UNA. Leo que el maestro Alexander Liebreich (Ratisbona, 1968) se hace cargo de la Orquesta de Valencia. Conozco tres discos suyos: oberturas de Rossini, Réquiem de Mozart y Sueño e Italiana de Mendelssohn. En ellos deja bien clara la solidez de su técnica, como también la unidad de concepto: fraseo ágil, sonoridad liviana y cierto amaneramiento, en un frustrado intento de fusionar tradición e historicismo. A falta de escuchar más testimonios fonográficos, me parece un nombramiento poco estimulante.
DOS. Mariola Cantarero y mi paisano Ismael Jordi han celebrado esta mañana sus veinte años de trayectoria en el Teatro de la Maestranza. No he ido porque Jerez de la Frontera sigue con cierre perimetral y la movilidad entre provincias andaluzas está prohibida. Ya sé que varios críticos de por ahí vinieron al Villamarta a poner por las nubes el Trovatore. Ellos sabrán lo que hacen: yo cumplo la normativa. Si Ismael ha estado como en su recital del Villamarta de hace unos meses, habrá sido fantástico. Probablemente Mariola, gran belcantista, también se haya lucido. Desde aquí les felicito. La foto es de Guillermo Mendo.
TRES. Compruebo que la Orquesta Barroca de Sevilla ha vuelto a Haydn, y confirmo lo que dije en una entrada anterior: boicoteada la Barenboim-Said por ciertos partidarios del historicismo que hay en la ciudad de la Giralda, la OBS ya puede campar a sus anchas en un repertorio que no es precisamente barroco. Si hubiere lectores hispalenses de este blog, y si no se terminan de creer la calificación de tremendo ignorante que me aplican los admiradores de esa orquesta, les recomiendo que escuchen Haydn de verdad volviendo a los grandes clásicos: Sir Colin Davis, Sir Neville Marriner y, sobre todo, Sir Georg Solti. Y también a Otto Klemperer, a Leonard Bernstein, a Raymond Leppard, a Daniel Barenboim y a Sir Simon Rattle, e incluso a un Jochum o un Karajan, por no hablar de Antal Dorati o Adam Fischer, que firmaron notables integrales sinfónicas. Y a Frans Brüggen, que en la línea HIP interpretó a este autor de manera fenomenal. La colección de sonoridades ingrávidas, saltitos, suspiros, espasmos y amaneramientos que hoy día nos venden no es Haydn, sino una tomadura de pelo. Siempre nos quedarán los discos para comprobarlo.
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