Es esta una versión que, siendo sus tempi normales, ofrece una visión un punto otoñal, llena de sensualidad, de lirismo ensoñado y embriagador, todo ello haciendo gala de un fraseo muy cantable, fluido y natural y de un enorme control de la orquesta. Funciona de manera admirable en los dos primeros movimientos, porque los aspectos más encendidos y dramáticos de la obra en absoluto están suavizados. El tercero es bellísimo, pero aquí hay algunos portamentos inconvenientes en el trío. Y flojea el cuarto, falta de garra y mala leche en la sección que viene tras el arranque –no del todo clarificada, además–, y cayendo en la blandura en la sección lírica intermedia. La coda funciona muy bien, pero la continuidad se ha perdido. Para un servidor, las dos más grandes versiones siguen siendo las de Giulini en Chicago y en Ámsterdam, sin olvidar la recientemente comentada de Dohnányi en Cleveland.
Continúa el disco con el Scherzo capriccioso, servido en una notable recreación que sobresale por la naturalidad de su trazo y, sobre todo, por la embriagadora sensualidad que desprende la sección lírica, pero a la que le falta un punto de vigor y nervio interno para ser excepcional.
Como complemento, el infrecuente Notturno op. 40, un arreglo realizado por el propio autor del único movimiento superviviente de los tres cuartetos de cuerda que escribiera entre 1869 y 1870 bajo la influencia wagneriana, y que él mismo había decidido destruir por considerarlos de poco valor. Lo cierto es que se trata de una obra muy hermosa, interpretada por Previn potenciando su lirismo sereno y reflexivo.
La toma del disco es muy buena, sobresaliendo por su amplia gama dinámica, aunque por otra parte resulta un punto turbia. En conjunto, recomendable.
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