Esta filmación de un concierto de Pierre Boulez y la Filarmónica de Viena en el Festival de Salzburgo de 1992 fue en su momento comercializada por DG en formato VHS, pero no conoció edición en DVD salvo en Japón. Yo la conocí gracias a un antiguo pase televisivo, y ahora he podido volver a ella gracias a Medici TV, que ofrece un streaming con imagen suficiente y sonido solo digno para la época.
Las interpretaciones responden a los planteamientos que uno podía esperar de Boulez por estas fechas. O quizá no tanto. Porque encontramos aquí esa claridad meridiana, ese sentido del ritmo, ese rigor bien entendido en la agógica, ese distanciamiento de cualquier suerte de amaneramiento o preciosismo y, también, ese escaso interés por la sensualidad que son firma del maestro francés. Pero al mismo tiempo se evidencia, y de qué manera, una intensidad muy especial que desmiente la fama de frío y distanciado que alcanzó el maestro, y que parece indicar que el autor de Notations estaba por la labor de dar, aunque fuera solo hasta cierto punto, su visión personal de las cosas.
A medio camino entre su muy incisiva grabación con la Nacional de Francia de 1982 (Erato) y la algo más lírica de Cleveland de 1996 (DG), Boulez recrea El canto del ruiseñor poniendo de relieve los aspectos más modernos de la escritura de Igor Stravinsky haciendo gala de un dominio del ritmo y de las texturas realmente portentoso, pero permitiendo asimismo que el canto del ave se explaye con la suficiente holgura. Un diez.
Los Nocturnos de Claude Debussy me han interesado más que los en exceso distanciados de su grabación del año siguiente en Cleveland. Diríase que mira más bien a su antigua grabación de 1968 con la New Philharmonia, pero ahora con el sentido del refinamiento y del color que ha adquirido al ir pasando el tiempo. Porque hay poco aquí, pese a conseguir que la orquesta suene con la levedad apropiada, de ortodoxia impresionista, y sí mucho de tensión interna, de intensidad dramática y hasta de desazón. El resultado, de las recreaciones más inquietantes que recuerdo. Otro diez.
Livre pour cordes del propio Boulez para abrir la segunda parte. Poco puedo decir: música impresionante (de 1968), interpretación perfecta.
Para terminar, El mandarín maravilloso de Bartók en su versión completa –o sea, con coro– para terminar. Interpretación casi tan visceral y electrizante como la suya de Nueva York de 1971 (CBS), casi tan depurada como la de la Filarmónica de Berlín de 1994 (DG). Tiene lo mejor de las dos gracias a un Boulez que pone su técnica colosal al servicio de algo más que el mero análisis sonoro, como también de una orquesta sin apenas rival. O sea, otro diez más. ¡Qué concierto, cielo santo! Y lo mejor de todo: los vídeos de ahí arriba son legales y gratuitos. No se los pierdan bajo ningún concepto, por favor.
1 comentario:
En cierta página rusa, bien conocida, está la edición en DVD que comentas. Por lo demás, un concierto excepcional.
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