domingo, 12 de junio de 2022

Volviendo al Bach de Barenboim

Afirma Pedro González Mira (Esto no estaba en mi libro de Historia de la música, p. 308) con respecto al libro primero de El clave bien temperado que sus veinticuatro preludios y fugas “constituyen una gran enciclopedia. Pero no para la librería sino para la vida. Son pequeños (y a veces no tan pequeños) microcosmos que lo tocan todo, que se refieren a todo, que se ocupan de todo. Una especie de viaje interior realizado por y en distintas direcciones con el solo objetivo y placer del puro viaje.” ¿Se puede explicar mejor con tan pocas palabras? No creo.

En los últimos meses he escuchado un par de grabaciones que me han gustado una barbaridad. Primero, la reciente de Trevor Pinnock (DG, 2018): efervescencia que alcanza un perfecto equilibrio entre lo “terrenal” y lo “espiritual”, Segundo, la de Helmut Walcha (Archiv, 1973): fluidez, lógica y belleza sonora imperan dentro de una visión lírica y espiritual. Asimismo, he vuelto a escuchar la de Gustav Leonhardt (Harmonia Mundi 1972-72): rigor, sobriedad, ritmo muy marcado y atención plena al contrapunto para una lectura determinada por la gravedad y la intelectualidad, en combinación con una apreciable hondura.

Pese a tratarse de tres monumentos interprrtativos, lo que me ha hecho disfrutar más intensamente es volver al registro realizado por Daniel Barenboim para Warner en 2003. Y no por hacer uso del piano en lugar del clave, sino por cómo el de Buenos Aires lo utiliza. Lo explican bien las breves notas de la plataforma Qobuz: ni imitación de lo clavecinístico ni desmadre más o menos “romántico”, aunque el maestro no tenga reparos a la hora de mirar al otro instrumento cuando lo considera necesario ni, menos aún, a la de hacer sonar el suyo con sonoridades más o menos organísticas y, añadiría yo, orquestales.

A mí lo que me fascina, en cualquier caso, es cómo puede resaltar con colores y acentos determinadas notas, determinadas líneas melódicas, determinados momentos cruciales, para explicar los porqués del juego polifónico mucho más allá de las cuestiones puramente formales. Esto es, y de nuevo en palabras de González Mira referidas a esta monumental página de Johann Sebastian Bach, buscando “la demostración de que cada tonalidad tiene un comportamiento físico y psicológico distinto; la constatación de que existe una relación directa entre el carácter de una música y la tonalidad en que está escrita”. Por mi parte, les confieso que es en las páginas de tonalidad menor en las que más me he emocionado. Efectivamente, me va la caña.

Ah, la audición la he realizado en Dolby Atmos gracias a la plataforma Tidal. Siendo formidable el trabajo de los ingenieros de Teldex, el piano suena ahora con una naturalidad y una calidez pasmosas. Y si ustedes quieren el disco físico, recuerden que Warner acaba de reeditar los cinco discos de Barenboim con primera y segunda parte de El clave… a precio de saldo.

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