miércoles, 7 de marzo de 2018

Cinco versiones de la Sinfonía Jeremiah

Confieso no sentir lástima por perderme la mayoría de los espectáculos que está ofreciendo el FeMÀS –he llegado a un punto de total hartazgo ante determinadas maneras de interpretar la música–, pero sí que lamento no poder asistir al estreno en Sevilla de la Sinfonía nº 1, Jeremiah, de Leonard Bernstein, no diré magistral pero sí muy interesante pieza para mezzosoprano y orquesta que merece más atención de la que usualmente recibe. He decidido escuchar a lo largo de esta mañana cinco grabaciones comerciales de la referida partitura, y ahora me permito compartir con ustedes los resultados de dicha comparativa.


La obra fue compuesta en 1942 por un Bernstein de tan solo veinticuatro años de edad. No salió victoriosa de la competición del Conservatorio de Nueva Inglaterra al que se presentó, pero en seguida fue reconocida por el público, la crítica y el mismísimo Frizt Reiner, a la sazón uno de los maestros del joven artista. No he podido localizar el testimonio fonográfico de aquellos tiempos editado por el sello Pearl: la St. Louis Symphony Orchestra y la mezzo Nan Merriman dirigidos por el propio compositor. Así que me conformo con la primera grabación oficial, la de Bernstein y la Filarmónica de Nueva York registrada por CBS el 20 de mayo de 1961.

 
Se trata, a todas luces, de una espléndida interpretación. Lenny todavía no había alcanzado por aquellas fechas su madurez como director –lo haría a finales de los sesenta, después del primer encuentro con la Filarmónica de Viena–, pero a la hora de dirigir su propia música no solo sabía inyectar el carácter vibrante, la inmediatez y la comunicatividad que ya caracterizaban sus interpretaciones, sino también algo que, en otros repertorios, solo conseguiría con el paso del tiempo: autocontrol. De este modo logra ofrecer un primer movimiento, “Prophecy”, impregnado de fatalismo y de garra dramática; en el segundo, “Profanation”, exhibe una frescura y una chispa que dejan claros los vínculos de este pasaje con el mundo del musical y del ballet tan caros al creador de West Side Story; en el tercero y último, “Lamentation”, paladea la música con la concentración y la hondura filosófica que requiere el carácter programático del mismo, que no es otro que el de las lamentaciones de Jeremías. La parte solista corre a cargo de la mezzo de origen ruso-judío Jennie Tourel, tan vinculada al compositor: su instrumento vocal me interesa más bien poco, pero su expresión resulta tan doliente como sincera.


La siguiente grabación la realizó Bernstein para Deutsche Grammophon: registro en la Philharmonie de Berlín del 23 de agosto de 1977, con la Filarmónica de Israel y nada menos que Christa Ludwig. Dada la evolución de nuestro artista en su faceta de director, podríamos esperar una recreación más lenta y paladeada. Pues no: ahora son 24’43’’ frente a los 25’35’’ del registro en Nueva York, notándose poco la diferencia en el segundo movimiento pero sí bastante en el tercero (10’37’’ en esta ocasión, 11’19’’ diecicéis años atrás). Creo que en él se pierde algo de carácter siniestro, al menos en los compases finales, pero globalmente no creo que se trate de una lectura inferior: quizá ahora resulte un punto más depurada. En cuanto a la inmensa Christa Ludwig, nadie puede discutir la calidez ni la emotividad de su canto, pero en esta ocasión suena un poco castagna in bocca. Existe un registro videográfico paralelo comercializado solo en Norteamérica (Zona 1): es un auténtico espectáculo ver a Lenny defendiendo su obra, pero se pierde mucho en calidad sonora, considerable en la recientemente restaurada copia en HD que está comercializando Deutsche Grammophon.


Sorpresa: los siguientes artistas son Daniel Barenboim y la Sinfónica de Chicago, toma en concierto editada por la propia orquesta –la copia me la ha pasado un amigo que tuvo que encargar el doble CD directamente a los EEUU– correspondiente a los días 15 y 16 de febrero de 1996. La dirección del de Buenos Aires me ha gustado mucho más que la del propio Bernstein, ya desde los primeros compases: dramatismo, rabia, fuerza expresiva… Todo alcanza un grado superior aquí, lo que tiene mucho que ver con la calidad de una formación mucho mejor que las de Nueva York e Israel, pero también con el talento de un Barenboim que se cree esta obra de la primera a última nota, la paladea sin prisas (alcanza los 26’16’’) y da una verdadera lección de cómo plasmar en sonidos la más absoluta convicción expresiva. Convicción extrema: nunca le había escuchado mugir tantísimo en el podio. En el segundo movimiento el maestro se olvida de musicales y borra todo lo que de lúdico pueda encontrarse en esta música para mirar cara a cara al título de la página: “Profanation”. Y lo interpreta con toda la rabia, la saña y la mala leche que se podría esperar, claro está. Así las cosas, la “Lamentation” lo es más que nunca: ¡qué tremendo su clímax dramático! Todavía queda una sorpresa: Birgitta Svendén canta su parte con una voz espléndida, técnica irreprochable y una mezcla de amargura y rebeldía que llegan al alma. Lástima que la toma adolezca de cierta compresión dinámica.


El siguiente registro lo dirige Gustavo Dudamel y corresponde a la temporada 2010/11 de la Filarmónica de Los Ángeles. Lo ha editado Deutsche Grammophon dentro de su serie DG Concerts y yo lo he podido escuchar a través de la plataforma Tidal (ustedes pueden hacer lo propio en Spotify, con menos calidad técnica). El maestro venezolano se extiende nada menos que hasta los 27’55’’, pero por ventura no hay ninguna caída de pulso y sí mucha garra dramática, particularmente en un primer movimiento sensacional. En el segundo queda claro que ese sentido del ritmo, ese rico colorido y esa extroversión que caracterizan la batuta del muy irregular Dudamel son una baza importantísima, pero aquí se echa de menos el carácter combativo de Barenboim; en cualquier caso, admirable la atención al entramado polifónico de las maderas. En un paladeadísima “Lamentation” (11’55’’) el enfoque es muy distinto del de las versiones anteriores: en lugar de doliente desazón, contemplación distanciada y un punto consoladora, aunque sin regatear carácter escarpado al clímax. La mezzo norteamericana Kelley O'Connor está francamente bien, pero no alcanza a ninguna de sus compañeras. Bueno sonido, sobre todo a la hora de recoger las frecuencias más graves.


Terminamos el recorrido con el sello Naxos y la Sinfónica de Baltimore dirigida por Marin Alsop. La discípula de Bernstein es la que va con más prisas (24’14’’), pero lo cierto es que tal circunstancia no se nota, tal es la naturalidad de su muy sensible y elegante fraseo. Por desgracia, tampoco se evidencia una especial garra dramática en su enfoque. Antes al contrario: Alsop es quien menos logra tensar el discurso, y de ahí que la audición, tras las de las interpretaciones arriba comentadas, resulte un punto aburrida. Jennifer Johnson Cano canta con intensidad, pero su voz no es tan homogénea como la de las otras mezzos que se han enfrentado a esta parte. En cuanto a la toma sonora –noviembre de 2014–, ofrece mucha más gama dinámica que las cuatro anteriores y recoge muy bien la percusión, aunque la cuerda suena algo canija. ¿Culpa de los ingenieros o de la propia orquesta?

El asunto lo tengo claro: me quedo con la versión de Barenboim (escuchar aquí). Con diferencia.

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