Llego a casa con mucho que escribir sobre los dos espectáculos que he presenciado este fin de semana en Sevilla. Pero como me encuentro verdaderamente agotado, me limito de momento a dejar unos apuntes sobre una costumbre que a muchos logra cabrearnos: ofrecer bises cuando nadie lo pide.
Dar un bis es, por definición, un atentado contra la naturaleza dramática de una representación operística. Pero todos estaremos de acuerdo en que, en determinados repertorios y tras números muy concretos, una interpretación recibida por el público de manera especialmente calurosa puede -y a veces hasta debe- ser rematada con una repetición. Hasta ahí, perfecto.
Lo que resulta lamentable es que algunos artistas se lancen al bis sin que nadie se lo haya pedido. Lo hizo Roberto Alagna el otro día en Los pescadores de perlas del Maestranza. Los aplausos fueron calurosos, ciertamente, pero el teatro no se vino abajo. Ni siquiera tuvo tiempo: el tenor se lanzó a los pocos segundos a repetir el aria… ¡para cantarla peor! ¿Qué consigue con eso el señor Alagna, aparte de ensanchar su ya bien crecido ego?
Por si fuera poco, semejantes ataques de divismo se están dando también entre cantantes jóvenes que se lanzan a bisar el número más esperado sin que, realmente, la acogida por parte del respetable fuera entusiasta. Claro que en algún caso el asunto sí tiene explicación: luego viene el crítico amiguete (o el forero amiguete, que de todo hay) y escribe por ahí que el artista estuvo tan maravilloso que “se vio obligado a repetir el aria”, vendiendo así un éxito arrollador que, claro está, para quienes presenciaron el espectáculo no fue ni mucho menos tal.
¿Hace falta insistir en que los primeros perjudicados por esta fastidiosa costumbre son los propios cantantes? Por favor, señores, guarden los bises para cuando se lo pidan. Y no se inventen éxitos por el morro, porque luego vendrá alguien a ponerles la cara colorada.
3 comentarios:
Quizás no se pidiera el bis de forma abrumadora; quizás el hecho de que tan famosa, impresionante, difícil aria esté casi al principio de una obra pille al cantante frío; quizás no hubo los bravos que usted esperaba... Pero Alagna no necesita bisar, es ya conocido, no necesita críticos amiguetes. Y los que amamos la música, a Bizet, a la Lírica y a "Je crois entendre encore" como, de nuevo quizás, una de las mejores arias de ópera, agradecemos el esfuerzo que nos emocionó. En falsete, como dice algún crítico que, maleducadamente, voceó con su acompañante si "tenía huevos de repetirla". Sin comentarios.
Pues yo sigo pensando que Alagna se tenía que haber quedado calladito: los bises, para las ocasiones especiales.
Otra cosa es que a mi el aria, pese a desafinaciones varias y cambios de color... esto... bueno... ejem.... me gustara. Incluso me emocionara. Pero de eso mejor hablo otro día, porque soy yo el que no tiene güevos... de reconocerlo ;-)
Puede que tengas razón. No soy músico, ni experto. Sólo aficionado. Soy, como tú, profesor de secundaria, licenciado en filología. Casi de tu quinta (un poco mayor, lo reconozco). Pero me he criado, como quien dice, con los grandes de la Lírica (mi padre, q.e.p.d., fue uno de los pioneros organizadores de la Semana Lírica de Córdoba, q.e.p.d.), me glorío de conocer a grandes artistas españoles (Lavirgen, Orozco, de Salas, etc.) y haber escuchado a muchos en directo (Kraus, Carreras, Scotto, etc.). Alagna no lo bordó, pero fue bastante digno, ni mucho menos penoso, como dice algún crítico, y su voz merece un bis. Y el aria que cantaba también. Humildemente...
Publicar un comentario