martes, 11 de octubre de 2022

Un Ozawa distinto: Janáček y Lutoslawski

Vamos a por un disco registrado por Seiji Ozawa en junio 1970 para EMI al frente de la Sinfónica de Chicago. Aún le quedaban unos meses para cumplir los treinta y cinco, y aquí se enfrentaba con los que apenas relacionamos su carrera Janáček y Lutoslawski.

Del primero ofrece la maravillosa Sinfonietta. La verdad es que, al menos en principio, no es el refinado y elegante Ozawa el más indicado para recrear el sonido áspero, incisivo y cargado de fuerza del compositor moravo, pero lo cierto es que el joven maestro aún no había desarrollado ese interés por suavizar aristas que le caracterizaría posteriormente. De hecho, el reparo que se le puede poner a su brillantísima y muy bien delineada lectura es precisamente su carácter en exceso encendido, bordeando por momento el nerviosismo, y la falta de sensualidad y de vuelo lírico en que incurre su batuta. Con una orquesta como la presente, en cualquier caso, resulta imposible no descubrirse

Ozawa acierta con la garra del primer movimiento del Concierto para orquesta de Lutoslawski, pero aborda el resto de la obra de manera algo superficial, confundiendo efervescencia con excesivo nerviosismo, brillantez con carácter épico y fuerza expresiva con espectáculo sonoro. Eso sí, exponiendo la obra con admirable olfato las texturas y con un virtuosismo supremo, algo con lo que tiene no poco de ver la categoría de los chicagoers: el segundo movimiento hay que oírlo para creerlo.

En resumen, un Ozawa lleno de talento pero inmaduro, aunque interesante por ofrecernos una cara distinta de su arte. La toma –Medinah Temple– deja bastante que desear

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