jueves, 11 de diciembre de 2008

Tres Sweeney Todd en DVD

Según puede leerse en la Sondheimguide (enlace), hay por el momento tres versiones de Sweeney Todd en DVD, disponibles todas ellas en nuestra infra-zona 2. Las tres son de alta calidad y resultan por diferentes aspectos complementarias entre sí, por lo que los admiradores de la obra de Stephen Sondheim -entre los que me incluyo- deberían hacerse con ellas. Para quien no sepa de qué va la cosa pero esté interesado en conocer bien esta magnífica creación, explico por encima el asunto.

El primero de los DVDs procede de una retransmisión televisiva en Los Ángeles en 1982 de la producción original de Broadway tres años anterior. Hay una sustitución importante: la del magnífico Len Cariou (a quien podemos escuchar en el CD del Original Cast) por el no menos admirable George Hearn, quien sin ser un actor especialmente destacable comprende bien la esencia del personaje y sabe transmitir sus emociones no sólo desde el punto de vista escénico, sino también a través del canto.

Junto a él se encuentra una impagable Angela Lansbury, rematadamente divertida en su encarnación de una Mrs. Lovett infantil y malévola al mismo tiempo, como si fuera una niña grande mal criada incapaz de valorar la bondad o maldad de sus irresponsables acciones. El resto de los protagonistas se encuentran a un buen nivel, y la batuta de Jim Coleman acierta a jugar con la agógica más de lo que se acostumbra en un musical.

Por lo demás, se disfruta aquí de la admirable propuesta escénica del mítico Harold Prince, muy teatral, con mucho sentido del ritmo, ingeniosa en sus resoluciones escénicas de las acciones planteada por el libreto, aunque siempre dentro de un tono chispeante, humorístico y coreográfico que, sin renunciar al drama cuando hay que entrar en él, mantienen a la obra dentro de los cánones de Broadway sin acercarse a lo operístico. Como la imagen y el sonido son buenos, este DVD lanzado por Warner al hilo del éxito de la película resulta muy recomendable. En España, por fortuna, resulta muy fácil de encontrar.

Hay que acudir sin embargo al extranjero (yo lo adquirí en Londres, pero cualquiera puede hacerse con él con una compra por Internet) para pillar la versión concierto ofrecida nada menos que por la Sinfónica de San Francisco en 2001, que se hizo a su vez sobre unas funciones anteriores con la Filarmónica de Nueva York. No hay subtítulos en ningún idioma, pero la adquisición merece la pena, ya que se trata de la interpretación musicalmente más satisfactoria de la obra.

Y lo es no sólo porque tener a una orquesta sinfónica de este calibre, bien dirigida por Rob Fischer, resulta un verdadero lujo, sino porque Patti Lupone ofrece una Mrs. Lovett que, amén de estar soberbiamente cantada, aporta una visión muy nueva y reveladora del personaje, al que dota de una fascinante sensualidad que, alejándola de por la otra parte genial caricatura de la Lansbury, la hace mucho más humana,aun sin llegar a la fragilidad que luego en la película de Tim Burton explotará Helena Boham Carter.

Diecinueve años después, y sustituyendo al inicialmente previsto Bryn Terfel, George Hearn repite y hasta mejora en San Francisco su antigua encarnación del sanguinario barbero. Fabuloso el Toby de Neil Patrick Harris. Magníficos todos los demás, voces operísticas en su mayoría, lo que supone un acierto en esta interpretación que, aun con la orquesta al completo sobre el escenario, está trabajada con enorme sabiduría desde el punto de vista dramático, hasta el punto de que a veces no se echa de menos la escena. Fabulosa la toma sonora, que incluye pista en DTS.

La cinta de Tim Burton es otro cantar. Como el propio Sondheim señala en los extras, el director norteamericano acierta a la hora de no plantear una versión filmada del musical, ofreciendo en su lugar una película personal y puramente cinematográfica basada, eso sí, en la música y el libreto originales. Consecuentemente algunas canciones se suprimen y otras muchas se abrevian de manera considerable, ampliando algunos diálogos, refundiendo situaciones y, desde luego, encontrando un ritmo adecuado mucho antes al celuloide que a una obra escénica. Las actuaciones, por tanto, son menos teatrales, más contenidas, porque se pueden apoyar en el lenguaje fílmico para reforzar los aspectos expresivos.

Ni que decir tiene que Burton lleva la obra a su propio terreno, eliminando casi por completo los elementos humorísticos y apostando por las atmósferas góticas y una plástica que hace referencia al cine de terror del Hollywood clásico, bien apoyada por el fabuloso diseño de producción de Dante Ferretti. La sangre corre a borbotones y la tragedia alcanza -escalofriante el final- unas dimensiones más operísticas que nunca. Paul Gemignani, supervisor musical de la pieza desde los tiempos de Broadway y director de las producciones de Chicago y el Covent Garden, saca un excelente partido de la orquestación de Jonathan Tunick, que brilla más que nunca con una fabulosa toma sonora.

Lo menos bueno son las voces, pues aunque todos cantan bien -hay que imaginar una importante ayuda de la tecnología-, el resultado es bastaste impersonal si uno se limita a escuchar el disco. La escena, sin embargo, aporta mucho sobre los diferentes personajes, que nos aparecen aquí más como víctimas que como verdugos. Johnny Deep compone un Sweeney especialmente introvertido y calculador; el siempre fabuloso Alan Rickman, un juez especialmente hipócrita, sibilino y despreciable; y la Boham Carter (esposa en la vida real de Burton, como Vicky Peña de Mario Gas) una Mrs. Lovett frágil, atormentada, femenina y muy enamorada del barbero, que si actúa de manera criminal lo hace, como el propio Sweeney, empujada por las duras circunstancias de la vida. Una visión distinta, pues, muy personal pero también muy reveladora, que aunque se despega en su concepto considerablemente del original dice cosas nuevas y muy interesantes sobre la música y el drama escritos por Stephen Sondheim.

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