Maurice Ravel por Marta Argerich cosecha de 1974, un registro de Deutsche Grammophon que incluye Gaspard de la Nuit, Sonatine y Valses nobles et sentimentales. Todo él me ha parecido notabilísimo.
Gaspard comienza sorprendiendo. Lejos de hacer gala de su toque felino –aunque sí que evidencia una gran agilidad–, la pianista de Buenos Aires ofrece una Ondine muy hermosa y concentrada. Un sonido regulado con gran minuciosidad y un fraseo adecuadamente curvilíneo le permiten reflejar a las mil maravillas las ondas del agua, quizá sin alcanzar especial magia poética. Le gibet conoce una recreación sensacional, dicha con una concentración pasmosa y una tremenda minuciosidad en los reguladores; pone así de relieve los aspectos obsesivos de la página, permitiéndose además añadir toques sarcásticos. La inconfundible personalidad de la de Buenos Aires se termina revelando en un Scarbo muy nervioso, por momentos agresivo, aunque de nuevo delineando con trazo fino. En Qobuz se puede escuchar con buen buen sonido HD; no así el resto del disc, solo en formato convencional.
Como era de esperar, en la Sonatine Argerich no se mueve en los parámetros de un clasicismo apolíneo y distinguido, sino que procura inyectar, venturosamente sin caer en el nerviosismo, una buena dosis de pasión y de contrastes a la partitura. Una pena que el segundo movimiento no esté del todo paladeado, aunque a cambio nuestra artista le otorgue un toque anhelante que le sienta muy bien a esta músicaEs en los Valses donde Argerich más puede hacer gala de ese fraseo flexible, agilísimo, por momentos muy incisivo, capaz de pasar en un instante de la más absoluta concentración a la fiereza, que tantas veces nos ha llevado a utilizar el símil de un tigre o una pantera a la hora de calificar su pianismo. En cualquier caso, su conocimiento del estilo es pleno, el toque está plagado de sutilezas y la poesía alcanza cotas muy elevadas: el último número es pura magia. Disco de lo más recomendable, pues.
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