Aun en modo pausa el blog, me permito una última reflexión –ya con tranquilidad, sin tener que publicar y contestar en mitad de un desfile de Semana Santa– a raíz de los comentarios en él recientemente vertidos: este es mi espacio personal y tengo derecho a ello. También de no dar oportunidad a réplica, porque algunos ya tienen suficiente terreno en los medios oficiales como para seguir dando la vara –con insultos de mal gusto y cada cinco minutos, como ha hecho Moreno Mengíbar– en sitios como este.
Ha quedado claro que esa serie de señores que ejercen la crítica desde hace muchos años en Diario de Sevilla y que ahora –Eduardo Torrico/Bellerofonte de por medio– han extendido su control haciéndose con una cuota importante de Scherzo, no solo poseen unos gustos estéticos muy distintos a los míos que les llevan a poner a caldo cosas que a mí parecen sublimes y a ensalzar otras que me resultan de un gusto atroz –hasta ahí, nada que reprobar–, sino que se creen por encima tanto de los demás críticos como del aficionado, que no saben distinguir entre valoración estética y juicio técnico propio de conservatorio, que no guardan la menor intención de ayudar al público –lo demuestra un exceso terminología ininteligible que nada aporta al lector– y, lo que es aún más grave, que se ven comprometidos por intereses personales.
Esto último ha de aplicarse especialmente en lo que al Festival de Música Antigua de Sevilla se refiere, sea por obtener un buen dinero anual de las notas al programa, por ser miembro (¡y hasta productor!) de una agrupación que no solo actúa todos los años, sino que pertenece al propio director del Festival, o directamente por amistad personal con buena parte de los participantes.
Por todo ello, y por el creciente control que este círculo realiza de la prensa “no internáutica”, creo que es necesaria la existencia de blogs como este a manera de contrapeso o contracrítica en la que se puedan denunciar las malas prácticas de semejantes lobbies.
Asimismo, como asiduo que fui al Festival de Música Antigua en aquellos buenos tiempos de finales de los ochenta y principios de los noventa en lo que podíamos escuchar a importantes nombres de la interpretación HIP europea sin que todavía el cartel girase un año tras otro en torno a los mismos artistas de siempre –agrupados bajo nombres diversos–, quiero mostrar mi deseo de que las riendas del FeMÀS sean tomadas en sucesivas ediciones por un gestor completamente neutral; que no sea artista ni amigo íntimo de artistas; que permanezca ajeno a un grupo musical determinado; que pueda programar sin estar sujeto a intereses particulares; que no se pueda ver tentado a practicar la conocida dinámica de “yo os llamo y vosotros me llamáis más adelante”; y que, sin que ello suponga (¡faltaría más!) borrar del mapa a los muchos y muy buenos artistas que en tierras andaluzas se dedican a la música antigua, tenga la voluntad de ofrecer suficiente variedad de procedencias, de actitudes estéticas y de enfoques interpretativos –dar la exclusiva a prácticas HIP radicales es cercenar voluntariamente el campo de visión del público– para así mostrar un panorama sincero y amplio de lo que aquí, allí y mucho más allá se está haciendo en este campo.
Rotundamente, se necesita un festival que no siga siendo más de lo mismo, bajo control de los de siempre y con el respaldo de una crítica que, a la postre, son también ellos mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario