Se encuentra Javier Perianes realizando una gira que incluye la soberbia Sonata para piano nº 3 de Chopin, circunstancia que me ha animado a escuchar las dos grabaciones de la misma realizadas Maurizio Pollini, en ambos casos para Deutsche Grammophon: una en 1984, altamente prestigiosa, y otra de hace justo un año, marzo de 2018, que se ha puesto en circulación el pasado enero. Ambas me han gustado mucho.
A sus cuarenta y dos años y en la cima de su carrera, el milanés ofrecía una espléndida recreación que ejemplifica de maravilla lo mejor de su arte. Cierto es que también se aprecian ese sonido no del todo variado y esa cierta tendencia al mecanicismo –Scherzo– que en otras ocasiones llegan a lastrar sus interpretaciones, pero hay aquí, además de esa absoluta limpieza digital en él esperable, una arquitectura tan natural como rigurosamente planificada, vuelo melódico y una considerable tensión dramática: si el Largo, aun dicho desde cierta distancia, sabe mezclar belleza sonora y poesía sin que haya el menor resquicio para el preciosismo ni el amaneramiento, el Presto conclusivo se encuentra dicho con la apropiada rotundidad viril y es todo un modelo de fuerza expresiva canalizada por el más absoluto control de los medios.
Vamos a la segunda. Han pasado treinta y cuatro años, alcanzando el maestro los setenta y seis. Podría esperarse una mayor madurez interpretativa, aunque también, y a tenor de sus más recientes registros de Beethoven, un retroceso considerable. Pues ni una cosa ni la otra. El Allegro maestoso inicial, aun ahora ligeramente más rápido (12’25 frente a los 12’48 de la ocasión anterior), ha ganado quizá en flexibilidad y matices. El Scherzo es ahora un pelín menos acelerado (22’31 frente a 22’24) y presenta un trío menos rígido, ofreciendo quizá mayor intensidad en el clímax rebelde central. La pérdida se produce en un Largo demasiado apresurado (se quedan en tan solo 7’40 los 8’12 de antaño) y de menor vuelo poético, si bien las maravillosas melodías están fraseadas con cantabilidad y el estilo chopiniano, como en toda la interpretación, resulta irreprochable. El Finale vuelve a ser espléndido, ahora menos impulsivo, más amplio (Pollini se extiende hasta los 5’15 cuando antes se quedaba en 4’49), pero no menos brillante, sincero y emotivo.
En cuanto a la sonoridad pianística, ahora parece algo más rica que antes, quizá ofrezca también más carne, aunque la impresión puede deberse a una toma sonora que, si en 1984 era muy buena, ahora es absolutamente excepcional. Por todo ello recomienzo la audición: yo lo he hecho a través de Tidal, donde también se encuentra en formato HD. ¿MI versión favorita? La de Kissin en RCA.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani
Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50. Completada en ene...
-
Me permito rendir un pequeño homenaje a Beethoven en su 250 cumpleaños con esta breve comparativa de la Novena que he improvisado recogiendo...
-
ACTUALIZACIONES 2.IX.2024 Pasamos de 54 grabaciones a 76. 19.X.2022 Publiqué una cata de solo quince grabaciones en junio de 2019, pasé a cu...
-
Al hilo de la lujosa exposición que ofrece Murcia en torno a Alfonso X en la que se reúnen por vez primera los cuatro códices de las Cantiga...
1 comentario:
Que casualidad, asistí a sendos conciertos de Pollini y Kissin en Madrid recientemente, lunes y martes (11 y 12 de marzo de febrero) en la misma semana. Pollini a los 77 años ofreció un emotivo concierto con obras de Chopin y Debussy de la que recuerdo pasajes especialmente limpios y claros en la mano derecha. Los pasajes rápidos se le trababan como es de esperar a través de demasiados bises. El de Kissin lo recuerdo mas profundo, como para grabarlo y escucharlo mas veces para asimilar muchas cosas. Recuerdo un chopin especialmente doloroso, un debussy interesante, menos loco y atolondrado que el de Pollini y un Scriabin para el que requiero mas escuchas. También para Kissin, demasiados bises, creo que al quinto o así me fuí de la sala. Una curiosidad, la manera de saludar de Kissin: primero se acerca serio al público, cuando nota los aplausos sonríe y entonces se inclina rápido en un gesto muy gracioso como diciendo "gracias ahí estáis".
Ricardo de los Ríos.-
Publicar un comentario