El británico John Wilson (n. 1972) ha realizado una maravillosa labor recuperando el sonido del Hollywood clásico, muy particularmente en lo que a los musicales se refiere, pero sus incursiones en el repertorio sinfónico tradicional dejan que desear. Sus insuficiencias quedan claras en este disco dedicado a Rachmaninov grabado en septiembre de 2021 al frente de la Sinfonía of London.
La isla de los muertos se encuentra muy bien trazada y sonada. Todo en su sitio, dejando que la música respire, paladeándola sin caer en nerviosismos –defecto habitual en algunos grandes directores– ni permitiendo que los clímax incurran en el exceso, pero la atmósfera ominosa y amenazadora que esta partitura necesita no está conseguida, la nostalgia no llega a acongojar e incluso hay algún momento lírico que incurre en la blandura.
A la Sinfonía nº 3 le pasa algo parecido: la batuta logra que todo suene muy bien desde el punto de vista técnico, la música fluye con naturalidad y no hay espacio para el exceso, pero la tensión que inyecta no se encuentra acompañada de la emoción. Ni de la sensualidad, ni de la voluptuosidad, ni del decadentismo bien entendido. Sencillamente, Wilson no conecta con esta música y se queda en la epidermis.
Tampoco tiene mucho interés la Vocalise: rápida y directa al grano, dicha con ganas, pero en absoluto emotiva. A la postre, lo más interesante de este fallido disco es el sonido Atmos que Chandos brinda en algunas plataformas. André Previn sigue siendo el rey en este repertorio. Por mucho tiempo, me temo.
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