viernes, 16 de mayo de 2025

La Leningrado por Bernstein: sencillamente histórica

No me refiero, obviamente, a la grabación con la Filarmónica de Nueva York de 1962 para CBS, que desconozco, sino al registro en vivo con la Sinfónica de Chicago de junio de 1988, inmortalizado en directo con excelente toma de sonido por los ingenieros de Deutsche Grammophon. Esta Sinfonía nº 7, Leningrado, pasa por ser uno de los mejores discos Shostakovich que existen, sino también como uno de los hitos de la carrera de Leonard Bernstein. He vuelto a escucharlo después de muchos años y compruebo que resiste el paso del tiempo en su pedestal. Con toda la razón del mundo.

Lo primero que sorprende es que apenas se nota la considerable lentitud con que la batuta aborda la ya de por sí dilatada partitura; tal es la combinación de pulso interno, naturalidad en el fraseo y perfecta planificación de tensiones y distensiones que aplica Lenny. Hay que poseer para ello una técnica descomunal, un instinto de primer orden para organizar la arquitectura y, no en menor medida, una orquesta dispuesta a no bajar la guardia ni un solo segundo. Aquí se dan las tres cosas.

Luego está la cuestión expresiva. No nos engañemos, Bernstein hace como en su Sibelius con la Filarmónica de Viena: mirar al pasado romántico. No hay aquí nada del expresionismo visceral con que Rozhdestvensky abordaba este repertorio. Se emparenta más bien con el lirismo y la atmósfera que más adelante interesarán a su amigo Rostropovich en su propia integral, como también con las maneras, distintas en lo sonoro pero no tan diferentes en el concepto, de un Mravinsky, si bien el norteamericano no caer en el error de "oficializar" el asunto, cosa que sí le ocurrió, como seguramente ustedes saben, en sus grabaciones de la Sinfonía nº 5. Entiéndanme, no es que en la Leningrado el maestro realice relectura alguna, sino que procura ser más dramático que épico y en el final sabe resultar ambiguo y opresivo, como por otra parte es natural en una partitura que habla de la guerra.

Lo grande de esta realización, en cualquier caso, es la intensidad expresiva que alcanza el compositor de West Side Story. ¿Pathos? Sí, exactamente eso. Y en grandes dosis. El primer movimiento se abre con grandeza sin retórica. En la marcha, increíblemente bien trazada, el maestro evita caer en la trampa en la que tantos se ven atrapados, no otra que sonar pimpante en los primeros minutos; luego acumula una fuerza telúrica espeluznante. Tras el catastrófico clímax llega la distensión, concentrada y negra sin que ello signifique sonar de modo lastimero.

El Moderato se supone que es un Scherzo que debe contrastar con los movimientos que lo flanquean. Bernstein parece negarlo: el tempo es lento, negro el humor sin llegar a lo corrosivo y espectral la atmósfera. La batuta alcanza su mayor inspiración en el Adagio. No tiene problemas en mirar a Tchaikovsky, a Mahler o a donde haga falta: música pura, despojada, de profundísimo humanismo e hiriente a más no poder, siempre con la belleza sonora por delante y, como en el resto de la interpretación, desplegando toda suerte de inflexiones expresivas. Menos personal y creativo el Allegro ma non troppo conclusivo: el director hace lo que tiene que hacer, construir el tremendo edificio con la máxima convicción y el mínimo de retórica. Lo consigue.

Punto y aparte merece la Sinfónica de Chicago. Aún en la etapa de sonoridad brillantísima pulida por Sir Georg Solti Barenboim "germanizará" su tímbrica jubilando a algunos veteranos miembros de la plantilla, los chicagoers ofrecen no solo ese fulgor en los metales que todos reconocemos, sino también limpieza extrema en la ejecución, decibelios en su máxima potencia sin pérdida de redondez y enormes aciertos expresivos en las intervenciones solistas. Lo dicho, un registro histórico.

Por cierto, en el muy desigual y discutible extra de la revista Scherzo titulado La música sinfónica en disco, editado allá por 1994, José Luis Pérez de Arteaga ponía por encima de esta lectura las de Stokowski y Celibidache, y en el mismo nivel a la de Vaclav Neumann. Me lo expliquen.

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