De la Obertura trágica nos ofrece Abbado una interpretación en la línea de la notable que realizó con la Filarmónica de Berlín en 1989, es decir, vibrante, impetuosa y muy comunicativa, además de admirablemente sonada, pero mejorando en 2013 de manera sustancial los resultados al sustituir el nervio un tanto epidérmico de entonces y la búsqueda de la espectacularidad a través de los grandes contrastes sonoros por un grado mayor de sinceridad, de concentración y de madurez. Se pueden preferir recreaciones más densas y atmosféricas, también más hondas, pero en una línea extrovertida esta es difícilmente mejorable. La Orquesta del Festival de Lucerna, por su parte, está espléndida.
Abbado fue un gran recreador de la música de Arnold Schoenberg (ahí está su magnífico Pelleas en DVD), y en este concierto lo deja bien claro con una brillante recreación del interludio orquestal y la canción de la Paloma del bosque de los Gurre-Lieder: la riqueza de color parece infinita, las texturas alcanzan un contraste extremo entre rusticidad y refinamiento, el fraseo es natural y muy flexible, y la música respira con pasión ardiente sin que ésta afecte a una planificación medida al milímetro. Eso sí, la obsesión por el sonido es tanta que por momentos –el mismo arranque– Abbado llega a resultar un poco más preciosista de la cuenta, atento antes a seducir con el sonido en sí mismo que con la emoción. No hay de qué extrañarse: es la marca de la casa. Mihoko Fujimura posee una voz algo corta en el grave pero muy bien timbrada, luce amplio fiato y canta con absoluta propiedad. ¡Lástima que no haya subtítulos en castellano!
En la segunda parte, la Sinfonía Heroica en una lectura que irritará a quienes, como yo, somos admiradores del Beethoven denso, visionario, al mismo tiempo visceral y filosófico, que va desde Furtwaengler hasta Barenboim, pero que también puede poner de los nervios a los que le gustan la rusticidad, el nervio y el férreo impulso rítmico de los Gardiner, Harnoncourt y compañía; es verdad que de la escuela historicista el milanés adopta un vibrato muy reducido y un claro interés por aligerar texturas, pero ahí acaban las similitudes, porque lo que caracteriza esta Tercera es la extrema suavidad tanto sonora como expresiva pretendida (¡y plenamente conseguida, que para eso poseía una técnica de batuta portentosa!) por el veterano maestro.
De poco sirve que las sonoridades resulten de una belleza incomparable, que el fraseo sea amplio y flexible, que las líneas discurran con tanta fluidez como cantabilidad, que los planos sonoros estén perfectamente delimitados y que las dinámicas alcancen un asombroso grado de matización, porque el empeño en que todo resulte delicado, aéreo, acariciador de los oídos, domesticado, bonito en el peor sentido del término, terminan generando una versión superficial, insulsa, aburrida y rayana con la cursilería. Ideal para poner de hilo musical en el ascensor o tomar café con pastas; o sea, lo último para lo que debe servir la Heroica. Eso sí, la toma sonora en DTS HD Master Audio posiblemente sea la mejor que jamás haya recibido esta obra, cortesía de los portentosos ingenieros de sonido de Accentus. La imagen no es menos asombrosa.
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