo por los primeros movimientos, muy centrados en lo expresivo sin necesidad de cargar las tintas del expresionismo. El Largo resulta bajo su batuta doloroso y profundo, ya que no especialmente terrible. Magnífico –por sincero, antes que visceral– el movimiento conclusivo, que remata de manera adecuadamente opresiva, ambigua y antirretórica. Muy bien la orquesta. (8)
31. Gergiev/Orquesta del Mariinski (Mariinski, 2012). Queda claro que el niño mimado de Putin no solo domina el idioma shostakoviano y que conoce todos los dobleces del universo expresivo del compositor –la visión no es nada “oficialista”–, sino también que ama su música y es capaz de recrearla con enorme intensidad, logrando combinar brillantez y sentido lirismo, sarcasmo y garra dramática, siempre dentro de ese estilo vitalista, impulsivo antes que reflexivo, que caracteriza sus maneras de hacer. ¿El problema? En el cuarto movimiento se suelta la melena y monta el numerito decibélico que en él era de esperar. No es que no comprenda el sentido último de esta música, que sí lo comprende. Es que resulta basto y vulgar como él solo. Espléndida toma en SACD multicanal. (7)
32. Gergiev/Orquesta del Mariinski (Blu-ray Arthaus, 2013). Esta filmación en la Sala Pleyel de París mejora el registro en audio del año anterior. Ahora el cuarto movimiento no es un desmadre: simplemente se queda en lo superficial, sin indagar en las notas. Al primero, más que correcto, se le puede pedir una atmósfera más cargada y opresiva, así como mayor rabia en sus clímax. Segundo y tercero están francamente bien: Gergiev demuestra, una vez más, que ama esta música y es capaz de comprometerse con ella, aunque también que como director no pasa de una discreta segunda fila. Toma de enorme pureza tímbrica e inaceptable compresión dinámica. (8)
33. Sokhiev. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). La sonoridad musculada y poderosísima de la orquesta, sencillamente la ideal para esta partitura (¡qué tremenda la cuerda grave “a lo Quinta de Beethoven” en el segundo movimiento, por no hablar de los metales en el cuarto!) es la gran baza de esta interpretación dirigida con enorme solvencia, aunque sin nada en particular que decir por parte de un Sokhiev que, siendo correcto y acertando con la ambigüedad del final, no sabe resultar particularmente intenso ni profundo. Además, incluye algún que otro discutible portamento. (7)
34. Nelsons/Sinfónica de Boston (DG, 2015). La ejecución es impresionante. La planificación, portentosa. Exquisito el gusto con el que todo está dicho, tanto por la naturalidad del fraseo como por la ausencia de cualquier efectismo. Pero Nelsons se niega a ver más allá de las notas y, aunque no cae en la tentación de oficializar la partitura a la manera de un Mravinsky, tampoco está dispuesto a profundizar en su expresión. Se echan de menos atmósfera opresiva, rebeldía y desesperación, como también ese particular retranca shostakoviana que le da sentido a su música. De este modo, el primer movimiento arranca sin verdadera congoja y, aunque está admirablemente construido hacia un clímax de enorme tensión, no desprende la desesperación que la música necesita. El segundo está bien, dentro de una línea más amable que socarrona; se podría echar más imaginación a las intervenciones de las maderas. El Largo se encuentra paladeado con amplitud y concentración, aun sin dejar que la música nos hiera en los más hondo. En el Finale Nelsons ve notas y nada más que notas: asepsia pura. Magnífica la toma en vivo. (8)
8 comentarios:
Qué buena idea, Fernando, el que hayas elegido la quinta sinfonía. Muchísimas gracias.
Esta discografía comparada amplia y actualiza una anterior. Muy interesante todo.
De Stokowski hay varias versiones en estéreo: una con la New York Stadium (la Filarmónica con otro nombre), de finales de los 50, Philips; otra con la orquesta de Filadelfia de 1960, en vivo (Pristine); y la última con la London Symphony también en vivo, de 1964 (BBC Legends). Las mejores son estas dos últimas.
Celibidache tiene un CD con la orquesta sueca de la radio, pero no lo he podido encontrar. Debe ser una versión menos extrema que la de Múnich, que sigue estando en Youtube y en efecto es muy especial.
Esta es la primera sinfonía de Shostakovich que escuché, y me atrapó al instante por su amargura y desolación.
Se me olvidó comentar que en sus últimos años a Solti le dio por grabar conciertos en vivo, y creo que no fue una buena idea en general. Quizás la idea era añadir frescura a obras que conocía ya muy bien, con orquestas de primera con las que llevaba toda la vida. ¿Qué podía salir mal? No sé si es la edad, las condiciones de trabajo en esas giras o conciertos como invitado, que Solti trabajaba especialmente bien en estudio, o qué, pero hay falta de concentración o calor en muchas de estas grabaciones, que siempre están a gran nivel, pero a las que les falta algo. Como conciertos debieron ser impresionantes, pero en disco casi nunca mejoran lo que había grabado antes.
Disfruto mucho de su sección de versiones comparadas porque además me crean un silencioso y reflexivo debate con mis gustos y opiniones. Hecho en falta la 5 de Ancerl (cuya primera si comenta usted más abajo). Lo de las portadas de los 70 no tiene nombre, ¿Qué pretendían con la de Ormandy "Thor goes Mamas and de papas?
Fe de erratas: "Echo en falta". Un saludo.
Observador, muchas gracias.
Fouquier, tiene usted razón, ¡esta discografía ya la hice, y no me di cuenta! He perdido el tiempo tontamente, porque maquetar se lleva un tiempo. Dicho esto, he podido mejorar la expresión y ser más generoso con algunas calificaciones.
Fouquier, lo que dice usted de Solti me parece absolutamente cierto. Por desgracia, habría que añadir: ojalá no se hubiese producido esa relativa decadencia en el arte de Solti. Esos registro de los noventa casi nunca alcanzaron la calidad de los de los setenta y ochenta. Les faltaba, como usted dice, "algo". En directo pasaba igual. Recuerdo en Sevilla una Heroica del montón.
Ayer, que cosas, en el museo Marítimo de Hamburgo hojeaba un libro de dedicatorias de uno de esos trasatlánticos que surcaba el Atlántico norte ( el original estaba cerradito y al lado podias abrir las hojas virtuales) y después de Mary Pickford...Douglas Fairbanks... Bruno Walter! Una señora parrafada con pentagrama y notas del Don Giovanni de Mozart. Yo, que le tengo especial cariño por ser el preferido de mi padre, pues tuve una bonita sorpresas. Era de 1923 o 24...
He escuchado recientemente la grabación de Kurt Sanderling con la Concertgebouw, gracias a este blog, y me ha parecido extraordinaria.
Quería aprovechar para dejar constancia aquí de otra grabación, publicada por BBC Legends, y de 1963. Se trata de Barbirolli con la Orquesta Hallé. Me ha parecido estupenda, pero el sonido, por desgracia, no lo es (se deja escuchar bien, eso sí).
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