jueves, 30 de abril de 2020

Sinfonía nº 40 de Mozart: discografía comparada

Actualización 30.IV.2020

Esta entrada fue publicada originalmente el 20 de febrero de 2013.

Ha añadido reseñas de las grabaciones de Klemperer'62, Böhm'76, Menuhin, Brüggen'10, Herreweghe, Rattle'13, Harnoncourt'13, Barenboim'15, Savall,  Nelsons y Minasi. He vuelto a escuchar la de Kubelik, a la que le he bajado la puntuación del 10 al 9 realizando algunos cambios en el comentario.

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La Sinfonía n.º 40 en sol menor, K. 550, penúltima de las que escribió, salió de la pluma de Mozart en 1788, esto es, algo más de tres años antes de la muerte del genial compositor salzburgués. Independientemente de la popularidad de su celebérrimo primer movimiento, su fama está plenamente justificada por la manera en la que se alcanza una comunicatividad sincera e inmediata a través de un grado supremo de belleza formal y con pleno respeto a las formas clásicas. Dicho de otra manera: esta partitura alberga un doliente drama en su interior que está narrado a través de la más absoluta abstracción y pureza formal, a la vez que se ofrece el envoltorio más hermoso imaginable.

Por eso mismo no es nada fácil de interpretar, y de la buena cantidad de grabaciones discográficas que he escuchado solo unas pocas parecen hacer justicia a la partitura. Furtwaengler y Barenboim se encuentran a mi modo de ver entre los mejores recreadores de la obra, precisamente por ser quienes con más fuego y sinceridad ponen de relieve el sustrato más desasosegante de la página. En el polo opuesto se encontrarían Abbado y Norrington, campeones a la hora de eliminar pathos y convertir la obra en una mera sucesión de sonidos bellos, ideales para tomar café con pastas o coger el ascensor.

Necesario es recordar que en una página archigrabada como la presente es natural que sean muchos los registros a cargo de nombres más o menos importantes que han quedado fuera. Mi intención no ha sido otra que intentar explicar qué me parecen los ejemplos escogidos para así contribuir al intercambio de pareceres a través de la red. Habrá siempre quien opine que esta comparativa no vale nada porque no se habla de tal versión o de tal otra “que sin duda son las mejores”. Por desgracia mi tiempo es limitado y no puedo abarcarlo todo.

Los movimientos de la sinfonía son los siguientes. 1. Molto allegro. 2. Andante. 3. Menuetto. 4. Allegro assai.



1. Karajan/Orquesta de la RAI de Turín (1942, varios sellos). Ya en fecha temprana quedaban –treinta y cuatro años de edad contaba– bien claras las características del Mozart del maestro salzburgués: texturas densas, musculadas y un tanto espesas, búsqueda de grandes contrastes sonoros y belleza superficial, poco sincera, con tendencia a la dulzonería, lo que no impide que en determinados momentos se ofrezcan interesantes apuntes de tensión dramática. El muy digno rendimiento de la orquesta para tratarse de una toma en vivo en plena II Guerra Mundial nos habla, por su parte, que que la búsqueda del perfeccionismo también estaba ya muy presente en el joven Karajan. (7)


Furtwaengler Mozart 40 Tahra

2. Furtwängler/Filarmónica de Viena (TIM, Tahra, 1944). Haciendo gala de su habitual flexibilidad en la agógica y de su enorme comunicatividad, Furt –el Furt “de guerra”, atención a la fecha– construye una lectura visceral, que sale desde el dolor más angustioso en los dos movimientos extremos –apremiantes pese a estar bien controlados–, pero que no por ello desatiende al equilibrio clásico ni a la cantabilidad en un Andante paladeado con enorme aliento poético y cierto regusto amargo. Aun siendo el Menuetto más masivo de la cuenta, los resultados son impresionantes. Solo desentona la abundancia de portamenti tan propia de la época. (9)


Reiner Mozart 40 Pittsburg

3. Reiner/Sinfónica de Pittsburg (Idis, 1947). Todo un placer desmontar el tópico de que en tiempos pasados se entendía a Mozart con pesadez en lo sonoro y desde un punto de vista fundamentalmente decorativo en lo expresivo. Esta interpretación, como las de Furtwaengler y –a su manera– las de Toscanini por la misma época, se decide claramente por los tempi rápidos, la combinación de músculo sonoro con agilidad y la clara comprensión de que las notas de esta KV 550 albergan detrás de su increíble belleza formal una intensa dosis de sentido dramático, de angustia y hasta de rabia que es necesario poner de relieve para hacerle plena justicia; esto no impide al maestro húngaro remansarse en el Andante y paladearlo, sin descuidar los acentos muy lacerantes, con el adecuado vuelo lírico, aunque quizá no con toda la elegancia y depuración sonora posibles. Que haya portamenti molestos para el oyente actual no importa demasiado. (9)


4. Toscanini/Sinfónica de la NBC (DVD Testament, 1948). Una lectura vibrante, directa, de pulso firme, apreciable claridad –con la atención debida a las maderas–, enérgica y tensa pero sin exceso de músculo ni rastro alguno de pesadez, y por fortuna más atenta a los aspectos escarpados de la partitura que a la belleza sonora, es lo que ofrece en esta filmación –notable para la época– el mítico maestro italiano a sus ochenta y un años de edad. El problema, como siempre, es que con Toscanini no solo no hay rastro de cantabilidad, de hondura ni de humanismo, sino que además la tragedia resulta un tanto superficial, insincera. Repárese, por ejemplo, en cómo el movimiento final, aun siendo tan rápido como el de Furtwaengler, no suena como con aquél, es decir, deudor de una intensa angustia vital, sino sencillamente precipitado, amén de seco y cuadriculado. (7)
 
 
Furtwangler EMI The Legend

5. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1948). Aunque el conflicto bélico ya había quedado atrás, el corazón del maestro alemán seguía destrozado y nos ofrece, ahora incluyendo la repetición del primer movimiento y moderando el uso de los portamenti, una interpretación en la misma línea doliente, crispada y rebelde de la del 44, quizá todavía más extrema. Algo menos lento, el Menuetto resulta ahora más convincente. El resultado, una lectura de absoluta vigencia –bastante mejor grabada que la anterior, por cierto– que es imprescindible tener en la discoteca. (10)


Kleiber Decca Masters

6. Erich Kleiber/Filarmónica de Londres (Decca, 1949). Si dejamos a un lado una vez más la abundancia de portamenti, lo cierto es que nos encontramos ante una realización muy centrada tanto en el estilo como en la expresión, pues Kleiber padre sabe aunar agilidad e incisividad con elegancia y frasea con concentración sin desatender al contenido dramático de la página, particularmente en un magnífico movimiento conclusivo. En el resto, en cualquier caso, falta un grado mayor de compromiso expresivo. (8)


Klemperer Mozart 40 41 Japon

7. Klemperer/Philharmonia Orchestra (EMI, 1956). El de Breslau compartía con Furtwaengler un espíritu musical parecido: humanista, filosófico, de enorme hondura trágica y al mismo tiempo marcado por una imponente grandeza espiritual. Sin embargo, la manera de plasmarlo en sonidos no puede ser más opuesta: frente al marcado romanticismo de un Furt que no dudaba a la hora de doblegar la forma lo que hiciera falta en busca de la expresión, Klemperer apostaba por la adustez, el rigor cartesiano y sonoridades graníticas que no solo no resultaban pesantes, sino que estaban llenas de tensión. Así ocurre en esta interpretación de la más célebre sinfonía mozartiana, desde luego no la más vibrante y emotiva posible, pero siempre de irresistible atractivo para los amantes del estilo klemperiano, y en cualquier caso un verdadero prodigio desde el punto de vista técnico: es difícil tocar mejor –hay algún roce en las trompas– o encontrar un análisis más claro –alucinante estudio polifónico– del entramado orquestal. La toma sonora, estereofónica, ha resultado ser espléndida para la época en la reciente remasterización japonesa. (9)


Walter Mozart

8. Walter/Sinfónica de Columbia (Sony, 1959). Que el Mozart del maestro berlinés no ha perdido vigencia lo demuestra esta interpretación clásica en el mejor sentido del término, ortodoxa pero no sin detalles de creatividad, que sabe ofrecer un apreciable contenido dramático envuelto en un perfecto equilibrio sonoro de admirable arquitectura –la disección de las líneas instrumentales es perfecta– y gran belleza formal, respirando además un amplio aliento humanístico que le permite a Walter ofrecer un Andante realmente memorable, sin duda la cúspide de esta interpretación. El primer movimiento, sin repeticiones, está muy bien, pero interesa más el amplio y poderoso Menuetto, que no renuncia al encanto en su trío, y el dramático Allegro assai conclusivo. Suena estupendamente tras el último reprocesado. (9)


Mozart sinfonias Fricsay

9. Fricsay/Sinfónica de Viena (DG-Karusell, 1960). Interpretación amplia, lenta y densa, quizá un punto otoñal, pero trazada con decisión y sin pesadez alguna, que destaca por su pathos intenso pero muy controlado basado en una equilibrada mezcla entre lirismo, drama y cierta espiritualidad en la que no hay lugar para el arrebato ni la extroversión, pero sí para la elegancia, la calidez y la reflexión. Pierde un poco en el último movimiento, no tanto por su relativa lentitud como por la falta de garra e inmediatez, aunque en cualquier caso su polifonía está muy bien diseccionada. (8)
 

Mozart Bohm DG

10. Böhm/Filarmónica de Berlín (DG,1961). La fusión entre la sonoridad robusta de la orquesta de Karajan –amenazadora a más no poder la cuerda grave en el primer movimiento– y la sobriedad marmórea de la batuta de un Böhm que siempre supo atender a la amargura subyacente en la música mozartiana sin perder la compostura, da como resultado una interpretación sobria, poderosa y musculada, de marcados acentos dramáticos y fraseada con tanta hondura como naturalidad, pero quizá un poco más severa y monumental de la cuenta, y por ende en exceso distanciada. (8)



11. Klemperer/Philharmonia (EMI, 1962). De nuevo nos encontramos ante una interpretación típica del Klemperer maduro, granítica pero clarísima en la sonoridad, severa en la expresión, antirromántica pero profunda y reflexiva, que no difiere gran cosa de la grabada seis años atrás. El primer movimiento, ahora más lento, es el menos extraordinario: necesita mayor vehemencia e inmediatez. El segundo vuelve a impresionar por su carácter dramático y amargo. El tercero quizá sea ahora aún más rotundo, y el cuarto todavía más poderoso y enérgico, aunque esta impresión puede deberse a que la edición en SACD, con nuevo reprocesado realizado para la ocasión, libera de manera considerable las frecuencias graves –sonido con cuerpo, con relieve– y realza la musculatura de la portentosa orquesta británica. (9)



12. Giulini/New Philharmonia (DVD EMI, 1964). El maestro italiano, en una primera madurez que se encuentra lejos todavía de su musicalmente muy otoñal última etapa, ofrece aquí una interpretación del más absoluto e irreprochable equilibrio clásico, en el mejor y más amplio de los sentidos, esto es, tanto en el sonoro como en el expresivo. Es este un Mozart apartado de la amplitud de un Klemperer –con la misma orquesta, curiosamente– o un Fricsay, que resulta ágil pero en absoluto precipitado o falto de músculo; un Mozart controlado a la perfección, de arquitectura nítida y sin devaneos, pero en absoluto cuadriculado; un Mozart elegante y hermoso, mas no coqueto o trivial y, aunque sin que esta se ponga en ningún momento en primer plano, con una dosis considerable de tensión dramática; un Mozart, como no podía ser menos en Giulini, maravillosamente cantado, pero con acentos lacerantes que nos advierten de la inquietud que late en el interior de los pentagramas. Un Mozart-Mozart, en definitiva. ¿Qué falta? Pues quizá una dosis extra de compromiso expresivo, de personalidad o quizá, simplemente, de sal y pimienta. La imagen parece muy buena para la época, pero el sonido es monofónico. (9)


Szell Mozart Sony Jacket

13. Szell/Cleveland (Sony, 1967). Esta grabación no hace sino confirmar el tópico cierto de que el director de origen húngaro y la orquesta norteamericana ofrecían interpretaciones de asombrosa perfección técnica y excesivo distanciamiento en lo expresivo, particularmente en unos movimientos centrales de aburrida asepsia. El primero estaría bien de no ser por algunos detalles creativos –cosa rara en el objetivo Szell– que convencen más bien poco, y en el último, eso sí, el maestro logra despertarnos con una batuta tan vibrante como controlada haciendo gala de su proverbial capacidad para clarificar y tensar las líneas. Demasiado tarde. (7)


Mozart 40 Barenboim English Chamber EMI

14. Barenboim/English Chamber (EMI, 1967). En una época en la que ya se habían impuesto las interpretaciones lentas, densas y meditativas, Barenboim echa mano de una orquesta reducida y de soberbia calidad para apostar por una lectura rápida, tensa y abiertamente dramática, desde luego sin mucha chispa en los movimientos centrales, que ofrecen esa adustez del Mozart que hacía el maestro por los años sesenta, pero con impresionantes resultados tanto en lo estilístico como en su capacidad comunicativa. También en el plano técnico: el desmenuzamiento de cada uno de los planos sonoros, con especial atención a los sonidos graves, es asombroso. En cualquier caso, el de Buenos Aires aún dará una vuelta de tuerca a la partitura en el futuro. (9)

 
Mozart_-_Symphonies_Nos_35,_40,_41_(Pablo_Casals)

15. Casals/Orquesta del Festival Malboro (Sony, 1968). Aunque el instrumento no sea el mejor posible y la batuta del mítico violonchelista catalán diste de ofrecer toda la depuración sonora deseable, no es esta una realización rutinaria o de compromiso sino la recreación de un enorme músico que puso toda la carne en el asador desde el punto de vista expresivo. Otra cosa es que no todos los movimientos funcionen igual de bien. Sin duda son espléndidos los extremos, dichos con garra, vitalidad, extroversión y apropiado sentido dramático, incluyendo buenos detalles creativos. Falla por desgracia el Andante, donde la lentitud con que se intenta hacer justicia a la mezcla de amargo lirismo y hondura reflexiva que alberga la página termina produciendo la caída de la tensión interna y un desarrollo discontinuo, a trompicones. Sin problemas el Menuetto. (8)

 
 

16. Karajan/Filarmónica de Berlín (EMI, 1970). Sin rastro alguno de pesadez –aunque haya abundante músculo– y sin el menor devaneo con la dulzonería o el amaneramiento, el de Salzburgo construye una lectura delineada con una perfección asombrosa, desarrollada con una lógica irreprochable y sonada con una belleza, una suntuosidad y un virtuosismo difícilmente superables. Sin embargo, y salvando un magnífico cuarto movimiento, la emoción se escapa: con tanta obsesión por la técnica, que por cierto queda muy en evidencia en los ensayos que acompañan esta edición, Karajan termina levantando un monumento a la frialdad. (7)
 
 
Mozart sinfonias Marriner Philips

17. Marriner/Academy of St. Martin-in-the-Fields (Philips, junio 1970). Aunque Barenboim ya había grabado la partitura con una formación de cámara, la apuesta de Marriner supone una clara renovación de los planteamientos interpretativos al optar por una mayor ligereza no solo en lo sonoro, sino también en lo expresivo, restando densidad a la partitura y resaltando así sus aspectos más apolíneos, delicados y camerísticos de la misma. Su aportación, por ende, lo que hace no es sino abrir el sendero que después recorrerán la mayoría de los historicistas, y de ahí su importancia histórica. Otra cosa es esa consabida sosería del maestro británico que, por muy bella en lo formal que resulte su realización, logra dejarnos indiferentes en los movimientos centrales, algo abiertamente censurable en una música que es cualquier cosa menos decorativa. (7)
 

Mozart 40 41 Krips

18. Krips/Concertgebouw (Philips, 1972). A sus setenta años de edad, el maestro austríaco ofrece un Mozart amplio en sus tempi, musculoso y con densidad tanto sonora como expresiva, pero nada pesante, fraseado con tanta naturalidad como lógica constructiva y desde luego muy atento a los aspectos dramáticos de la música al tiempo que apartado de todo lo que suene a trivialidad o narcisismo. Por desgracia los dos primeros movimientos no terminan de convencer; al primero, excesivamente adusto, le falta un poco de carácter y quizá resulte más lento de la cuenta, mientras que el segundo se preferiría mejor paladeado y con menos nervio. Los dos últimos son sensacionales, ofreciendo un espectacular análisis de la polifonía al que no es ajeno el asombroso rendimiento de la orquesta holandesa. (8)



19. Böhm/Filarmónica de Viena (DG DVD, 1973). Doce años después de su registro en estudio, el de Graz repite en vivo su acercamiento marmóreo, severo y un punto distanciado, pero en cualquier caso elegantísimo y admirable en el trazo, solo que sustituyendo el músculo algo excesivo para este repertorio de la Filarmónica de Berlín por el bellísimo terciopelo de la orquesta más mozartiana del mundo. También Böhm está quizá un punto más inspirado, más transparente y más ágil, esto último sobre todo en el movimiento conclusivo. (9)



20. Böhm/Filarmónica de Viena (DG, 1976). Tres años después de su filmación para Unitel, Böhm y Viena repiten su acercamiento a la partitura con una toma a todas luces extraordinaria, especialmente en su edición japonesa en SACD. Los resultados quizá sean aún mejores, todavía más depurados en lo sonoro, un punto menos distantes en lo expresivo, aun siempre dentro de la personalísima óptica con que el maestro abordaba a Mozart. Poco que ver, desde luego, con muchos de los directores tradicionales, y nada con el mundo del historicismo. A los aficionados que se han criado escuchando las versiones históricamente informadas este registro les puede parecer una antigualla. A mí, por el contrario, me parece de un planteamiento por completo vigente, antirromántico y abstracto a más no poder al tiempo que de una belleza suprema. Es obligatorio conocerlo. (10)


Mozart 40 41 Abbado LSO

21. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1980). Cuando asomaban los ochenta Claudio Abbado se hallaba aun muy lejos de los actuales coqueteos con el mundo historicista –este es un Mozart por completo tradicional, convencional incluso–, pero ya de vez en cuando saltaban señales de alarma que nos advertían de su evolución posterior. Aquí por ejemplo, tenemos dos primeros movimientos presididos por la asepsia y la blandura, e incluso con más de un amaneramiento, que resultaban por completo impropios de quien hasta entonces estaba siendo un enorme director. Menos mal que la segunda mitad de la obra, irreprochablemente trazada, mejora un poco las cosas. (6)


Kubelik sinfonias

22. Kubelik/Radio Bávara (Sony, 1980). El maestro checo ha sido uno de los directores que mejor ha demostrado que lo apolíneo no tiene por qué significar en modo alguno distanciamiento, indiferencia expresiva, trivialidad o falta de tensión interna, y eso queda bien claro en esta KV 550 sonada de modo increíblemente bello, cantada con enorme naturalidad y elegancia, trazada con una arquitectura de prodigioso equilibrio y sin espacio alguno para el desgarro dramático –estamos en terrenos opuestos a los de Furtwaengler o Barenboim-, pero de magnífico pulso interno, enérgica cuando debe ser, de hondo humanismo en un segundo movimiento memorable y, en general, atenta al drama interno que albergan los pentagramas. Pero debemos concretar un poco. Al primer movimiento, llevado con un tempo algo lento, le faltan carácter apremiante y sentido dramático, aunque posee una admirable elegancia señorial y está estupendamente diseccionado. El segundo es no solo muy hermoso, sino también altamente emotivo. Decepciona el tercero por la blandura de su articulación, si bien los sforzandi en los violines resultan de gran interés. En el cuarto hay que admirar la disección de la polifonía. (9)
 
 
Mozart 40 41 Levine Chicago

23. Levine/Sinfónica de Chicago (RCA, 1981). Que el que fuera durante lustros director musical del Met es una batuta pedestre, superficial y de brocha gorda queda bien de manifiesto en este registro en vivo en el Festival de Ravinia, particularmente en un Andante extremadamente prosaico y aburrido. Sin embargo, en esta ocasión hay que agradecer a Levine no solo que no saque en ningún momento los pies del plato, sino que además inyecte a su interpretación una buena dosis de empuje y energía, particularmente en un Allegro assai no precisamente refinado, pero sí extrovertido, lleno de vida y de comunicatividad. La orquesta, impresionante. (7)


Mozart 31 40 Hogwood

24. Hogwood/The Academy of Ancient Music (Decca, 1981). El irregular clavecinista y director británico fue el primero que se atrevió a grabar –por partida doble, en versión sin clarinetes, que es la que comentamos, y con ellos– esta sinfonía con instrumentos originales. Fue un acierto, porque era necesario ofrecer nuevos puntos de vista para esta obra maestra partiendo de los presupuestos filológicos, y no tanto en lo que se refiere al número de ejecutantes, que ya se había reducido bastante con las experiencias de Barenboim o de Marriner, sino en la tímbrica –los violines son muy ácidos incluso para un oído acostumbrado al historicismo–, en la articulación y en la propia concepción expresiva. El problema es que el malogrado Hogwood, pese a no caer en la tentación, como sí le ocurrió en algunas de sus interpretaciones haendelianas, de resultar frívolo o pimpante, era un director bastante soso, y frente a unos movimientos extremos bastante logrados, el Andante carece de cualquier comunicatividad y el Menuetto no sabe romper con la tradición en la manera de colocar los acentos. La orquesta, llena de nombres que se harán ilustres, tampoco suena con la depuración que hoy, venturosamente, alcanza este tipo de formaciones. (7)
 
 
Mozart 40 Harnoncourt Concertgebouw

25. Harnoncourt/Orquesta del Concertgebouw (Teldec, 1983). No se le puede negar al maestro berlinés su carácter arriesgado e inquieto, su manera de lanzarse sin red hacia una serie de experimentos que en buena medida han arrojado nuevas luces hacia partituras architrilladas y han abierto puertas a renovadas vías de interpretación, pero tampoco podemos dejar de reconocer su deseo de resultar iconoclasta porque sí, de dejarse llevar por personalismos injustificados desde el punto de vista expresivo o, simplemente, de llamar la atención. De todo esto hay en esta lectura pionera a la hora de mezclar instrumentos modernos y articulación moderadamente historicista, que pese a huir por completo de las densidades “románticas” y ofrecer siempre la agilidad e incisividad esperables en Harnoncourt, apuesta por mezclar la garra dramática de un Furtwaengler con la sobriedad puramente neoclásica, añadiendo además una buena dosis de claroscuros teatrales y unas ligeras gotas de galantería que mira al pasado. Así las cosas, nos ofrece un primer movimiento vehemente, angustiado y dramático, pero sustituyendo la sinceridad del citado Furt con cierta espectacularidad de cara a la galería. El segundo, aun apostando asimismo por el dramatismo, resulta nervioso y un tanto pimpante. El Menuetto, generalmente en Harnoncourt el movimiento más interesante por su rapidez y rusticidad, aquí resulta excesivamente rápido e innecesariamente agresivo. El final, algo lento en relación con el resto, resultaría de una admirable ortodoxia si no fuera por algunos detalles creativos no muy convincentes. La orquesta, maravillosa. (7)
 
 
 Mozart sinfonias Tate

26. Tate/English Chamber Orchestra (EMI, 1984). Esta interpretación sólida, seria, incluso severa dentro de su irreprochable musicalidad, destaca por la maravillosa arquitectura que ofrece una batuta de pulso firme, atentísima a la polifonía y al equilibrio de planos sonoros –admirable el relieve de las maderas–, alcanzando además el punto justo de equilibrio entre elegancia y músculo bien ayudada por una orquesta de maravillosa sonoridad, que no tanto por el ingeniero de sonido. Solo se pueden poner reparos a la relativa sosería de los movimientos extremos. El Andante está desgranado con una emotividad contenida que ofrece una tensión dramática no por sutil menos efectiva. En el Menuetto, poderoso pero en absoluto hinchado, destaca un elegantísimo trío. (9) 
 
 
 Mozart Bernstein

27. Bernstein/Filarmónica de Viena (DG, 1984). Este documento es un desconcertante testimonio de las dos caras de Bernstein en los últimos años de su carrera. En el primer movimiento tenemos al director narcisista, blando y amanerado, preocupado únicamente por la seducción sonora –la orquesta es la ideal para responder sus requerimientos– y muy poco atento al contenido dramático de la música. En el cuarto nos reencontramos con el comunicador sincero, directo, lleno de fuerza controlada y capaz de aunar como nadie músculo, claridad y belleza. Entre medias, un Andante muy hermoso pero un tanto otoñal y con tendencia a la blandura, más un Menuetto sonado de maravilla pero algo hinchado. (7)
 
 


28. Solti/Orquesta de Cámara de Europa (Decca, 1984). Admirable testimonio de cómo Solti alcanzó su mayor grado de madurez en la primera mitad de los ochenta gracias a la absoluta concentración, admirable cantabilidad en el fraseo y gran atención a los aspectos apolíneos de la música que el maestro supo añadir a su estilo habitualmente directo, rápido, vibrante y de agudo instinto dramático. Nos encontramos así ante un Mozart no genial, pero sí de perfecto equilibrio entre temperamento y belleza clásica, amplio pero tenso, en absoluto pesado, tocado de manera impecable por una orquesta de la que el maestro extrae petróleo y desmenuzado con una claridad y equilibrios de planos difícil de superar: pocas veces se ha escuchado así de bien el tejido polifónico del cuarto movimiento. Por si fuera poco, la toma sonora es portentosa. (9)


Mozart 40 Bruggen

29. Brüggen/Orquesta del siglo XVIII (Philips, 1985). El maestro holandés y su notabilísima orquesta de instrumentos originales nos demostraron ya hace años en sus grabaciones para el sello Philips que interpretar el repertorio clásico con parámetros estrictamente historicistas no tiene que significar en modo alguno renunciar al vigor, el conflicto ni la tensión interna, y menos aun caer en la blandura, la ligereza expresiva o la trivialidad. Buen ejemplo es esta interpretación sobria y dramática, de magnífico trazo y espléndida ejecución, que solo pierde un tanto por el excesivo distanciamiento del segundo movimiento y la relativa sosería del minueto. (8)
 
 
Mozart 40 Giulini Orfeo

30. Giulini/Filarmónica de Viena (Orfeo, 1987). El maestro contaba ya setenta y tres años cuando realizó esta interpretación, registrada en vivo con sonido solo aceptable para ser ya de la era digital, en el Festival de Salzburgo. Y aquí la edad se deja notar, pues nos ofrece una lectura claramente otoñal, amplia y meditativa, en la que a un primer movimiento muy discutible no ya por eternizarse, sino por sus coqueteos con la dulzura, da paso a un segundo profundísimo, denso en el mejor sentido de la palabra, melancólico y trágico al mismo tiempo, fraseado con la naturalidad que es propia en Giulini, y en cualquier caso de asombrosa belleza. El tercero le queda algo pesante, y el cuarto no pierde tensión a pesar del enfoque adoptado. La orquesta aporta una sonoridad de la mejor ortodoxia mozartiana en esta lectura tan discutible como interesante, en la que por cierto se respetan todas las repeticiones. (9)




31. Menuhin/Sinfonia Varsovia (Virgin, 1988?). Sin ser esta una interpretación particularmente bien diseccionada en lo sonoro, ni rica en matices ni inspirada en lo que a vuelo poético se refiere –el segundo movimiento se queda algo corto–, da gusto encontrarse con un Mozart sensato y musical, al tiempo que tan admirablemente centrado en una expresión que sabe ser no solo elegante y equilibrada, clásica en el mejor de los sentidos, sino ofrecer también una dosis adecuada de vehemencia, de ímpetu bien controlado y de tensión dramática. En este sentido no se puede decir que el enfoque del anciano Menuhin sea precisamente otoñal, sino más bien extrovertido y dinámico, muy alejado de lo masivo y de lo hinchado, sobre todo en un Menuetto ágil y bien salpimentado. (8)

 
  Mozart 40 41 Gardiner

32. Gardiner/English Baroque Soloist (Philips, 1989). Bien respaldado por una toma sonora soberbia , el maestro británico realiza una rigurosísima labor técnica con su magnífica orquesta de instrumentos originales clarificando líneas, trazando las tensiones de manera irreprochable y demostrando un elevado sentido del ritmo, todo ello partiendo de una aproximación expresiva objetiva, sobria y rigurosa, por completo ajena a la trivialidad o el amaneramiento, sin necesidad de llamar la atención frente a las interpretaciones de corte tradicional. El problema, como tantas veces ocurre con Gardiner, es que se le escapa el alma de la música; los movimientos impares suenan más virtuosísticos que sinceros mientras mientras que el segundo, en exceso distante, carece de la poesía al mismo tiempo cálida y agónica que desprenden los pentagramas. El último sí es magnífico. (8) 
 
 
Mozart 40 Norrington LPO

33. Norrington/London Classical Players (EMI, 1991). Por completo alejado del pathos y de la densidad de las interpretaciones tradicionales, pero también de la seca acidez de un Hogwood o de los claroscuros, la electricidad y el sentido teatral de un Harnoncourt, el británico ofrece una recreación en la que apuesta claramente por la ligereza, y no solo en tempi y en sonoridad sino, sobre todo, en carácter. El resultado es un Mozart delicado, grácil y coqueto, digamos que “de porcelana”, en la que se pasa de largo ante los conflictos para optar por lo amable y lo luminoso. Todo esto está muy bien realizado desde el punto de vista técnico y su hoy desaparecida orquesta de instrumentos originales responde sin problemas, pero resulta dudoso que este planteamiento sea adecuado para una obra como la KV 550. (6)
 

34. Harnoncourt/Chamber Orchestra of Europe (DVD DG, 1991). Con un instrumento de mucha calidad aunque no tan extraordinario como el del Concertgebouw, Harnoncourt repite su acercamiento de ocho años atrás realizando algunas modificaciones y moderando algunas decisiones que, en conjunto, hacen que esta nueva lectura sea algo más ortodoxa que la anterior, aunque no por ello carezca precisamente de personalidad. En cualquier caso, está todo tan calculado que el resultado es muy frío y distante, por muy sólida que sea su factura desde el punto de vista técnico. (7)


Mozart 40 Giulini Berlin Sony

35. Giulini/Filarmónica de Berlín (Sony, 1991). No hay apenas diferencias de concepto con respecto a la interpretación registrada en vivo cuatro años antes, salvo la sustitución de la más adecuada Filarmónica de Viena por la mucho más musculosa, aunque en cualquier caso imponente, Berliner Philharmoniker, a la que por lo demás el italiano modela con una plasticidad asombrosa y hace cantar con naturalidad infinita. La toma sonora es ahora, lógicamente, muy superior, y suponemos que debe de serlo aún más en el reciente reprocesado realizado para esta caja de precio barato con interpretaciones mozartianas a cargo de la orquesta berlinesa. (9)
 
 
Mozart 40 Wand

36. Wand/Sinfónica de la NDR (RCA, 1994). A sus nada menos que ochenta y dos años, el director alemán no podía menos que ofrecer una lectura rigurosamente tradicional, amplia, densa y con músculo, también algo pesadota –salvo en el Menuetto– y sin mucha elegancia. Tampoco resulta particularmente poética o emotiva, pero sí se halla muy atenta a los aspectos dramáticos de la página. Lástima que la orquesta no sea mejor. (8)
 
 

37. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1994). Aunque nació el mismo año que Günter Wand, y por mucho que en su última etapa los tempi se dilataran de manera infinita, la interpretación del maestro rumano –grabada en el mes de marzo de 1994, como la de su colega– no resulta ni mucho menos tan lenta y masiva como la de este, con la excepción de un Andante que mezcla pathos y espiritualidad con resultados algo extraños y no del todo convincentes. Pero el Menuetto, siendo más amplio, está llevado con enorme naturalidad, mientras que los movimientos extremos se desarrollan no solo con lógica, fluidez y enorme belleza, sino también con una agilidad y hasta velocidad impensables en el Celi más maduro. Eso sí, y al contrario de lo que ocurre con Wand, la luminosidad se impone sobre las tinieblas y el drama no termina de salir a flote. (8)


Mozart sinfonias Pinnock

38. Pinnock/The English Concert (Archiv-DG, 1994). No siendo sus presupuestos en principio menos historicistas que los de sus colegas, e incluso atreviéndose a incorporar un clave como bajo continuo –de manera tan discreta como acertada–, Pinnock no necesita acentuar la acidez de la cuerda, ni frasear de modo pimpante, ni excederse en la incisividad de los ataques, ni adoptar velocidades que no permiten a la música respirar. Por eso su lectura, siendo rápida, ágil y fluida, está fraseada con enorme naturalidad, sonada con gran belleza y dicha con amplia cantabilidad, alcanzando además un apreciable equilibrio entre los aspectos líricos y los dramáticos –sombríos acentos en el segundo movimiento– sin perder nunca la elegancia y la luminosidad que requieren el mundo mozartiano. Magnífica y enorme ortodoxia, pues, lejos del pathos furtwaengleriano o de las densidades de la escuela centroeuropea, pero también muy apartado de la frivolidad, la aspereza o la blandura de otros maestros historicistas. Lástima que la toma sonora resulte en exceso reverberante. (9)
 
 
Mozart 40 Koopman

39. Koopman/Orquesta barroca de Ámsterdam (Erato-Warner, 1994). Partiendo de unos presupuestos interpretativos cercanos a los de su compatriota Brüggen, el clavecinista, organista y director holandés aporta un acercamiento menos severo, más imaginativo en el fraseo y con un colorido en el que las maderas adquieren singular importancia. Por desgracia Koopman, tras un Molto allegro muy conseguido aunque no especialmente dramático, cae en ciertas languideces en el Andante y no convence al apostar por una excesiva levedad en muchas frases de los dos movimientos restantes. La toma sonora es muy buena, pero algo reverberante. (7)


 
 40. Végh/Camerata Académica del Mozarteum de Salzburgo (Decca, 1995?). Interpretación personalísima y desconcertante, pues a una orquesta de tamaño reducido tratada con una articulación ágil, nada pesante, y controlada férreamente para no dar pie al arrebato ni a la pérdida del equilibrio clásico, se añade un tratamiento de la agógica muy libre que deriva en un fraseo y una acentuación imprevisibles que descubren numerosos aspectos nuevos de la partitura y generan una sensación muy peculiar a medio camino entre el desasosiego y la espiritualidad. Interesantísimo. (9)

 
CD-Muti-Wiener Mozart 40 Prokofiev Schubert

41. Muti/Filarmónica de Viena (VPO, 2000). En medio del triunfo discográfico de las interpretaciones historicistas, esta de Muti y Viena –tienen dos más dos más en Philips, una en audio y otra en vídeo, registradas en 1991– supone el retorno a las lecturas tradicionales, esto es, relativamente lentas en los tempi, densas en lo sonoro y en lo expresivo, cálidas y nobles antes que vivaces o incisivas, de legato amplio y pathos tan profundo como controlado, desde luego no en la línea de un Furtwaengler ni de un Barenboim, pero sí en la de un Klemperer, un Fricsay o un Böhm. A destacar el enorme vuelo poético del segundo movimiento y la elegancia muy viril del Trío. El Molto allegro, sorprendentemente, carece de la garra y la inmediatez que esperaríamos en un maestro como Muti, que por fortuna sí hace gala de agilidad, su sentido teatral y fuerza expresiva en un magnífico último movimiento. La Filarmónica de Viena sabe ofrecer todo el músculo que demanda la batuta sin perder la belleza sonora que la caracteriza. (8)
 
 
Mozart 40 41 Minkowski

42. Minkowski/Les Musiciens du Louvre (Archiv-DG, 2005). El director francés es un músico más bien vulgar y pedestre, que suele resultar grueso en lo sonoro cuando se pone en plan dramático y caer en la liviandad cuando quiere ser lírico, amén de resultar por lo general bastante más vistoso que profundo. De todo eso hay en esta interpretación, pero también encontramos una buena dosis de vida, de teatralidad y de comunicatividad, incluso de garra expresiva. Y lo más importante: Minkowski tiene bien claro que los cuatro movimientos de esta partitura –el último le queda particularmente bien– salen desde el dolor y con intenciones abiertamente dramáticas, y no para ofrecer sonoridades hermosas ni relax emocional. Su orquesta, que nunca ha sido gran cosa, ofrece una sonoridad rústica y coloreada que, aun en el extremo opuesto al de una Filarmónica de Viena, resulta muy apropiada para esta música. (7)
 
 
Mozart 40 41 Weil

43. Bruno Weil/Tafelmusik (Analekta, 2006?). Si no fuera por un segundo movimiento terriblemente cuadriculado, aséptico y rutinario, nos encontraríamos ante una interpretación notable entre las de corte historicista por estar magníficamente sonada, bien trazada en sus líneas, dicha con irreprochable gusto y situada en el punto de equilibrio expresivo adecuado entre elegancia, drama y luminosidad. Aun así, los otros tres movimientos necesitarían aun un punto más de imaginación, de personalidad y de compromiso expresivo para sobresalir por encima de la media. La grabación se hizo para ser descargada, previa compra, desde la web del sello. (7)


Mozart 40 Norrington Stuttgart

44. Norrington/Sinfónica de la Radio de Sttutgart (Hänssler, 2006). Aunque ahora se sirve de una orquesta de instrumentos modernos –no muy fina en esta toma en vivo–, Sir Roger no solo no ha moderado sus criterios sino que los ha radicalizado, en general para peor. Quizá el primer movimiento ha ganado en garra tensión interna, pero la velocidad –ahora es más rápido aún– no se ve compaginada con un fraseo natural: resulta precipitado. El Andante también posee mayores tintes dramáticos cuando debe, pero los pasajes líricos no solo están sonados de manera en exceso liviana, sino que están fraseados a saltitos, con un espíritu no ya frívolo sino abiertamente cursi, por no decir repipi. El Menuetto está planteado ahora con mucha mayor rusticidad, pero en el Trío Norrington vuelve a mostrarse en exceso interesado por lo grácil y lo coqueto. El cuarto arranca como si fuera la música de un dibujo animado, pero por fortuna se termina centrando y ofrece unos resultados por fin magníficos que, a estas alturas, ya poco pueden hacer para salvar esta recreación del mal gusto de su artífice. (5)

Mackerras Mozart Linn

45. Mackerras/Scottish Chamber Orchestra (Linn, 2007). Músico desconcertante a más no poder, Sir Charles realiza aquí un curioso intento de sintetizar no solo las sonoridades tradicionales y las historicistas, sino también el temperamento dramático con la ligereza y hasta la coquetería, con resultados irregulares. Lo más flojo es el segundo movimiento, largo por las repeticiones pero leve y apresurado, poco sensual y sin hondura. El Molto Allegro inicial está muy bien, salvando algunos detalles. Espléndidos los otros dos, ágiles pero con sentido dramático. Admirable la grabación. (7)
 
 

46. Pinnock/Filarmónica de Berlín (Berliner Philharmoniker Digital Concert Hall, 2008). Moderando de manera considerable la articulación historicista pero sin renunciar en absoluto a ella –obviamente elimina el bajo continuo de su interpretación con instrumentos originales–, el clavecinista y director británico vuelve a acertar con una lectura sensata, musical y de la mejor ortodoxia expresiva, esto es, elegante, apolínea y luminosa pero con una importante carga dramática, fraseada con enorme naturalidad, admirablemente expuesta -irreprochable la polifonía del movimiento conclusivo- y tan hermosa como comunicativa, en la que además logra aunar sin problema alguno la densidad sonora de la formidable orquesta berlinesa con la agilidad de su batuta. Al segundo movimiento, que posee adecuados claroscuros, se le podía pedir quizá algo más de calidez, pero en cualquier caso se trata de una interpretación de mucha altura. (9)
 
 
Mozart 40 Jacobs

47. Jacobs/Orquesta Barroca de Friburgo (Harmonia Mundi, 2008). La del contratenor francés una de las lecturas más historicistas hasta la fecha, tanto por la sonoridad áspera de la orquesta como por el fraseo particularmente ágil, incisivo y recortado que le lleva a ofrecer alguna que otra frase en exceso pimpante en el Andante. Jacobs además subraya alguna frase de las maderas en el primer movimiento que rara veces se oye y ofrece en los dos últimos una gran cantidad de retenciones de tiempo y reguladores sin duda altamente teatrales, pero que quiebran la unidad del discurso. Sin duda ha de levantar ampollas entre los más alérgicos a los instrumentos originales. Es cuestión de acostumbrar los oídos, porque el concepto que maneja Jacobs, como el de Minkowski tres años atrás, se encuentra más cercano del dramatismo y el sentido trágico de algunos directores tradicionales que de la indiferencia expresiva de un Hogwood, de la cursilería de un Norrington o del aburrimiento infinito de un Abbado, por citar a directores que realizan apuestas parecidas en lo formal. Muy lejos, en cualquier caso, de la calidez y cantabilidad de un Pinnock más moderado en sus planteamientos y más rico en concepto, como también de la sensata ortodoxia de un Bruno Weil. (8) 
 
 
Abbado Mozart 39 40

48. Abbado/Orquesta Mozart (DG, 2009). Veintinueve años después de su primera grabación, y esta vez adoptando una articulación decididamente influida por el historicismo, Abbado no solo no corrige la asepsia, la blandura y el amaneramiento de entonces, sino que los potencia de manera considerable y les añade esa molesta obsesión por la ligereza sonora propia de los últimos lustros de su evolución como director. Realmente es difícil hacer los dos primeros movimientos de manera más plana, flácida, aburrida e insulsa: no hay aquí ni tensión dramática, ni aliento lírico, ni sentido de los contrastes. Ni siquiera elegancia: cursilería más bien. De los matices expresivos, ni hablemos. Tampoco la orquesta es precisamente para tirar cohetes. Los dos últimos movimientos mejoran algo sin hacer que esta interpretación, registrada en directo con buen sonido, salga de la más absoluta mediocridad. (4)



49. Brüggen/Orquesta del Siglo XVIII (Glossa, 2010). El maestro holandés repite su acercamiento de veinticinco años atrás (¡cómo pasa el tiempo!) volviendo a demostrar que el historicismo en absoluto tiene que significar trivialidad ni ligereza expresiva, y que los instrumentos originales son por completo compatibles con un enfoque adusto, tenso, dramático y hasta trágico como en esta misma partitura, y desde presupuestos formales radicalmente distintos, lo pueden ser los de un Klemperer o un Barenboim. Otra cosa es que, como en tantas ocasiones le suele ocurrir, a Brüggen le falte un grado más de flexibilidad e imaginación, al mismo tiempo que se pasa en el distanciamiento expresivo: por muy sombría que sea su visión de la obra, la elegancia, la cantabilidad y el humanismo también se tienen que hacer presentes. Espléndida la toma reproducida en HD. (8)

 

50. Barenboim/Filarmónica de Viena (toma radiofónica en YouTube, 2012). Un amable lector de este blog ha tenido la amabilidad de subir a YouTube la toma radiofónica procedente de un concierto celebrado en Praga el 15 de mayo de 2012 en el que Barenboim y la orquesta más mozartiana del mundo interpretaron las tres últimas sinfonías del autor de manera memorable. De la nº 40 ofrece una recreación apasionadísima, poderosa y hiperdramática, muy rápida en el primer movimiento –a la cuerda le cuesta trabajo seguirle y llega a despistarse–, que logra poner de relieve los aspectos más tormentosos de la partitura sin atentar contra la naturalidad del fraseo, la belleza sonora –el sonido es muy corpulento, eso sí– ni el encanto mozartiano. La pifia de las trompas en el trío es perdonable dentro de tan arriesgada y a la postre soberbia recreación. (10)



51. Herreweghe/Orchestre des Chams-Elysées (Phi, 2012): Aunque el maestro belga no parece ajeno al carácter dramático de esta música, lo cierto es que el carácter volátil con que hace sonar a la cuerda y su fraseo grácil, pimpante y un punto amanerado no son precisamente las mejores armas para interpretar la KV 550. Así las cosas, el primer movimiento posee el adecuado carácter apremiante pero carece de verdadera fuerza, de garra y de tensión interna. Aséptico y superficial a más no poder el segundo, adornado además con algunos detalles coquetos marca de la casa. En el tercero acierta Herreweghe al frasear a la manera historicista, restando pesadez y aportando rusticidad, pero esta vez le queda bastante soso y, por si fuera poco, en el trío apuesta por una muy discutible línea “rococó”. Sólo se salva el último, dicho con fuerza y desentrañando de manera irreprochable las líneas de la polifonía, aunque la excesiva aspereza de las trompas puede molestar. Excelente la toma. (5)


52. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2013?). Si bien la orquesta es pequeña, el fraseo es ágil y hay algunos detalles en la articulación –sobre todo en el trío, excesivamente leve– que ponen en evidencia el interés de Rattle por el movimiento historicista, lo cierto es que es esta, a la postre, una lectura mayormente ortodoxa, expuesta con buen pulso y adecuado sentido de los contrastes, que si no termina de convencer es por la falta de una clara idea expresiva detrás de las notas: ni la vertiente dramática ni la lírica, aun estando atendidas ambas con el justo equilibrio, terminan de trasmitir la emoción, el sentido humanístico y la inmediatez expresiva de deben destilar los pentagramas, quedándose la interpretación en un soberbio pero algo aséptico ejercicio de virtuosismo. (7)


53. Harnoncourt/Concentus Musicus Wien (Sony, 2013). Por fin Harnoncourt graba esta obra con instrumentos originales, desde luego mucho más adecuados a la hora de ofrecer esa rusticidad, esos colores ocre y esa aspereza sonora tan caros al maestro berlinés. Pero lo cierto es que el problema sigue siendo el mismo: demasiado empeño en ser diferente a toda costa y escasa profundización en los pliegues expresivos de la partitura, por mucho que se acentúen al máximo sus contrastes. El Molto alegro ofrece acentuaciones inéditas, pero resulta desarticulado; el Andante con moto está fraseado de manera curvilínea e ingrávida acercándose a lo pimpante, sin que convezcan los ásperos arranques dramáticos made in Harnoncourt porque la insinceridad, la falta de vuelo poético y la asepsia se terminan imponiendo. Muy rústico el Menuetto, pero innecesariamente rápido y sin elegancia. El Allegro assai, como en sus anteriores acercamientos llevado con sorprendente lentitud, arranca de manera laxa y sufre a la hora de sostener las tensiones, pero el juego del maestro con los silencios termina siendo atractivo. (6)




54. Barenboim/WEDO (Medici TV, 30 octubre 2015). La orquesta multicultural, en su visita a la ONU, obviamente no puede hacer gala de la belleza tímbrica de una Filarmónica de Viena, pero rinde de manera formidable bajo la batuta de un Barenboim que vuelve a ofrecer una lectura modélica que sabe sacar a flote todo el carácter anhelante y el amargor de la página sin renunciar al equilibrio entre agilidad, concentración, elegancia y vuelo. A destacar la rapidez en absoluto precipitada de un primer movimiento más veloz que el de algunas interpretaciones historicistas y dicho con tanta lógica en el desarrollo de sus tensiones como intensidad expresiva. Lleno de desazón el segundo, riguroso e implacable el tercero y tan electrizante como dramático el cuarto. Cualquier cosa menos una interpretación para soñar o para poner de hilo musical. (10)



55. Savall/Le Concert des Nations (Alia Vox, 2018). El de Igladada no se muestra desatento al contenido dramático de la página, pero tampoco se cuenta –venturosamente– entre los que creen que hacerlo significa caer en el nerviosismo o subrayar asperezas. Ahora bien, en una obra muy exigente en depuración y en sutilezas queda muy en evidencia que la orquesta, por mucho que congrege a algunos nombres importantes, no es precisamente ninguna maravilla, y que la batuta de Savall tampoco es precisamente el colmo del refinamiento. A la postre, una interpretación un tanto primaria y más bien aburrida en su maravilloso Andante, no así en un movimiento conclusivo vibrante y dicho con entusiasmo. (6)


56. Nelsons/Gewandhaus de Leipzig (Blu-ray Accentus, 2018). Grata sorpresa encontrar una versión así, en pleno siglo XXI, tan personal y tan ariesgada, tan a contracorriente de lo que hoy se lleva en Mozart, tan alejado de las maneras “históricamente informadas” excepción hecha de la moderación de vibrato en el Andante, tan moderada en sus tempi –que a algunos, no a mí, le parecerán lentos– y tan poco interesado en los grandes claroscuros. Aunque también muy distinta de lo que Barenboim hace con esta obra. Porque Nelsons apuesta por una interpretación clásica y apolínea -que no sosa, ni trivial- en el más amplio de los sentidos, ya desde un arranque sereno y misterioso que da paso a un primer movimiento poco agitado, inquietante pero no inquieto, ágil al tiempo que sonado con músculo, de perfecto equilibrio entre forma y expresión. El segundo es sereno, esencial y meditativo, atento a los acentos dolientes aunque también visto un tanto desde la distancia... ¿Otoñal? No exactamente, aunque algo de eso hay. El Menuetto es un completo acierto al articular evitando toda pesadez y al encontrar el punto perfecto de distancia entre la errónea solemnidad en que incurrían ciertos antiguos maestros y la agitación excesiva de algunas propuestas recientes. El Finale, al contrario de lo que le ocurría al movimiento inicial, sí que está cargado de electricidad y agitación, pero bajo un absoluto control de los medios –polifonía perfectamente expuesta– y sin perder nunca el sentido de la mesura. Toma sonora soberbia. (9)


 

57. Minasi/Ensemble Resonanz (Harmonia Mundi, 2019). Aunque la orquesta sea de instrumentos modernos –salvo trompas y percusión–, esta lectura no es sino una forzadísima aplicación de las maneras interpretativas del radical Barock'n roll italiano en las que se formó el señor Minasi, a saber: enorme agresividad en los ataques, fraseo libérrimo, contrastes extremos, grandes fogonazos de electricidad, languideces varias y espíritu eminentemente teatral en el que el efecto puntual se impone por encima de cualquier otra consideración. Pero claro, lo que puede haber sido acertadamente renovador en el barroco italiano, un repertorio con frecuencia visto desde un clasicismo excesivamente amable, resulta puro disparate aplicado a lo que es precisamente clasicismo en estado puro. ¿Imaginan una escultura de Canova o un lienzo de David rehechos como si fueran una obra de Bernini o una pintura de Rubens? Pues eso mismo, un verdadero disparate. El primer movimiento marea de principio a fin con una continua suerte de caprichos agógicos y dinámicos que rompen toda lógica y naturalidad del discurso musical. El segundo alterna languideces con espasmos. El Allegro assai conclusivo es, como diría un amigo, la música de fondo de una persecución de Pixie y Dixie por el gato Jinks. Al final el Menuetto, dotado de sana rusticidad, es lo que sale menos mal parado de esta pretenciosa, grotesca y ridícula recreación. (4)

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